Asegura que esta ha sido la Quincena más complicada que ha vivido en todos sus años de gestión, si bien pronostica que el próximo año ... habrá ópera y mayor presencia internacional. Patrick Alfaya presenta el balance de la 82 edición con un mensaje de moderación. Pese a la pandemia, se han celebrado 74 de los 75 conciertos, y con gran éxito de asistencia.
– Antes de comenzar el festival se le preguntó sobre cuál sería su mayor deseo a la hora de presentar el balance de esta edición y dijo que solo esperaba que no se cancelara nada. ¿Ha visto su deseo satisfecho?
– Sí, desde luego, porque las cancelaciones son frustrantes. Cuando ya se han comprado entradas, se han realizado entrevistas, se ha organizado la taquilla... Es un lío tremendo. Pero sobre todo porque mina la moral ver cómo se cae todo. Preparas todo para un público para que el resultado de lo que le ofreces sea cero.
– Además, con conciertos a diario siempre hay más riesgo.
– Durante el año se han hecho unos diez conciertos de Kursaal Eszena y en Quincena han sido 75. Podría haberse entrado en una dinámica de caer uno detrás de otro y eso habría sido una locura.
Cuentas
«Había que prepararse para lo peor. No tenía bola de cristal pero preferí hacer un presupuesto de acuerdo a menos butacas»
– No es una mala lectura teniendo en cuenta que en 2020 el pánico era a la suspensión y este 2021 ha sido la cancelación.
– El año pasado fue una buena 'mili', pero este año ha sido mucho más complicado. En 2020 o se hacía o no se hacía, punto. Ahora había que estar pendiente de aforos, medidas sanitarias, dudas sobre qué se podía o no se podía hacer.
– Para esta Quincena tenían un plan A más sinfónico y un plan B más camerístico. ¿No se ha parecido más a un plan C?
– Ha sido un plan C por completo. Hemos jugado a hacer equilibrios con orquestas de aquí y extranjeras. Aseguramos una parte de la programación con las orquestas que no dependían de los cierres de fronteras y también hemos hecho más recitales de solistas que otros años como Mutter, Sokolov o Uchida. Corres un mayor riesgo, porque si se caen, no hay recambio para músicos tan insustituibles.
– También vaticinó que no veríamos un Kursaal con sus 1.800 butacas llenas.
– ¡Ojalá tuviese la misma suerte con la lotería! Yo me considero una persona bastante optimista, pero creo que hay que prepararse siempre para lo peor y más aún cuando llevas una institución con 82 años de historia. No tengo ninguna bola de cristal pero preferí hacer un presupuesto de acuerdo a menos butacas. La satisfacción es mayor cuando has planificado recaudar menos y luego te permiten ampliar.
Demanda
«Inconscientemente se nos ha roto la cotidianidad y estamos abandonando nuestras rutinas, veremos cuántos compran abono»
– De hecho el año pasado devolvieron la partida pública.
– Así es, porque se nos permitió llegar a seiscientas butacas con lo que recaudamos más y devolvimos el dinero. Aquello me valió algún reproche, pero es que el dinero no es mío, es de los ciudadanos y, además, ¿qué hacemos con ese dinero en Quincena? Nosotros vivimos de alquiler.
– ¿Se mantiene el apoyo institucional?
– Sí como todos los años, aunque con un recorte del 10% con respecto al año pasado. Han sido generosos teniendo en cuenta que este año no ha habido ópera, que es uno de los gastos más fuertes de Quincena. Así que ese recorte no nos ha afectado y nos ha permitido paliar la escasa recaudación. El festival está acostumbrado a trabajar con cerca de un millón de euros y ahora estamos en 400.000 euros brutos.
– ¿Y cómo se ha traducido eso en la taquilla? ¿Se ha conseguido reconstruir la demanda?
