Fallece Txomin Perurena
Instinto rematador dentro de un cuerpo explosivoFallece Txomin Perurena
Instinto rematador dentro de un cuerpo explosivoCuántas cenas y tertulias habrán ahondado en esa excelsa obra que queda enmarcada en recuerdos de oro. Txomin Perurena pasará a la historia como un ciclista ganador. Un instinto rematador encerrado en un físico explosivo que ha derivado en un palmarés descomunal. Como todo ... lo inmenso, cuesta abordarlo sin caer en reduccionismos, pero él mismo se atrevió a resumirlo, incidiendo en los hitos más importantes, en el libro 'Oiartzungo txirrindulariak' de la colección 'Mugarri', editada por el Ayuntamiento de su localidad natal.
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En una sociedad, entre amigos, con algo que picar, como mandan los cánones, contó Txomin al redactor-admirador que se compró su primera bici de carreras en la tienda de Matxain de Errenteria en plena adolescencia y que en aquel lugar de culto conoció a José Manuel Lasa, Luis Otaño y Sebastián Elorza, referentes del momento.
Aquella bici y aquellas compañías aceleraron el proceso de campeón. Pero Perurena no recibió su primer ramo de flores por una victoria. Con catorce años participó en su primera carrera de manera improvisada. Fue a ver a unos amigos al barrio oiartzuarra de Altzibar y le picaron. «Me dieron un golpe por detrás antes de empezar que me rompió el cambio y salí más tarde que el resto. Hice toda la carrera por detrás pero al llegar a meta, Julita Ribera -madre del mecánico Iñaki Etxeberria- me entregó un ramo», contaba Txomin. Su talla humana le hacía rescatar aquel episodio por encima de muchas hazañas deportivas.
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Mikel Madinabeitia
El Diario Vasco
No se resistió a revolotear por pruebas informales englobadas por aquel entonces en la categoría de 'No federados', junto a ciclistas hasta diez años mayores que él, pero debutó oficialmente en juveniles, con 17 años, en el equipo Peña Otaño JOCC de Hernani. Su primer triunfo lo cosechó con 18 en Altsasu al sprint, y aquella temporada cayeron otras siete victorias.
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Resulta revelador de cuál fue el origen de esta estrella del ciclismo lo que contaba de su plan del día a día en aquellos años de juvenil. «Trabajaba en Errenteria y todos los días hacía el mismo entrenamiento en ayunas. De 'Bentas' bajaba a Astigarraga y pasaba por Urnieta y Andoain para volver por Donostia a Errenteria. Luego desayunaba y a currar. Y al terminar el trabajo, a casa en bici».
Su estreno como profesional tampoco fue del todo ortodoxo. Estaba de vacaciones en Andorra, con su amigo José Manuel Lasa, con la tienda de campaña, cuando la Federación de Gipuzkoa le llamó para disputar el Campeonato de España por regiones junto a Lasa y José María Errandonea. Fueron segundos tras haber marcado el mejor registro durante gran parte del recorrido.
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Subió definitivamente a profesionales en 1966 de la mano de Fagor, equipo con el que corría como amateur, y más allá de las seis victorias que consiguió aquel mismo año, fue su comportamiento en la Vuelta a España lo que anticiparía su identidad ciclista. «Disputé la Montaña, las Metas Volantes y las victorias de etapa», contaba. Ganó las metas volantes, fue segundo en la Montaña y, a base de perseguirlo, también conquistó la última etapa, en Bilbao y tras coger unos metros de ventaja en el alto de Castresana por los puntos de la Montaña. La competitividad que afloró aquella campaña daría mucha guerra en los siguientes años.
Aquel triunfo en la Vuelta le empezó a hacer popular, pero antes había logrado la victoria del estreno del palmarés que nunca se olvida. Ganó la clásica Bordeaux-Saintes. Toda una reivindicación porque se presentó en aquella carrera después de que Matxain le dejara fuera del equipo Fagor de la Clásica de Amorebieta que se corría el mismo día y tenía mayor prestigio en el entorno. Aquel curso también ganaría una etapa en la Euskal Bizikleta, la Subida al Naranco, una etapa en la Vuela a Ávila y la prueba premundial de Zumaia. Ningún director le dejó fuera de su equipo titular nunca más.
