El deseo de ser el mejor

En contra de lo que se cree, Roglic no dejó los saltos de esquí por la tremenda caída que sufrió en Planica en 2007. Siguió compitiendo en la élite cuatro años más. Decidió cambiar porque vio que en el esquí no sería el mejor del mundo. Sus datos físicos -un consumo máximo de oxígeno espectacular- le abrieron paso en el ciclismo. Tras un primer año calamitoso en aficionados, el equipo Continental Adria le hizo un contrato en 2013, no sin antes repetirle las pruebas físicas para cerciorarse de que los números, estratosféricos, eran correctos. Lo eran. Los responsables del equipo pensaron que con esas cifras y su fama como saltador el contrato se pagaría solo. En 2016, pese a tener ya 26 años, le fichó el Jumbo, que por entonces era más una banda que un equipo. En una reunión de pretemporada explicó su plan de ver si podía ganar el Tour en 2020, ante el asombro general. Firmó por el salario mínimo pero en la cabeza seguía bullendo la razón que le hizo dejar el esquí: ser el mejor del mundo.

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Geoghegan Hart estaba harto de las pruebas de natación por relevos. Cruzar el Canal de la Mancha no era para él, quería un deporte para ganar o perder por sí mismo. No aceptó los cantos de sirena del sistema británico. Prefirió trabajar en una tienda de bicis y correr en carretera que unirse a la selección y pulirse en la pista. Su fuerza de voluntad es legendaria, fue por libre y el Sky no tuvo más remedio que volver a por el unos años más tarde.

Roglic es el número uno del mundo. Tao, el campeón del Giro de Italia.