Ion Izagirre se reencuentra con la historia

Nadie en el pelotón se sorprendió de la victoria de Ion Izagirre (Cofidis) junto a los mejores viñedos del vino Beaujolais. Olía a triunfo desde que se metió en la escapada buena, la mejor con diferencia de lo que va de Tour de Francia. Una locura. Hubo que rodar ochenta kilómetros a más de 46 por hora para que se hiciera la fuga y, claro, los corredores que se metieron delante después de semejante zafarrancho eran todos piezas de cuidado. Ese es el escenario ideal para el menor de los Izagirre, el límite.

Fue el trabajo de un profesional. Astuto como pocos en carrera, midió sus fuerzas gramo por gramo, poniendo en la balanza lo que había exigido la etapa (una barbaridad), el nivel de sus rivales (estratosférico), la dureza del recorrido (criminal) y su superioridad numérica en el grupo acompañado por Guillaume Martin (una bendición). Midió el ataque de Mathieu van der Poel (Alpecin) a cincuenta kilómetros de meta y supo que podría ganar, porque en una escapada así, solo hay una bala aunque uno sea el nieto de Poulidor. Esa gestión estratégica no está al alcance de cualquiera y volvió a ser la clave de su victoria, como tantas otras veces.

El ormaiztegiarra eligió su momento a 31 kilómetros de meta, en la última cota de la etapa. Van der Poel, un gigante auténtico, vio la jugada pero en ese mismo momento captó la dimensión de su error en el puerto anterior al no sacar de la ecuación a Izagirre. Intentó seguirle con su clase inconmensurable, pero no le acompañaron los pulmones. Reventó y vio alejarse al guipuzcoano. El resto fue una marcha triunfal hasta Belleville de un ciclista en un estado de forma extraordinario a lomos de sus piernas y de su inteligencia, favorecido por la labor de equipo de Guillaume Martin en el grupo perseguidor. El Cofidis, que llevaba quince años sin ganar en el Tour, suma dos etapas en esta edición, la de Lafay en Donostia y la de Izagirre ayer. Champagne del bueno en el hotel por la noche.

Dos días después del triunfo de Pello Bilbao (Bahrain) en Issoire, el ciclismo vasco hacía doblete. Dos triunfos en tres días, después de una espera de cinco años desde la victoria de Omar Fraile (Ineos) en 2018 en Mende. Es la décima etapa con sello guipuzcoano en el Tour y Ion Izagirre es el segundo en anotarse dos, tras las de Miguel Mari Lasa en 1976 y 1978.

La victoria no sorprendió ni en el fondo ni en la forma. Antes de partir al Tour, Izagirre explicaba en una entrevista en este periódico que para ganar en Francia «se tienen que alinear los astros». Hace siete años batió a Vincenzo Nibali para anotarse la etapa de Morzine, ayer le ganó la partida de ajedrez a Van der Poel, que durante veinte kilómetros pareció encaminado a una victoria memorable. El ormaiztegiarra siempre es un aspirante al triunfo cuando el Tour cruza el ecuador, es decir, cuando los kilómetros, la velocidad y la dureza ya castigan al pelotón. Su ciclismo no es brillante como el de Van der Poel, Pogacar (UAE) o Van Aert (Jumbo) -que ayer volvió a no dar con la tecla para entrar en la fuga-, pero sí efectivo. De primer nivel.

Ion Izagirre pudo disfrutar de la victoria. Si en 2016 apenas se vio ganador a unos metros de la meta tras un descenso escalofriante del Joux Plane bajo la lluvia, ayer supo que cruzaría la meta el primero con varios kilómetros de antelación. Tantos, que le dio tiempo a emocionarse recordando que era el cumpleaños de su hija Iraia. La vida errante y peligrosa del ciclista profesional es una prueba de carácter para los que le esperan en casa.

A los 34 años, la carrera del menor de los Izagirre -su hermano Gorka, de 35, disputa el Tour enrolado en el Movistar- no da signos de desgaste. Desde 2019, cuando recuperó su nivel tras la grave caída del Tour de 2017, ha ganado todos los años, como hacía antes de aquel accidente. Y en ninguna de esas temporadas falta un triunfo del World Tour.

Porque Izagirre, que ha elegido por voluntad propia una carrera alejada de los focos, siempre ha buscado la máxima dificultad. Su calendario se compone casi de forma exclusiva de pruebas World Tour. Las 18 victorias que lucen en su palmarés podrían parecer pocas para un corredor de su nivel, pero diez de ellas son de la primera división del ciclismo, incluidas tres en su otra carrera fetiche, la Itzulia, de la que se anotó la general en 2019 y dos etapas, la de 2021 en Arrate, una de las cimas sagradas del ciclismo vasco.

El ormaiztegiarra llegó al Tour en un excelente estado de forma, con una preparación muy medida con concentraciones en altura. Disfrutó de la salida desde Euskadi, pero no se dejó llevar por la marea. Sabía que su momento era más tarde, cuando las piernas duelen a todo el mundo pero a unos mucho más que a otros. Su anterior triunfo en Francia fue en la penúltima jornada, a las puertas de París, esta vez en la etapa doce.

Izagirre se ha convertido en el gran baluarte del Cofidis. Su fichaje fue una sorpresa, al tratarse de un equipo francés. Firmó por una temporada, la 2022, para comprobar su adaptación a un ecosistema que no siempre es fácil para un extranjero. Fue clave en la permanencia del equipo en el World Tour y renovó por dos temporadas con la escuadra de Cedric Vasseur. Escoge calendario y es fijo en las mejores carreras. Su peso en el grupo es indiscutible. En el equipo le llaman la 'locomotora'. Su compenetración ayer con Guillaume Martin, el líder del equipo para la general, fue impecable. Trabajaron los dos y cuando Izagirre hizo su movimiento el francés realizó una perfecta labor defensiva de su compañero en el grupo de perseguidores, donde pronto cundió la fatalidad. Cuando Ion Izagirre sale así, la próxima vez que se le ve ya es en meta.

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