Muerte de Paul Auster
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Muerte de Paul Auster
Una chuleta y un reencuentro: el azar en DonostiaCorrían otros tiempos: el Zinemaldia ya era muy grande pero aún cabían encuentros así entre un invitado y un periodista. Paul Auster acababa de llegar a San Sebastián, donde iba a ejercer de presidente del jurado en el Zinemaldia que comenzaba el día siguiente. Era 2007, solo un año después de que recogiera en Oviedo el Príncipe de Asturias. El director del certamen, Mikel Olaciregui, le llevó a comer al restaurante Aldanondo y volvieron paseando hasta el María Cristina. El periodista, voraz lector de las novelas de Auster desde sus años más jóvenes, se acercó hasta el escritor acompañado del impulsivo amigo que nunca se detiene ante nada.
– ¿Cómo estás, Paul?
– Ahora mejor que nunca. Acabo de comer una de las mejores chuletas de mi vida. Me encanta esta ciudad. Hace cuarenta años llegué hasta aquí en autostop, y ahora vengo en avión a un gran hotel como presidente de un jurado. ¿Será que me estoy haciendo viejo?
Impresionaba de cerca: te escrutaba con esos ojos que parecían escrutarte como penetran sus novelas en la condición humana. Y no, el escritor fallecido ayer en Nueva York aún estaba muy joven en aquella tarde de verano: vivió diez intensos días en Donostia en los que no faltó de nada desde esa primera chuleta regada con vino blanco José Pariente. Y donde el azar, protagonista de buena parte de sus novelas, se hizo bien presente.
¿Por ejemplo? El jurado presidido por Auster dio la Concha de Oro a la película 'Mil años de oración', de Wayne Wang, del que se había distanciado siete años antes tras colaborar estrechamente en 'Smoke', dirigida por Wang con guion de Auster, y codirigir los dos 'Blue in the Face', ambas en 1995. Así lo resumió Wang. «Bajé una mañana a desayunar en el María Cristina y me encontré a Paul. 'Siete años de desacuerdo han sido bastante', me dijo, y nos reconciliamos». Quizás ese desayuno junto al Urumea ayudó a lograr la Concha de Oro al realizador de origen oriental.
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Además de presidir el jurado Auster presentaba fuera de concurso su película 'La vida privada de Martin Frost', protagonizada por su hija Sophie y la actriz francesa Irène Jacob, acogida con frialdad por la crítica aunque trata de cerca el proceso de creación, una de las obsesiones del norteamericano. El Auster escritor siempre estuvo muy por encima del Auster director, y su relación con el cine más recordada es por la deliciosa 'Smoke', basada en su guion, la historia del estanco de Brooklyn regentado por Harvey Keitel que tiene entre sus clientes al escritor encarnado por William Hurt o el sufriente personaje representado por Forest Whitaker.
«En Donostia fue siempre un hombre cálido y cercano centrado en el trabajo de jurado», recordaba ayer Mikel Olaciregui. El escritor Harkaitz Cano escribió aquel año en El Diario Vasco su encuentro con el novelista, dentro de una entrevista colectiva. «Tuve oportunidad de entregarle mi traducción de 'Ciudad de cristal', publicada unos meses antes, y aunque el encuentro fue breve estuvo muy atento», rememora Cano. Aquellos días donostiarras sirvieron de reencuentro familiar porque también la esposa de Auster, la escritora Siri Hustvedt, se acercó a San Sebastián.
Paul Auster bien pudo escribir esos días su 'trilogía de Donostia': también impartió una conferencia en el centro cultural Okendo para el centenar de afortunados que lograron invitación, y con el editor Jorge Herralde, de Anagrama, como presentador. Pero el escritor se centró en su trabajo de jurado, compartido con el actor Eduardo Noriega o el director iraní Bahman Ghobadi, entre otros, que confeccionaron un palmarés que disinguió también a la actriz Blanca Portillo y a la directora Gracia Querejeta por 'Siete mesas de billar francés'. La presencia de Auster imponía en un Kursaal por el que también desfilaron esos días los dos premios Donostia del año, Richard Gere y Liv Ullmann.
Cuando se fue, Auster confesó que se había «empachado felizmente» de cine y de comida. «He probado aquí los platos más deliciosos que jamás he comido», dijo. Ahí cayó en el tópico que repiten todos los invitados: «Quizá tenga que pagar sobrecarga por lo que he comido», bromeó.
En 2017 vino a Bilbao para presentar su novela '4 3 2 1'. Tuvo como guía a la donostiarra Lourdes Fernández, entonces directora de la Alhóndiga. Dos años después Siri Hustvedt recibiría también un Princesa de Asturias.
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