«Nosotros fuimos los pobres del ciclismo». Luis Otaño no se queja. Dice que la vida le ha tratado bien. Se hizo ciclista para escapar del trabajo en el puerto de Pasaia. Al retirarse tras una carrera de éxitos que no se reflejaba en la ... cuenta corriente, pensó en ser camionero. Un amigo le aconsejó montar una ferretería. «No había estudiado el oficio pero creí que, como en todo, hay que ponerse para aprender. Por no saber, no tenía ni idea de lo que eran un puntapié o un tirafondo. Para solucionar esas carencias estuve trabajando en otra ferretería de Irun durante dos o tres meses. Esa mínima experiencia y, sobre todo, coger a un buen elemento como encargado, que me aportaba confianza y tranquilidad, hicieron que el proyecto despegara». Ese fue su medio de vida una vez colgada la bici –que no ha vuelto a coger en todos estos años–, y la ferretería sigue su camino a día de hoy en Errenteria.
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Otaño fue el primer guipuzcoano en ganar una etapa del Tour. Ya era un ciclista veterano cuando se impuso en Le Bourg-d'Oisans. Tenía 32 años y había sido segundo en la Vuelta a España, entre otros éxitos. Aquel 1966, de hecho, fue su último gran año antes de retirarse en 1968 y montar la tienda.
Otaño no era el típico escalador de la época, sino un ciclista de enorme potencia, buen rodador y contrarrelojista. Roger Rivière le fichó después de ver cómo era capaz de seguirle en una crono de la Vuelta a España camino de Vitoria, pese a los intentos de Luis Bergareche de frenarle cruzando el coche en la zona del pantano de Legutio. En Francia descubrió otro mundo, otra mentalidad en la vida y en el ciclismo. Una libertad que era inimaginable en aquella España de escasez, miseria, represión, atraso endémico y corrupción.
En sus inicios, acudían a una prueba de la importancia del Tour con su propia bici y sus propios tubulares. Cualquier avería era un drama porque no había recambios, en contraste con los medios de los que disponían franceses e italianos, a quienes acudían frecuentemente para hacerse con material digno de tal nombre para competir.
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Fue amigo de Rivière, una gran figura. Con él descubrió el verdadero profesionalismo. «Me llevaba a todos los critériums. Iba a ir con él al equipo de Coppi en 1961, pero tuvo un accidente, se rompió la espina dorsal y se fastidió todo lo del equipo al que íbamos a ir (Rivière sufrió en el descenso del col de Perjuret en el Tour de 1960 una caída que le provocó una lesión medular y, aunque consiguió volver a caminar, tuvo que retirarse del ciclismo; murió en 1976, con 40 años)».
Otaño ganó una etapa del Tour bajo la lluvia, lo que tuvo su lógica: «Para mí en Francia hacía mucho calor. Me iban la lluvia y el frío, así que me convenía más la Vuelta a España, que se corría en abril». Han pasado 57 años desde el triunfo en Le Bourg-d'Oisans, pero el recuerdo de aquella hazaña sigue fresco. Desde que se retiró, el errenteriarra no se ha dejado ver mucho en el Tour. «Solo he ido a la Vuelta a Francia dos veces, cuando ganó Joxe Nazabal en Vitoria y después cuando lo logró Miguel Mari Lasa en Biarritz». Espera volver este mes de julio.
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