Quién iba a decir allá por otoño cuando el Super Amara Bera Bera tropezó ante rivales teóricamente inferiores, quedó apeado de la competición europea y la cabeza de la tabla en la Liga se escapaba que la temporada iba a acabar con triplete: Supercopa, Copa ... y Liga.
Imanol Álvarez y sus jugadoras lo han vuelto a hacer. Sólo quienes ocupan ese vestuario saben lo que ha costado, por eso una victoria como la de ayer hay que paladearla todo el tiempo que se pueda. A veces perdemos un poco la perspectiva y dejamos de valorar como es debido este nuevo título.
El Bera Bera ha ido progresando en su juego y madurando como equipo hasta no dar opciones a sus rivales. Ha llegado a la fase decisiva de la temporada en su mejor momento –el año pasado no fue así– y eso no es fruto de la casualidad. Las piezas han ido encajando y de un tiempo a esta parte en sus partidos hay cosas que se han repetido de forma inexorable: las jugadoras aprietan fuerte todas las tuercas de la presión y se ponen a buscar la portería rival. Su imagen ha sido la de un grupo ambicioso hasta situarse en una dimensión superior. Su juego habrá podido brillar más o menos dependiendo de lo inspiradas que han estado sus jugadoras, pero la solidez de su estructura ha sido total. El Bera Bera, desde la primera a la última, ha defendido como los ángeles. No ha habido zonas de sombra, resquicios para la duda o flancos débiles. O por lo menos desde una visión externa. Menéndez, Arrojeria, Etxeberria, Boada, Karsten, Fernandes, Arroyo... todas han sumado.
El juego del Bera Bera ha brillado más o menos, pero la solidez de su estructura ha sido total
El Bera Bera ha llegado al playoff con la flecha para arriba y ha decidido las eliminatorias con la suficiencia de los equipos serios y convencidos de lo que hacen. Lo cierto es que a nadie ha podido sorprender el dominio que ha ejercido. En todo caso, lo que sorprende y resulta admirable es el poder de devastación que ha adquirido un conjunto que parece capaz de todo y que ha acabado vistiendo la armadura de acero de los equipos invulnerables. Nada ha sido capaz de perturbarle y sacarle de su carril. Ha ido cumpliendo objetivos cada semana en una temporada en la que ha jugado la friolera de veinte partidos como local.
Primero fue la Supercopa que se ganó en los penaltis en el Gasca. Luego llegó la Copa. El club tenía la espina clavada desde que ese trofeo se escapó hace dos temporadas en Illunbe y no paró de trabajar hasta conseguirla. La Copa se quedó en casa con más de cuatro mil aficionados en las gradas bajo el paraguas de una organización impecable a la vez que muy exigente para todos los estamentos del club, para esas gentes del Bera Bera que no se llevan los titulares.
Recomponer el equipo
Hoy es día para disfrutar, pero no tardarán los rectores del club en ponerse manos a la obra para confeccionar la nueva plantilla. Al menos siete jugadoras no siguen. Cada una sale del club por un motivo distinto, pero es fácil adivinar que más de una cambia de aires a equipos que pagan más o que aspiran a llegar lejos en competición europea.
Elche y Málaga ya saben lo que es ganar un título europeo y el Bera Bera debe aspirar a lo mismo
Ese es el gran reto que le queda al Bera Bera: romper el techo en Europa porque sus últimas comparecencias han sido más cortas de lo que se le presupone a un club ganador como éste. Elche y Málaga, los equipos a los que ha eliminado en esta carrera por el título de Liga, ya saben lo que es ganar un título europeo –Málaga fue campeón de la EHF en 2021 y Elche ha ganado ese mismo trofeo este año–, así que el Bera Bera debería aspirar a pelear por lo mismo más pronto que tarde. El club tiene todo para dar ese paso. Cuenta con experiencia en los despachos, un entrenador asentado y un grupo con hambre. Y una afición que va a más. Bidebieta se quedó pequeño y el Gasca va camino de lo mismo. La remodelación del mismo, ampliando sus gradas y renovando sus dependencias interiores, sería el mejor regalo para seguir creciendo. Lo sabemos quienes asistimos con regularidad a sus partidos y los del IDK Gipuzkoa.
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