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Si por algo es famosa la subida a San Luca es por la foto de Fiorenza Magni en el Giro de 1959 mordiendo una cámara atada al manillar para poder sujetar la bici y soportar el dolor de su clavícula izquierda rota. Se había caído ... dos días antes en la bajada de Volterra hacia Livorno. Rechaza que los médicos le escayolen y exige que le venden. Así supera dos etapas, hasta que llega la cronoescalada de Bolonia al santuario. Un esfuerzo tan violento, dos kilómetros al 11% con rampas del 16%, es inviable. Pero a su mecánico, Faliero Masi, se le ocurre la idea de atar el neumático al manillar para que el 'León de Flandes' lo muerda y pueda aguantar el dolor. Magni acabaría el Giro segundo, tras Charly Gaul.
Jonas Vingegaard (Visma) también despreció el dolor. Hace menos de tres meses tenía la cavícula rota, varias costillas clavadas en un pulmón y no podía moverse de su cama en el hospital de Txagorritxu, en Vitoria. Un dolor insoportable cada vez que tomaba aire. Y una persona respira unas 23.000 veces al día... Si Magni se fue al suelo en Volterra, Vingegaard probó la dureza del suelo en la bajada de Krutzeta, el 4 de abril en la Itzulia. Solo él sabe cuántas cámaras, cintas o cuerdas atadas al manillar ha mordido estos tres meses para soportar el dolor y poder llegar al Tour. Estar en la salida parecía una hazaña, pero poder competir al máximo nivel es otra historia.
En esa montaña que gobierna Bolonia y ensalza el sufrimiento, Vingegaard asestó un golpe psicológico importante a Tadej Pogacar (UAE). El esloveno es el nuevo maillot amarillo del Tour pero subió al podio como si hubiera perdido el Mundial. Arrancó en su terreno, a seiscientos metros de coronar la segunda subida, y el danés le respondió con una facilidad asombrosa. No resistió el arreón, salió como si fuera silbando. Si le dolía algo, no daba la más mínima señal de padecidimiento. Para dolor, el de las piernas del resto, empezando por las del líder, Romain Bardet (DSM), al que el maillot amarillo le ha durado un día. Ni siquiera ha podido llevarlo hasta Francia. Remco Evenepoel (Soudal) y Richard Carapaz (EF) mantuvieron el tipo y Primoz Roglic (Bora) asistió de lejos a la batalla de los dos mejores. No era lo que esperaba.
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Visto lo visto, con todo el mundo desperdigado por las últimas rampas de San Luca, Pogacar decidió tirar para adelante. Al principio, Vingegaard no quiso pasar. Se lo recriminó el esloveno y vio que, en efecto, no tenía ninguna razón de ser no relevar. Fueron juntos hasta la meta sin vaciarse en el esfuerzo. Evenepoel y Carapaz les alcanzaron en la recta final. El resto de favoritos llegaron 21 segundos más tarde.
Si su táctica en la primera etapa ya cambió el paso del Tour, porque hizo ver a todo el mundo que estaba mejor de lo que podía pensarse, le dio un revolcón. La facilidad con la que cogió la rueda de Pogacar establece un nuevo equilibrio. Ahora más de uno empieza a preocuparse de si no será Vingegaard el que suelte al esloveno mañana en el Galibier y no al revés...
Es cierto que Magni no ganó aquel Giro, pero la imagen perdura. A Vingegaard, con su pedalear encorvado y la emisora en la espalda, parecía que se le salían las costillas del cuerpo, pero todo debe de estar en su sitio.
Pogacar iba pensando sobre la bici y a cien metros de meta, cuando entraron por detrás Evenepoel y Carapaz, se dejó ir. Parecía estar provocando un segundo de hueco para no coger el amarillo y le confirmó esa intención al belga en meta. «¿Has cogido tú el amarillo?», le preguntó a Evenepoel. «Yo he dejado un pequeño hueco al final» para no acceder al liderato. Fue demasiado pequeño. La foto finish determinó que no había un segundo completo entre la rueda trasera de Vingegaard y la delantera del jefe del UAE y los jueces les dieron a todos el mismo tiempo.
No hubo más rentas porque las bonificaciones fueron para los escapados. Ganó Kevin Vauquelin (Arkea), que ya llamó mucho la atención en la Itzulia, donde acabó octavo, después de haber sido décimo en la Tirreno-Adriático y antes de ser segundo en la Flecha Valona. Es normando, tiene 23 años y pinta de muy buen corredor. Casi se cae al celebrar. Dos minutos más tarde, a Vingegaard no se le movió ni un músculo de la cara pese a ser el gran ganador de la jornada. ¿Seguiría mordiendo aún la cinta del manillar por el dolor como Magni? Mañana aclara las dudas el Galibier.
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