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Aunque centrado en la organización de la 83 edición de la Quincena Musical donostiarra, su director, Patrick Alfaya (Madrid, 1971) permanece atento a cuanto sucede ... más allá del ámbito de la música clásica. Y fruto de esta observación vislumbra profundos cambios sociales a la salida de esta pandemia, algunos, con evidentes derivadas culturales. Los cambios de hábitos del público, el futuro incierto de las giras internacionales de la orquestas o el menguante número de abonados a los programas musicales le llevan a concluir, con todas las precauciones, que el festival donostiarra» posiblemente, no vuelva a ser como antes». Eso sí: para este año anuncia la vuelta de las grandes orquestas y el retorno de la ópera a la programación de Quincena.
– Tercer año consecutivo de incertidumbre...
– Tercer invierno de incertidumbre, sí, pero nos hemos acostumbrado, yo creo que todos. Y además, creo que los diferentes ámbitos laborales han ido ajustándose a la situación. Eso que hacíamos antes de programar con años de antelación seguimos haciéndolo, pero ahora también lo hacemos mucho de forma inmediata porque todo cambio de un día para otro.
– Supongo que estará trabajando como en los dos últimos años: con un plan A y un plan B, es decir, confeccionando dos programaciones a la vez.
– Sí, así es, pero este año hemos reforzado bastante la presencia de músicos vascos. El problema cuando montas grandes repartos es que se quedan sin volar dos aviones o se te queda media orquesta en Hungría y la otra mitad aquí, y te han fastidiado. Intentamos hacer una programación muy equilibrada para que si de nuevo se cerrasen las fronteras, pudiésemos presentar una programación interesante.
– El pasado año era escéptico respecto a un Kursaal con 1.800 personas en 2022. ¿Siguen siéndolo?
– Vamos a ver. A día de hoy estamos con 800 espectadores –es decir, el 44%– del aforo del Kursaal. Esto hace dos meses nadie lo esperaba. Yo creo que en verano estaremos todos algo mejor, primero, porque estaremos casi todos vacunados y porque la luz ultravioleta le hace pupa al virus. No sé si estaremos con un máximo de 1.800 espectadores, pero sí con un número importante, eso sí, con todas las medidas de seguridad y pasaporte covid, como se hace ahora.
– Ahora mismo, no hay mucha movilidad internacional de músicos y, sobre todo, orquestas...
– No, ahora hay muy poquito movimiento. Está todo el mundo muy asustado porque compras los billetes de avión, de repente, te cancelan y te has gastado igual 30.000 euros, más el anticipo de las reservas de hotel. ¿Qué haces? Las orquestas están muy quietas. Se están moviendo más los solistas o lo que pueden actuar con un pequeño grupo de músicos. Vives al día.
– ¿Qué supondría para Quincena una nueva edición bajo restricciones?
– Depende. Económicamente sería un golpe, pero vamos a ver, aunque se pueda venir a los conciertos, yo no tengo nada claro que el público vaya a volver masivamente a las salas, no digo ya en Quincena, sino que estamos viendo los cines y teatros vacíos, y los auditorios, con poco público. Creo que las artes escénicas van a salir muy tocadas de esta crisis. Durante años hemos tenido un relevo que se incorporaba a la música clásica a partir de los cincuenta. Eso se ha roto. Dices: bueno, son tres años. Ya, pero es que tres años son muchos y durante ese tiempo mucha gente se ha adaptado a las pantallas. Conozco a un abonado a Quincena que ha viajado para ver conciertos de un lado a otro y que ahora ha descubierto el mundo de YouTube y plataformas, se ha comprado un equipo de sonido buenísimo, y está en su casa escuchando una ópera. Ése no va a volver y si lo hace, será puntualmente. Eso es un problema. De alguna manera, tendríamos que intentar entre todos hacer una política para que la gente vuelva a los auditorios. Ya no es una cuestión de seguridad.
– ¿La pérdida del hábito?
– Eso es. Yo iba al cine cada dos por tres. Ahora lo hago mucho menos. Gente que iba todas las semanas ahora va una vez al mes. Eso te da una idea de dónde estamos. Dudo que los cines recuperen con fuerza a su público.
– ¿Cómo se puede combatir esa tendencia?
– No lo sé y mire que le ha dado vueltas. Creo que lo primero que que hay que hacer es esperar a que pase este contagio general en el que dicen que contraerá el virus el 50% de la población europea. Hay que esperar a que esto baje y lo tengamos más controlado porque la seguridad es algo básico. Y luego, deberíamos empezar a buscar a la gente que nunca ha ido a un auditorio o que no ha vuelto al cine desde que era pequeño.
– ¿Cómo?
– Hay que tratar que vengan. El Gobierno irlandés descubrió hace muchos años que la mayoría de sus ciudadanos nunca había ido ni al ballet, ni al teatro, ni a ningún arte escénica. Lo que hizo fue invitar a la gente: te apuntabas a un programa y te invitaban a una representación de cada uno de estos espectáculos. Se trataba de que entrases en ese mundo y comenzaras a disfrutar de esas disciplinas. Metieron bastante dinero en ese programa e hicieron un seguimiento de cuántos volvían después por su cuenta. Pues bien: los números eran muy alentadores porque mucha gente volvió. Algunos dicen: «Esto no es para mí, es que yo nunca he ido». ¿Y? Tampoco habíamos comido nunca platos japoneses y ahora todos comemos sushi.
