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De camino al Victoria Eugenia se detienen a saludar como auténticas estrellas del cine. «Oye, pero si salisteis en el periódico», les comenta una vecina. «¡Ya os vimos en la tele!», grita una pareja al otro lado del paso de peatones. Incluso la propia Loreto ... Mauleón, quien les recibió sobre el escenario en el homenaje que el pasado viernes les brindó el Kursaal, les sorprende con un cariñoso: «¡Las chicas más famosas de Donosti!». Mariví Montes, Mila de Salustiano y Corpus Arbizu Plazaola formaron parte del grupo de mujeres dantzaris de Goizaldi que participó en aquella primera edición del Festival en septiembre de 1953, ese que aún no era 'festival' sino 'Semana Internacional del Cine'.
Casi setenta años más tarde el Zinemaldia volvió a reunirlas en su gala inaugural en la cual, tras la presentación del maestro de ceremonias Paco León, «la sala rompió a aplaudir y fue un momento muy emotivo», aseguran a coro. «Sobre todo por la ilusión que nos ha hecho volver a juntarnos. Lo más interesante es cuando dejamos de hacer entrevistas porque tenemos un montón de cosas que contar», reconoce Corpus. «¡Esto nos ha dado vida!», añade Mila.
Y es que, aunque ahora las tres viven en San Sebastián, sus caminos se bifurcaron en direcciones opuestas poco después de aquella experiencia. Mariví fue a estudiar inglés a Londres y conoció a Viggo, un capitán danés de la marina mercante con quien se fue a vivir a Copenhague. Mila se casó con un dantzari de Goizaldi y se mudó a Canarias. Por su parte Corpus, que siempre ha sido vecina de la Parte Vieja, dejó de bailar y atendió durante años un puesto como pescatera en el Mercado de la Bretxa. La cuarta dantzari que estuvo el viernes en la gala, Milagros Zatarain, volvió a Zaragoza donde vive con su marido, tras el homenaje en el Kursaal.
Reconocen que lo suyo «no tiene mayor mérito que el haber estado allí y todavía estar aquí para contarlo». En aquellos días del 21 al 27 de septiembre de 1953, Francia ofrecía garantías en la ONU contra el 'resurgimiento' del militarismo alemán, acababa de fallecer el duque de Alba y se decía que Di Stéfano podría jugar con España. Mientras tanto, ellas bailaban «para los artistas del cine, en el antiguo casino, en la hípica... donde nos llevaran. ¡Pero no cobrábamos!», dice Mariví. «Mi hermano José Ignacio Montes conocía a los dueños de los comercios organizadores y, en aquella época, el Goizaldi estaba en todo. Éramos el grupo oficial del Ayuntamiento de San Sebastián».
Es por ello que se convirtieron en protagonistas improvisadas de una primera edición cuyo relato apenas cuenta ya con testigos directos. Alguna de ellas llegó, incluso, a ser 'protagonista' de cine. «Estaba de exámenes finales y me llamaron para participar en una película con Carmen Sevilla, 'Pluma al viento', que era tan mala que ni figura en la historia», bromea Mila. «Recuerdo ir al rodaje por el Paseo de Francia con unos lagrimones porque me acababan de echar del Colegio Francés por no haber ido a los exámenes».
Tres muchachas que hacían «apuestas con el lugar en el que se pondría Lola Flores el clavel de brillantes que le había regalado Cesáreo González», y que fantaseaban con los chicos guapos que les «rodeaban entre la crème de la crème». Porque como dice Mila «los 17 años de entonces son los 12 de ahora, estábamos tontas del bote. En mi diario guardo la foto de un francés que nos encantaba y el otro día la despegué para ver si había escrito su nombre por detrás, pero no pone nada. Estábamos pirriadas por él».
«Los chicos de Goizaldi nos dijeron que podíamos ver todas las películas, menos la de esa sesión. 'Lo tenéis prohibido', y cito textualmente», explica Mariví. «Pues yo me colaba», responde Mila entre risas. Aquella sesión en el Victoria Eugenia fue la del domingo 27 de septiembre a las 22.30 horas, en cuya pantalla se proyectó 'La señorita Julie', película sueca de Ald Sjöberg que ya había sido premiada en Venecia.
«Destacaremos la producción sueca, film en el que la cámara hace resaltar la crudeza de las situaciones del drama de Strindberg en que está basada. Es innegable la belleza formal de esta película pero su fondo es francamente reprobable», firmaba en estas páginas el crítico cinematográfico Peppino, bajo una fotonoticia de Francisco Rabal recogiendo la Concha de Plata a la mejor interpretación masculina por su papel en 'Hay un camino a la derecha'. «Luego logré enterarme de que no nos dejaron verla porque le tocaban un pecho a una de las actrices», relata Mariví, mientras Mila le replica que, «a mí lo que no me casa, es que supieras que los suecos hacían ese cine». Quién sabe si esa era la «belleza formal» o, por el contrario, el «fondo reprobable» al que se refería Peppino en su texto.
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