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Al año siguiente ganó otra etapa en la Vuelta. La segunda. En Ourense. Y allí se vistió de líder por primera vez. 31 días portó el maillot amarillo desde aquella vez en una grande en la que ha ganado doce etapas y cuya general acarició en 1975. Allí se clavó la gran espina de su carrera. Tras anotarse la decimotercera etapa en Tremp y colocarse como líder, perdió la Vuelta el último día, en una contrarreloj, dónde y en Donostia. Recordaba que «me pasó lo peor que me pudo pasar y algo que no deseo a nadie. Era consciente de que podía ganar y también de que podía hacer quinto. Me podían pasar Tamames -ganador a la postre-, Miguel Mari Lasa, Ocaña y el holandés Kuiper. Por desgracia, me quedé en el peor puesto. Segundo. ¡Por catorce segundos!».
No solo en la Vuelta tuvo protagonismo Txomin. También firmó grandes actuaciones en Giro y Tour. En la Grande Boucle logró el Premio de la Montaña en 1974 y en la Corsa Rosa se adjudicó dos etapas. La primera, en 1971, tiene su intrahistoria, tal y como señalaba Txomin. «En las salidas se hacía una especie de porra entre los medios de comunicación y aquel día me vino el periodista Chico Pérez diciéndome que había apostado por mí porque la meta estaba colocada en una pequeña subida. Me dio detalles sobre cómo eran los kilómetros finales en la localidad de Orvieto y me vino muy bien. Por aquel entonces, ni nosotros ni los directores nos preocupábamos por conocer las llegadas».
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Las palabras de 'Peru' denotan que entonces se corría «a lo loco». Lo asumía el oiartzuarra. «Yo empezaba en Andalucía y hasta La Rioja iba a tope. Toda la temporada. Para ganar 156 carreras no puedes centrarte en un objetivo específico. ¿Habría conseguido resultados más importantes si hubiera preparado mejor ciertas carreras? Me quedaré sin saberlo», decía.
Cazador de carreras de un día
Temido al sprint, también se defendía en las subidas. Y guardaba con cariño triunfos basados en un componente estratégico. Citaba aquel que logró en la Volta a Catalunya en una etapa que terminaba tras subir y bajar Envalira. «Miguel Poblet, que era el organizador, me dijo que en el descenso me podría venir bien un plato grande de 55 dientes. Solíamos llevar de 53. Sabía que subiendo igual me quedaría un poco y le hice caso. Pasó exactamente lo previsto. Perdí poco tiempo arriba y bajando alcancé a los favoritos y gané». Victorias que le hacían ensanchar la sonrisa.
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La gran mayoría de victorias de su palmarés corresponden a pruebas de un día. Era un cazador nato. Si apuntaba el día... No fallaba. Pero tiene excepciones. En 1972 se impuso en la general de la Vuelta a Levante y un año más tarde ganó la Volta a Catalunya. La metáfora de su trayectoria la vivió en la Vuelta al País Vasco de 1974, donde a pesar de anotarse cuatro etapas parciales, no se llevó la general final. En el segundo sector de la cuarta jornada, una contrarreloj de 32 kilómetros desde Hondarribia hasta Donostia -pasando por su Oiartzun natal-, no rindió al nivel de los mejores y perdió toda opción de aspirar al amarillo. Faltaba una etapa y Txomin colaboró con su compañero en el KAS Miguel Mari Lasa, quien sí tenía a su alcance la general, para que la victoria se quedara en el equipo. Lanzó al otro oiartzuarra en el sprint final, dentro del velódromo de Anoeta y Lasa remató el trabajo.
Contaría después que «no anduve nada cómodo en aquella semana. Gané cuatro etapas pero me costaba mucho. De hecho, en una concentración que hicimos tras la carrera no podía ni seguir a los compañeros. Tenía la tensión por los suelos». Ese era Txomin. Si no se le eliminaba, por muy tocado que fuese, remataba con su espíritu de superación.
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Lo de aquella Itzulia fue un ejemplo de generosidad dentro de un equipo con muchas figuras donde él tenía algo más que voz y voto. Se han escrito muchas páginas gloriosas del KAS de aquellos años, donde Perurena se convirtió en el recurso más rentable publicitariamente hablando. Entre 1970 y 1978 se anotó 120 victorias para la formación amarilla y azul cuya equipación 'vintage' sigue viéndose hoy en las carreteras vascas.
El último triunfo fue especial, en 1978, con 35 años, en la Vuelta a España y en Donostia. Salió aquel año del mítico equipo de la empresa de refrescos. «Nos dieron la insignia de oro y la patada al mismo tiempo», rescataba con humor Txomin. Aún completó una temporada más en Teka, aunque reconoció que «me sobró aquel año», el único en toda su carrera profesional que se saldó sin victorias.
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