Primoz Roglic (Bora) ha ganado su cuarta Vuelta a España, una victoria que le coloca en lo más alto de la historia de la carrera. El esloveno no pudo imponerse en la crono final –el triunfo fue para Stefan Küng (Groupama)–, pero su carrera no ... ha dejado lugar a la duda: ha sido el mejor, tal como refleja la clasificación. En un desempate con los nervios a flor de piel, le acompañaron en el podio final Ben O'Connor (Decathlon) y Enric Mas (Movistar), que dejaron fuera de la foto a Richard Carapaz (EF). El escalafón de la Vuelta, puesto negro sobre blanco. Finalmente, el australiano ha sabido defender su puesto de honor y no se ha hundido. El segundo escalón del podio es merecido, igual que el tercero de Mas.
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Tras una vida en el Jumbo, al que transformó en el mejor equipo del mundo, al final de la Vuelta del año pasado Primoz Roglic decidió dejar atrás su obra maestra. El equipo neerlandés, que dejaba mucho que desear a mediados de la década anterior, se convirtió en la formación hegemónica desbancando al Sky-Ineos de la mano del esloveno, de 2016 a 2023. No solo por resultados, sino por organización, metodología y conocimientos.
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Sin embargo, tras los acontecimientos de la Vuelta, en la que el equipo ordenó que ganara Sepp Kuss y hubo reuniones en las que se dijeron «cosas duras», Roglic hizo el petate. No sin antes despedirse del equipo de su vida con clase, ganando el Giro de la Emilia en la cara de Tadej Pogacar (UAE). Tenía un año más de contrato pero todas las partes acordaron que era mejor separa sus caminos. Fichó por el Bora, que le ofreció un contrato generoso.
Se tomó el inicio de 2024 con calma. Su objetivo era el asalto del Tour, consciente de que esta podía ser su última oportunidad, a los 34 años. No debutó hasta la París-Niza y fue décimo, puesto impropio para él. Se activaron las alarmas: el cambio de equipo, con todo lo que conlleva (material, compañeros, rutinas...), le había sentado mal. En la Itzulia acudió puntual a su cita con el suelo y, ya recuperado de las caídas, volvió en el Dauphiné y ganó. Otra caída en el Tour le mandó a casa.
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Y, de nuevo, se ha levantado del suelo demostrando una dureza inaudita: este domingo certificó su cuarta victoria final en la Vuelta a España, alcanzado el récord absoluto. Que el nombre de Roglic aparezca al frente es bueno para la Vuelta y los libros de historia.
Ha sido la victoria de la clase. Su carácter correoso y su tendencia a rodar por el suelo ocultan un talento sobresaliente. Y la determinación propia de todos los campeones. Al revés que Pogacar, un genio natural, Roglic es producto de una voluntad férrea. Saltador de esquí de élite, una caída le alejó de los trampolines y ya con 22 años se presentó en un club ciclista de Ljubljana diciendo que quería ser profesional. Para quitárselo de encima, le respondieron que tendría que pagárselo todo, incluida la bici, y que le costaría unos 5.000 euros. Pensaron que no le volverían a ver, pero a los tres meses regresó con una bici Willier y el resto del dinero, una parte prestada por su padre y otra, ahorrada con un trabajo en un supermercado.
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Su fama previa como saltador internacional y sus apabullantes parámetros físicos le abrieron las puertas del Adria, un equipo Continental. Empezó a correr pero se caía todos los días. No podía ni comer en las carreras, porque si soltaba el manillar se iba al suelo. Más que correr, se enfrascaba en batallas consigo mismo. Ese carácter lo ha mantenido y define su ciclismo calculador.
Es metódico, herencia del esquí, donde las cosas técnicas se trabajan de forma minuciosa e impera la disciplina y el orden. Le gusta ir a ver los tramos que le interesan de las carreras varias veces, algo que en la Vuelta no necesita tanto porque se la conoce como la palma de su mano. La metodología de prueba y error de los saltadores de esquí le beneficia en el ciclismo. La clave, sin embargo, es su talento, que es lo que hace la diferencia.
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Uno de los grandes secretos de Roglic es su aerodinámica extraordinaria, mucho mayor que la de la mayoría. El porcentaje de penetración en el aire es buenísimo y eso es lo que le permite, sin ser muy alto (1,77), mover los desarrollos tan grandes que mueve. Tiene mucha fuerza, pero la ventaja aerodinámica le permite mantener el esfuerzo mucho más tiempo.
A los 34 años, su cifra de victorias en la Vuelta podría aumentar. Tiene 34 años pero es un ciclista tardío y tiene firmado con el Bora al menos la temporada próxima. Habrá que ver si busca un último intento de asaltar el Tour o se decanta por el récord de cinco triunfos en la Vuelta. Haga lo que haga en el futuro, Roglic es el señor de la Vuelta.
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