– Yo antes iba muchísimo al cine y ahora creo que he ido a ver una película en los últimos cinco meses. Es decir, inconscientemente se nos ha roto la cotidianidad y estamos abandonando nuestras rutinas. Llevamos dos años sin vender abonos. Imagina a alguien que era abonado de Quincena y que ahora solo compra algunas entradas y quizá se haya acostumbrado a ahorrar ese dinero. Hay esperanza, pero veremos cuántos vuelven al abono.
Ciclo atrevido
«Un día vi entrar a unas señoras al concierto de danza contemporánea de Tabakalera preguntando que dónde era el ballet»
– ¿Qué ha recibido del público de esta Quincena?
– Que hay que seguir el camino de la prudencia. Por supuesto que tenemos que dar un paso más en lo internacional, pero con la ópera estoy madurando varias ideas. Lo que no veo es jugarnos medio millón de euros con una decisión que, además, se toma ya en noviembre. Si para entonces no veo claro que contamos con aforo de 1.800 butacas por función, no creo que lo hagamos. ¿Habrá ópera? Sí, pero con otro formato.
– Llama la atención que el año pasado dejó el mismo mensaje, aunque parece más optimista.
– Hay que tener olfato y guiarse por el instinto... Creo que las mascarillas van para largo. Tampoco nos vamos a morir si no tenemos a tal orquesta o tal otra. Debemos tener cautela para que la Quincena cumpla doscientos años.
– ¿En algún momento se planteó subir los precios?
– No. Y eso es gracias a comportamientos como los de la Orquesta de Luxemburgo o la de Galicia, quienes han asumido gran parte de sus gastos. Y con eso quiero decir que posiblemente ellos han puesto más dinero para venir que nosotros o nos han ofrecido su patrocinio. Nos trasladaban un mensaje de agradecimiento por haber apostado por ellos en otras tantas ocasiones.
– ¿Qué tiene esta ciudad con el órgano y los coros que gozan de tanto éxito de convocatoria?
– Yo me preguntaba lo mismo con el órgano. Agradezco esa militancia pero no tengo claro de dónde viene, como sí está claro en el tema coral, por sus raíces populares. Lo seguiremos potenciando y queremos ser más atrevidos con el órgano con propuestas como la que ha traído Danksagmüller este año.
– El único ciclo que no se ha agotado ha sido el de danza. ¿Se le dará continuidad?
– Es que estamos muy acostumbrados a que cualquier cosa que hace Quincena se llena. Esto es danza contemporánea y nuestro público no está habituado. Pero es que el público de la danza contemporánea tampoco mira el programa de Quincena porque lo relaciona con otras cosas.
Incertidumbre
«Ha sido muy complicado y ahora empieza Kursaal Eszena y hay que ver qué ocurre con el 35% de aforo que ha impuesto el LABI»
– ¿Sabía el público a lo que iba?
– Hay gente que sí y gente que no. Yo estaba un día en la puerta del Patio de Tabakalera y vi entrar a unas señoras preguntando que dónde era el ballet.
– ¿Ha cambiado su opinión respecto a la digitalización? No han emitido conciertos en 'streaming'.
– No estoy en contra, pero creo que tienes que aportar algo irrepetible. Tampoco es cuestión de plantar una cámara en mitad del patio de butacas. Tienes que preparar una realización profesional con técnicos que sepan por dónde va la música. Igual estoy equivocado, pero no acabo de verlo.
– ¿Siente que ya se ha quitado un peso de encima?
– Sí, desde luego, para mí ha sido una de las Quincenas más complicadas. Y más aún en producción. ¡Y eso que yo pensaba que sin ópera íbamos a estar más relajados! Tenemos ganas de descansar, pero ahora nos viene Kursaal Eszena y hay que ver qué ocurre con el 35% de aforo.
– ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de esta edición?
– El mejor recuerdo que me llevo es del concierto de Uchida. Ella nunca había tocado aquí y estaba francamente emocionada por la reacción del público. Fue sorprendente cómo se comportó el Kursaal, un silencio absoluto y en la calle grupos de jóvenes se le acercaron a aplaudir.
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