– ¿Con qué presupuesto aproximado se maneja?
– Más o menos como el año pasado: 1,7 millones. Es que vamos a ver qué aforo tiene el Auditorio del Kursaal en verano.
– El año pasado 350.000 euros procedían de taquilla.
– Eso el año pasado, pero es que antes venían muchos más. Hemos llegado a hacer taquillas de 1,1 millones en 2012 y 2013. Estamos ahí, a la espera. Yo ahora trabajo sobre un presupuesto de 1.650.000, incluida la taquilla. Creo que habrá más presupuesto, pero yo soy muy conservador para estas cosas. El dinero no es mío y dormiría muy mal si se generara un déficit, que lo puedo tener porque igual la gente no viene.
– Y los patrocinios, ¿qué tal van?
– Ha sido una de las cosas buenas de este año: se mantienen todos. Alguno ha bajado la aportación, con el compromiso de subirlo cuando se normalice la cosa.
– Al término de la 82 edición anunció que este año habría ópera. ¿La habrá?
– En un principio, sí, pero es muy arriesgado porque como tengas un positivo en el equipo se te cae todo. No será una ópera escenificada al 100%, haremos una semiescenificada. Si hacemos escenificada y nos dicen que el público al 50%, el agujero económico es tremendo. Hay óperas semiescenificadas muy buenas, que ni distingues de una escenificada al 100%. Esto lo tendría que tener más que cerrado, pero no es así porque está todo el mundo diciendo: «Espera». Queremos cerrarlo más hacia el verano, junto a la presentación de los abonos, porque sinceramente, si propones renovar el abono de Quincena en pleno enero y con el índice de contagios disparado, igual te dicen que mejor lo dejes.
– ¿Qué ópera sería?
– No lo tenemos del todo claro. Estoy hablando con varios teatros y estamos viendo si vamos por nuestro lado, pero estarán cantantes locales con una carrera internacional potentes: el tenor Xabier Anduaga y la soprano Elena Sancho. Ésa es mi intención.
– También anunció una mayor presencia internacional.
– Y en un principio la habrá porque el año pasado otros festivales de fuera de España no sabían ni si se iban a celebrar y al final se les cayó todo. Este año habrá solistas de relumbrón, como el pasado, pero tendremos más orquestas internacionales. Eso no quiere decir que en el futuro vaya a ir por ahí porque reflexiono y me pregunto. ¿hasta dónde podemos tener un mundo en el que mueves orquestas de cien personas para ofrecer un concierto de dos horas? Espero equivocarme, pero el futuro de las giras de las orquestas yo no lo veo muy halagüeño, la verdad. Cada vez hay más orquestas que no quieren viajar porque consideran que ir de Berlín a Madrid para un concierto y volver es una barbaridad.
– ¿Qué ha aprendido en estos años?
– A ser mucho más flexible y a no dar por hecho las cosas, pensando que todo el mundo va a venir a la Quincena: cuidado. Vamos moviendo el horizonte, pensando que lo que hoy no es posible, igual dentro de unos meses sí. Hemos aprendido a adaptarnos.
– ¿Cree que después de todo esto volverá la Quincena, tal y como era antes de la pandemia?
– No sé si volverá a ser como antes. Posiblemente, no. El virus no solamente nos ha cambiado la forma de vivir, sino que ha desencadenado una aceleración de procesos ya en marcha que ahora se han disparado.
– ¿Cómo ve el futuro?
– Hay una cosa de la que me alegro mucho: antes había una necesidad de que todo fueran músicos extranjeros, pero ahora se han descubierto muchos de aquí que son estupendos. Creo que la Quincena irá hacia una programación con más música de cámara y los nombres volverán a tener mucho peso. Me refiero a los Barenboim... El problema es que se están haciendo todos muy mayores.
– ¿Y ahí tampoco hay relevo?
– Lo hay, pero no mediáticamente. Tienes a Yuja Wang, pero no tiene la proyección de un Barenboim, entre otras cosas, porque el mercado del disco ha desaparecido. Vamos a ver hacia dónde vamos. Eso te obliga a buscar nuevas estrategias y eso me gusta. También veo cambios en la psicología del artista en el sentido de que se han dado cuenta de que deben acercarse a la sociedad y de que mucha gente no sabe nada de ellos. O vamos a buscarlos o este mundo de la música clásica se morirá. Vienen curvas.
– ¿Piensa que se recuperará el hábito de ir a los conciertos?
– El año pasado, con aforos al 50%, la gente acudió y tenías la sensación de que apetecía asistir. También es verdad que había nombres que tiraban del público y hacia eso vamos a tener que ir durante algún tiempo. Lo que va a ser muy difícil es descubrirle nuevos artistas a un abonado. La gente estará reticente a eso. Vamos a ir a lo seguro. Habrá que ver el futuro de los abonos porque además de que ya iban en retroceso, te comprometen a asistir a unos conciertos en un escenario cambiante. Eso marca a la gente.
– ¿Teme que no tengan futuro?
– Espero que sí porque si no, lo vamos a pasar muy mal, pero vamos a pasar un tiempo malo. Habrá que buscar estrategias para conseguir que la gente siga con sus abonos porque ahora es mucho más fácil decidir si vas o no al concierto justo antes de que se celebre. Es un público mayor que ha visto a amigos y conocidos morirse.
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