Ramon Saizarbitoria | Escritor
«Empezar a escribir en euskera era un disfrute: estaba todo por hacer»Ramon Saizarbitoria | Escritor
«Empezar a escribir en euskera era un disfrute: estaba todo por hacer»Reacio al halago y poco amigo de los homenajes, Ramon Saizarbitoria (San Sebastián, 21 de abril de 1944) suele defender que «no tengo nada que decir». Con la excusa de su 80 cumpleaños repasa su trayectoria sin esquivar ningún tema, demuestra que mantiene intacta su ... ironía y el sentido crítico y deja varios titulares.
Publicidad
- Ha solido señalar que llegó a la escritura «por militancia». Aún así, con algunos silencios mediante, son más de 50 años de trayectoria. ¿Qué ha encontrado en la narrativa? ¿Otra forma de interpretar realidad?
- Es una pregunta constante a los escritores. Recuerdo un número especial de la revista francesa 'Lire' en la que cerca de mil escritores la respondían y todos buscaban algo original que decir, porque es muy complejo. Beckett decía que no sabía hacer otra cosa, muchos que 'para que me quieran', alguno decía cínicamente 'para ganar dinero' y yo encontré esa fórmula, por militancia, que era por la situación lingüística y cultural. Pero era más una causa precipitante que predisponente, de muy crío ya escribía alguna cosa imitando a Baroja o a Dostoievsky. El pertenecer a una lengua minoritaria me ayudó a perder la vergüenza y fue muy divertido porque estaba todo por hacer, muy gratificante para un salsero como yo. Pero había algo más relacionado con la memoria, y vuelvo a Beckett, que decía que solo el que no tiene memoria puede recordar, porque el que tiene muy buena memoria lo tiene todo en la mente. Ese esfuerzo de encontrar escenas para rellenar huecos y unir los puntos que recuerdas. Me divierte mucho y me ha resuelto problemas de indagar sobre mí mismo, de entenderme.
- Aún así, nunca dejó de lado su trabajo como sociólogo. ¿Fue por precaución?
- Obviamente tenía que trabajar de algo, porque de escribir no se podía vivir ni se puede, no creo que esa pretensión entre los jóvenes de profesionalizarse en el terreno cultural tenga mucho interés. Coincidió con una época muy interesante en políticas sociales, el paso de la misericordia a los derechos, y eso me atraía. Las personas con discapacidad mental estaban recluidas en Santa Ageda, que era como una cárcel. Eran los tiempos de la antipsiquiatría, tirar los muros del asilo, la policía, la medicina, las instituciones (risas). Primero en la Fundación Eguía Careaga y después en SIIS contribuimos algo al desarrollo de los servicios sociales y con toda modestia Gipuzkoa y Euskadi fueron punteros en parte a los trabajos de investigación. Después me tocó el periodo de la política, la democracia, las instituciones, y fui concejal de Bienestar Social de rebote con Ruiz Balerdi, de Euskadiko Ezkerra. Fue una época dura, porque la gente pensaba que todo se iba a solucionar y eran muy demandantes. Una vez a la semana tenía reunión con alguna representante de una guardería y me acuerdo todavía de las hermanas Cachafeiro o de que una vez los funcionarios nos tiraron monedas al pasar, aquello me humilló mucho. Y no olvido que cuando mataron a Tomás Alba [concejal de HB] en las primeras horas hubo dudas de quién lo había matado, aquella experiencia… La gente lo habrá olvidado, pero aquella duda de si fueron unos u otros...
Publicidad
- ¿Influyeron esos intereses en sus pausas literarias? Porque ha combinado épocas muy creativas, con tres libros en poco tiempo, con silencios prolongados.
- Con mis tres primeras novelas había hecho un camino en literatura y con 'Ene Jesus' (1976) me encontré con el viaje que había hecho Beckett. Claro que el mío fue mucho más tarde, es como si voy ahora y descubro América. Me pareció que no tenía nada que decir. Y un segundo factor fue la llegada de una nueva generación entre los que yo conocí a Bernardo Atxaga o Koldo Izagirre con una calidad literaria superior a la mía, la literatura y el idioma evolucionaron y pensé que el euskera no me necesitaba. Años más tarde seguí con algo traumático para mí. No me metí en su vida, pero creía que tenía algo que decir del fusilamiento de Ángel Otaegui. Me costó muchísimo ponerme en su piel y aunque alejado de la literatura estuve escribiendo a deshoras.
Noticia relacionada
- Su parte de sociólogo, estar cerca de los temas sociales, ¿influyó en sus temas?
Publicidad
- Tiendo a creer que no. Puedo tener cierta capacidad de observación, pero no sabría decirte.
- Lo preguntaba porque sus personajes salen del patrón habitual con matices en el gris y psicologías muy complejas.
- Sí, me gusta el gris, creo que hay pocas cosas claramente negras o blancas. Pero no soy consciente, no ha sido buscado.
- El idioma sí ha sido innegociable. ¿Se ha visto escribiendo en castellano o francés?
Publicidad
- He escrito mucho más en castellano por mi oficio, pero es verdad que no me siento escritor en ese idioma, se me haría muy raro, me daría más vergüenza. Yo empecé en euskera por mi contexto -Rikardo Arregi, Ibon Sarasola, Arantxa Urretabizkaia-, tenía menos pudor y una vez que empiezas una relación en un idioma cuesta cambiar. He establecido mi diálogo con ese hipotético lector en euskera. Además debo confesar que me sentiría traidor a esa colectividad que me ha acogido como suyo, porque los escritores tenemos ese privilegio, cada vez menos, pero era algo. Tengo tesis, en las escuelas se estudian mis libros… Y siento que debo ser fiel, como los jugadores de la Real al equipo y al escudo que representan (entre bromas).
