La música en directo, un artículo de lujo
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El efecto rebote tras la pandemia, la desbordante oferta musical y la inflación están tensionando el desembolso que supone asistir hoy a un conciertoCARLOS R. VIDONDO
Domingo, 8 de enero 2023, 07:13
Disfrutar del concierto de Bruce Springsteen sobre la pista de Anoeta en 2012 costaba 65 euros. Para su actuación en 2016, en la misma zona del estadio, el precio subió a 80 euros. Y, aunque en 2023 no visitará San Sebastián, para conseguir hacerse con un hueco en pista en cualquiera de las dos fechas que el 'Boss' hará a finales del próximo mes de abril en Barcelona (ya agotadas), el desembolso no es inferior a 137,50 euros.
Tras el concierto de Iggy Pop del pasado verano (80 euros), Norah Jones ha vuelto a romper el techo de precios históricos del Jazzaldia con los 95 euros de su cita del próximo 22 de julio. Cantidades similares a las que marcaron otras que ha acogido el Kursaal como las de Patti Smith (80), Fito & Fitipaldis (80) y el de despedida de los escenarios de Joan Manuel Serrat (90). Los principales promotores de conciertos en el País Vasco explican las razones de este progresivo aumento de precios en el que, no hay duda, todos coinciden. «No sube el precio de las entradas, sube todo. Y, claro, la música también pues va con la tónica general», explica Eva Castillo, directora de Comunicación de Last Tour.
Con los consumidores pendientes de lo que cuesta llenar la cesta de la compra, el actual contexto inflacionista también se hace notar en el sector de la música en vivo: mayores costes de producción, gastos de los artistas y pagos a los proveedores. «No hay ni un solo aspecto que se refiera a la promoción de conciertos que haya bajado: el caché, el alojamiento, los vuelos, la producción técnica... todo sube», dice el director del Jazzaldia y responsable de la programación musical de Donostia Kultura, Miguel Martín.
Y no solo eso. La música en directo se ha convertido hoy en una experiencia inmersiva plagada de ornamentos. Iñigo Argomaniz, director de la promotora Get In, asegura que «no importa tanto si se trata de artistas internacionales o nacionales, en ambos casos tienen precios altos porque traen grandes producciones que cuestan una fortuna»: multitudinarios cuerpos de baile, pantallas LED, cambios de vestuario, iluminación, escenografía... y por supuesto el transporte de todo ello, «pues es lo que más afecta al montaje».
Un incremento que se está dejando ver con mayor claridad tras despegarse la sombra de la pandemia y que, probablemente, sea consecuencia de un efecto rebote: el paso de la parálisis total a la recuperación. «Tiene mucho de eso —admite Martín—, principalmente en el caso de los artistas internacionales que llevan dos años sin realizar giras y que parece que necesitan resarcir. Y lo pasamos mal. El público quiere, pero los números no nos salen, sobre todo ante la perspectiva de un 2023 que viene imparable con mucha oferta de festivales y pujas durísimas por los artistas».
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Un argumento en el que coincide Argomaniz, que reconoce no haber vivido tal explosión musical en sus 41 años como profesional. «Más que los precios, la pandemia ha disparado la cantidad de eventos: casas de cultura, salas, auditorios, teatros, arenas... ¿Va a haber gente para todo esto?», lanza al aire. Y es que nombres como Alejandro Sanz, Joaquín Sabina, Marea, Pablo Alborán, Leiva, Manuel Carrasco, Vanesa Martín, Andrés Calamaro son solo algunos de los que salen a la carretera este 2023.
Entre quienes lideran el 'top' de en la subida de precios, Castillo cita a «esos artistas que antes no eran tan demandados y que ahora han evolucionado», como es el caso de Rosalía o Coldplay. «Su caché se ha multiplicado por cuatro o cinco, un artista vale lo que vende». Si el concierto aplazado de Harry Styles en Madrid costaba 89,50 euros en 2019, el del próximo julio asciende hasta los 170 en primera fila, 126,10 en la parte delantera de la pista y 97,60 en la trasera.
Porque hoy se puede disfrutar de un mismo espectáculo de maneras muy diferentes: con pase VIP, entradas 'golden', acceso rápido, que incluyan un 'meet & greet' con el artista... Algunas incluso desde un palco con parking, catering y barra libre por 2.900 euros, como el que se oferta en Marbella para ver a Rod Stewart en julio.
Pues el espacio también se divide por rango económico. «Los niveles siempre han existido, en el Kursaal hay zonas A, B y C», cada una con sus precios en función de su cercanía al escenario. «A mí me parece lógico que se pague más dinero por estar en mejores butacas, así como que se faciliten precios más económicos. No tiene sentido establecer un precio fijo de 300 euros para todo un estadio si al final vas a acabar viéndolo a cien metros y en última fila», opina el director de Get In. En contraposición, Last Tour ha decidido no vender entradas VIP ni 'golden ring' en sus festivales. «Entrada única, a la antigua usanza», dice Castillo, «quien quiera estar en primera fila tendrá que llegar primero, pero al menos todo el mundo tendrá la misma oportunidad».
Un baile de números en el que hay que hilar muy fino porque, aunque seguirá habiendo conciertos exclusivos con precios altos que marquen récords de 'sold out', «también tenemos giras en recintos de 20.000 personas en las que hay 6.000 entradas sin vender, precisamente, aquellas que son más caras», reconoce Argomaniz. «Promotor y artista tienen que ajustar bien el precio, porque subir 20 euros puede que suponga dejar de vender».
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