Tadej Pogacar (UAE) sufrió una derrota de posguerra, de Europa de hambre y caminos impracticables. Una derrota que escapa a la imaginación, que desborda todo lo conocido y se adentra en el territorio de los sueños. El gran artista, que pierde casi seis minutos de ... golpe y llega a meta empujado por un compañero que le impide poner pie a tierra y le consuela. Es una tragedia griega, el hombre vencido por los dioses. Aplastado por el Tour de Francia. La derrota de Pogacar en Courchevel es la de Gino Bartali en el Izoard en el Giro de 1949.
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La oficina de correos es Francia. La Poste, con su cartel amarillo y la figura de un pájaro, es la autoridad de la República hasta en el último confín. En sus ventanillas se entregaban las crónicas que construyeron la leyenda del Tour. Por respeto a la histotria, las de la derrota de Pogacar deberían depositarse en la oficina en Courchevel, en la Place de la Croisette, y ser enviadas por correo ordinario hasta las rotativas. No es así, vuelan por el ciberespacio, pero el relato debe ajustarse al canon, el texto que Dino Buzzatti mandó a las oficinas del Corriere della Sera en Milán aquel día de junio de 1949:
«Cuando hoy, durante la ascensión por las terribles pendientes del Izoard, hemos visto a Bartali lanzarse solo en persecución, a grandes golpes de pedal, manchado por el lodo, hundidas las comisuras de los labios en un rictus que expresaba el sufrimiento de su cuerpo y su alma –Coppi ya había pasado por ahí hacía un buen rato y afrontaba las últimas rampas del puerto–, ha resurgido en nosotros, 30 años después, un sentimiento que nunca hemos olvidado. Hace 30 años, quiero decir, aprendimos que Héctor fue asesinado por Aquiles. ¿Resulta semejante comparación demasiado solemne, demasiado gloriosa? No».
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A. Algaba
Cualquier cosa que se quiera decir sobre la derrota de este miércoles de Pogacar ya está en esas líneas. Vingegaard remató el trabajo de la víspera en la contrarreloj sin necesidad de moverse. El Tour se le vino encima al esloveno llegando a la estación de esquí de Méribel, el último lugar civilizado de la etapa. A partir de ahí comenzaba la escalada por un camino de cabras, impracticable, entre telesillas, hasta el pico donde cuelga el último remonte. Hasta que el Tour asfaltó el sendero, allí solo se subía en tractor y de mala manera con rampas del 24%. A la vista de la pared donde iba a ser sacrificado, Pogacar se quebró. «Ya sin esperanza –escribió profeticamente Santiago Aizarna en este diario antes de la salida del Tour– y ya no poder sentarse, sin fuelle, sin corazón más que para doler aun latiendo». Así llegó Pogacar a la meta casi seis minutos después del maillot amarillo.
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El danés no es Fausto Coppi, pero es un campeón con todas las letras y el Tour hará bien en imitar a los organizadores de la Milán-San Remo de 1946 y elegir buenas canciones para cuando la carrera llegue a París el domingo: «Primer clasificado, Fausto Coppi. En espera del segundo, transmitimos música de baile». Habrá tiempo para danzar. Vingegaard aventaja a Pogacar en 7:35 y a Adam Yates (UAE) en 10:45. El Tour de la igualdad se va a resolver por la mayor distancia entre el ganador y el segundo desde 1997, cuando Jan Ullrich aventajó en 9:09 a Virenque y en 14:03 a Pantani. Los 7:35 actuales son casi indénticos a los 7:37 con los que Nibali ganó en 2014 a Jean-Christophe Peraud.
Vingegaard fue el primer sorprendido por la explosión de Pogacar, que se cortó sin que mediara ningún movimiento reseñable. El danés miró atrás para cerciorarse de que el retraso de su adversario no se debía a ningún problema técnico y cuando comprobó que simplemente se estaba descolgando se fue para delante. Apoyándose en los compañeros que le quedaban intercalados, no tardó en quedarse solo. En el UAE tampoco hubo lugar para la duda, Adam Yates se fue con Vingegaard sin esperar a su líder. Carecía de sentido. Pogacar estaba «vacío» –como él mismo definió en meta– y cualquier ayuda era inútil.
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5:45
minutos perdió Pogacar en la meta de Courchevel respecto a Vingegaard y su desventaja en la general se va a 7:35. Si la tendencia no cambia, el danés puede ganar el Tour con la mayor diferencia desde 1997, cuando Ullrich distanció en 9:09 a Virenque
Tampoco el inglés pudo resistir el ritmo del maillot amarillo, pero reforzó su tercer puesto. El doblete del podio es ahora el único objetivo realista para el UAE. Incrementó la diferencia con Carlos Rodríguez (Ineos) de cinco segundos a 1:16. Al granadino se le acercaron Simon Yates (Jayco) a 18 segundos y Pello Bilbao (Bahrain) –ambos excelentes en la fuga del día– a 49. Hay lucha por el tercer puesto... si Pogacar no se hunde más y revienta el sábado en el Markstein.
Después de 15 etapas magníficas de igualdad y canto a la alegría, el Tour volvió a su esencia y fue una carnicería. Hasta Vingegaard se quedó sin aire en la rampa final y casi no llega. La carretera fue un reguero de víctimas, con el cuerpo y el alma de Pogacar como principales sacrificados en el altar del viejo ciclismo.
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