- No son pocas las etiquetas o alabanzas que ha recibido durante su trayectoria: renovador de la novela vasca, pionero, escritor sobresaliente… ¿No tuvo tentación de dedicarse al 100%?
- Lo de pionero no tiene mucho mérito, porque estaba todo por hacer. Y no fue ningún sacrificio porque en la editorial nos lo pasábamos bien, era nuestra forma de divertirnos. Y ese disfrute es lo que debería volver. Era imposible dedicarme al 100%, no se me ocurría. Además me hubiera angustiado mucho escribir con fecha fija, con contratos firmados, indicaciones en el tema… Es muy americano y es verdad que ha servido para incentivar, pero es nuevo, diría que a partir de Atxaga y el Premio Nacional. Es un hombre al que se le da bien, pero somos cuatro gatos y no nos da para mucho más, lo nuestro es un milagro histórico.
Publicidad
Noticias relacionadas
- 50 años de trayectoria le han dado para abordar muchos temas, quizá prime el de las relaciones interpersonales. ¿Le queda algo sobre lo que escribir?
- Yo creo que siempre escribo de lo mismo, la forma de exponer las cosas, pero a su vez la literatura es darle vueltas a lo mismo porque las cuestiones más importantes no tienen respuesta, la cuestión es hallar nuevas formas de hacerlo. Ahora estoy escribiendo una novela, que no sé si la acabaré porque soy muy lento. No me quiero poner dramático, las cosas son así (ríe). Además estoy confuso ante el desarrollo actual de las cosas al nivel de las relaciones hombre-mujer. Y no porque me dé miedo ser políticamente incorrecto, sino porque mi neurosis haya envejecido y no vayan a entenderlo, es decir, que lo que para mí es problema no lo sea ya para nadie. Creo que no, pero temo que pueda pasar.
Noticia Patrocinada
- Su obra ha sido reeditada o traducida en varias ocasiones. ¿Ha tenido la tentación de continuar alguna trama?
- De mis novelas he sentido el personaje de Lynn de Martutene como si fuera un poco real, siento nostalgia por ella y he tenido tentación de darle una segunda vida. Era una tía maja y sale muy malparada, entonces escribí bastantes páginas de un relato en el que la imagino en Nueva York en silla de ruedas, pero lo dejé porque se me impuso lo que estoy haciendo ahora. Lo que me interesa es el asunto, que decía Burns, un hombre y una mujer, el no entenderse, cómo son cada uno, etc. Me pone de mala leche que a los escritores se nos haya exigido que habláramos de ETA. Ponerme en la piel de alguien que ha sufrido un atentado, una familia que ha perdido a alguien, es muy sencillo de entender. Quizá no en toda su dimensión, claro. Sin embargo, me parece más interesante y creo que los escritores vascos estábamos mejor situados que un escritor de Madrid para hablar de la otra parte. Conocíamos la complejidad, a gente que ha estado en ETA… Creo que nos correspondía más eso. Lo importante es que como persona te sitúes y que cuando haya que decir que lo de ETA es un horror lo digas, no necesitas hacer una novela.
- Más allá de su narrativa, publicó el ensayo 'Aberriaren alde eta kontra' (1999) en el que reflejaba preocupaciones sobre la situación sociopolítica o la cultura. ¿Ha pensado en una segunda parte?
- Aquel texto nace de una conferencia, un desahogo, que se me fue de las manos. Me gustaría desahogarme en la misma línea, decir lo que veo de esta sociedad, aunque la novela que trato de escribir tiene prioridad. A veces echo de menos tener una columna en la que escupir la bilis porque no hablo con mucha gente y a mis interlocutores los tengo muy aburridos con mis cosas.
Publicidad
- Su carácter no ha sido de grandes promociones, ¿cree que ha podido influir en su incursión en otros idiomas?
- Tuve el honor de salir en una lista de no leídos 'El Páis' con Tusquets y media docena de compañeros [Autores en la penumbra]. Mi literatura no es muy simpática, exige cierto esfuerzo, no soy promocionable por lo que hago y por cómo soy. Se me da mal, tuve alguna oportunidad, pero me dio pereza intentarlo.
- Ha solido comentar que le da «pudor» volver a leer lo que ha escrito. ¿Síndrome del impostor o más relacionado con un carácter hipercrítico?
- Sí, me da vergüenza leerme, aunque confieso que alguna vez he leído alguna página sin saber que era mía y me ha parecido que estaba bien.
Publicidad
- En su literatura o en comparecencias no ha sido de los que se ha mordido la lengua, como aquel coloquio con Fernando Aramburu en Lagun. ¿Se ha arrepentido alguna vez?
- No, no tengo mal recuerdo de aquella cita, creo en el diálogo y el entendimiento. Y me cae fatal que no hablemos para discrepar, me encanta hacerlo. Lo que me pasa es que no me prodigo mucho diciendo lo que pienso y cuando me siento con cosas que decir he podido excederme. Me arrepiento en esa parte porque he podido no ser muy oportuno. Aquel día acudí a Lagun porque tenía reconocimiento por Ignacio Latierro, que sufrió por ser librero y es una putada. Era muy profesional y le debía que a los escritores de aquí nos ponía en el escaparate. Sabía que Aramburu era crítico con las ayudas públicas a la edición en euskera y con la actitud de los escritores vascos con la violencia, quería explicarle mi punto de vista, porque yo también tenía muchas cosas que criticar y aclarar. Pero nada más empezar vino a decir que estábamos políticamente condicionados por las ayudas y me sentó mal, me pareció que me llamaba miserable.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.