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Que las cosas rara vez salen como las habíamos planeado es algo que seguramente Siri Hustvedt ya sabía, pero que la escritora ha podido constatar de nuevo este pasado miércoles, a la muerte de su marido, Paul Auster. En un texto colgado en las ... redes sociales, Hustvedt lamenta que se le hurtara la posibilidad de ser ella misma quien se encargara de comunicar el fallecimiento del autor de 'La trilogía de Nueva York'.
«Era ingenuo, pero había imaginado que sería la persona que anunciara la muerte de mi marido, Paul Auster –explica la escritora–. Murió en casa, en una habitación que amaba, la biblioteca, una habitación con libros en cada pared, desde el suelo hasta el techo, pero también ventanas altas que dejan entrar la luz. Murió con nosotros, su familia, alrededor de él el 30 de abril de 2024 a las 6:58 PM».
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En su escrito, no oculta su sorpresa al descubrir que «incluso antes de que su cuerpo hubiera sido sacado de nuestra casa, la noticia de su muerte estaba circulando en los medios de comunicación y se habían publicado obituarios. Ni yo, ni nuestra hija, Sophie, ni nuestro yerno, Spencer, ni mis hermanas, a quienes Paul amaba como a sus propias hermanas y presenciaron su muerte, tuvimos tiempo para asumir nuestra grave pérdida. Ninguno de nosotros fue capaz de llamar o enviar un correo electrónico a la gente querida antes de que comenzara el grito en línea. Nos robaron esa dignidad. No conozco la historia completa sobre cómo sucedió esto, pero sé esto: está mal».
A continuación, repasa lo que estos últimos meses han supuesto para la familia de Paul Auster, que «nunca dejó Cancerland. Resultó ser, en palabras de Kierkegaard, la enfermedad hasta la muerte. Después de que los tratamientos hubieran fallado, su oncólogo le ofreció quimioterapia paliativa, pero dijo que no y pidió ser tratado en casa. Los estragos del tratamiento del cáncer son experimentados por muchos pacientes, y algunos se curan, pero lo que el mundo de la medicina llama educadamente 'efectos adversos' fácilmente se convierten en una realidad en cascada de una crisis tras otra, causada no por el cáncer, sino por el tratamiento».
Y aquí explica que «las inmunoterapias, que actúan a nivel molecular, pueden ser particularmente peligrosas. Un 'efecto' puede ser una amenaza para la vida y pedir una intervención dramática, lo que a su vez causa otro efecto que amenaza la vida, que exige una mayor intervención, y el cuerpo agredido se debilita cada vez más». Hustvedt considera que «Paul había tenido suficiente. Pero él nunca, ni por palabra ni por gesto, mostró un signo de autocompasión. Su coraje y humor estoico hasta el final de su vida son un ejemplo para mí. Dijo varias veces que le gustaría morir contando un chiste. Le dije que era improbable, y él sonrió».
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