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Mañana termina el Festival y hoy es día de premios. Uno, honorífico, está anunciado y llega cargado de símbolos: el Donostia que Víctor Erice recibe ... esta noche en el Victoria Eugenia. Y el palmarés, con los galardones a los supuestamente mejores de este año, se empieza a cocinar a mediodía de hoy y llega con incógnitas.
Ya es una tradición: un viernes como hoy los jurados de las diferentes secciones se reúnen en el restaurante Arzak para decidir los premios. No es mal sitio para deliberar. Algunos jurados llevan el trabajo adelantado y se sientan a la mesa con el fallo decidido. Otros siguen discutiendo entre platos. Ha habido años en que las deliberaciones prosiguieron hasta la noche en el María Cristina. Mañana se desvelarán los ganadores en la gala de clausura del Kursaal, que coincide con el derbi de Anoeta entre la Real y el Athletic. Pero lo del fútbol es otra Concha de Oro.
Esta vez las quinielas llegan más abiertas que nunca. Hoy se proyecta la última película en competición en Sección Oficial, 'Great Absence', del japonés Kei Chika-Ura. Se cerrará así una cosecha discreta, donde han mandado las primeras o segundas películas, con una media en torno al 5 y el 6 en ese termómetro que es la quiniela de críticos de DV. No hay favoritos claros porque ninguna película ha quedado especialmente destacada.
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La más 'festivalera' es sin duda la extraña 'MMXX', del rumano Cristi Puiu, que seguro que encuentra hueco en el palmarés. 'Un amor' de Isabel Coixet también podría estar ahí, quizás en los premios de interpretación para Laia Costa y Hovik Keuchkerian. Y 'O corno', la producción gallega de la donostiarra Jaione Camborda, podría entrar en los galardones.
(Los dos pases de 'O corno' en el Kursaal el miércoles fueron fuente de anécdotas: si por la mañana ya se paró la proyección por el mareo de una espectadora, en la sesión de tarde volvió a ocurrir un desvanecimiento, justo en la dura escena inicial del parto. Lo curioso es que uno de quienes atendió al espectador, que se recuperó enseguida, fue el doctor Camborda, padre de la cineasta).
La jornada competitiva de ayer estuvo protagonizada por 'La isla roja', coproducción franco-belga dirigida por Robin Campillo, y la taiwanesa 'Un viaje en primavera', de Tzu-Hui Peng y Ping-Wen Wang. Ninguna de las dos levantó entusiasmos especiales en un certamen donde el cansancio empieza a hacer mella en los festivaleros.
Cansados, sí, aunque nadie lo diría viendo algunos momentos, como el recibimiento a los 'javis', que hoy presentan su serie 'La Mesía' fuera de concurso, o la multitudinaria cita del Velódromo en torno al documental de C. Tangana, toda una fiesta. Ese recinto de Anoeta volverá a llenarse hoy con la presentación de la nueva temporada de 'Goazen', la serie/fenómeno de ETB que celebra su décimo aniversario por todo lo alto.
Siguió ayer la deliciosa resaca del huracán Jessica Chastain, llegó Juliette Binoche... pero el protagonismo es para Víctor Erice, que recibe esta noche el único Premio Donostia presencial de este año antes de estrenar 'Cerrar los ojos', su nueva y esperada película.
Más de uno suspiraría ayer de alivio al ver llegar al Maria Cristina a un cordial Erice acompañado de sus actores. El cineasta es poco amigo de los 'saraos', pero esta vez hace una excepción porque el galardón es una especie de 'Cinema Paradiso' en versión donostiarra.
Nació en el vizcaíno valle de Karrantza, pero su niñez y juventud transcurrió en San Sebastián. Según su testimonio y sus biógrafos fue una tarde de enero de 1946 cuando Erice descubrió eso que se llama 'la magia del cine' en el viejo Kursaal, en una proyección de 'La garra escarlata'. Aquel chaval sería luego director y en 1973 lograría con el 'El espíritu de la colmena' la primera Concha de Oro del cine español. Esta noche la niña que protagonizó aquella película, Ana Torrent, será quien entregue a Erice el Premio Donostia justamente 50 años después. Y presentan 'Cerrar los ojos', donde ella vuelve a ser protagonista.
Los Donostia más 'glamurosos' se entregan en el Kursaal; los 'cinéfilos', como los que recibieron Agnès Varda o Koreeda, en el Victoria Eugenia. Ahí recibirá Víctor Erice el tributo de quienes valoran su corta pero intensa obra.
Y así terminará mañana esta edición que nació bajo los chaparrones reales y los metafóricos, pero ha ido brillando, como el veranillo de San Miguel, a pesar de las dificultades.
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