Urgente Incendio en el centro de San Sebastián

El espectáculo del presente Campeonato del Cuatro y Medio ha estado por debajo de las expectativas. Dos partidos buenos y un par de exhibiciones individuales son un bagaje escaso para diecinueve encuentros. Los pelotazales debaten en las tertulias en busca de explicaciones. Algunas voces ... apuntan a la diferencia de calidad entre tres o cuatro grandes especialistas y el resto. Otras acusan a la excesiva velocidad de las pelotas como culpable de las largas tacadas, de los numerosos tantos de saque o saque-remate y de los resultados abultados.

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El material de las dos semifinales no ha llamado la atención ni ha merecido críticas negativas. La impotencia de Jaka fue patente en la racha de 22 tantos de Peio Etxeberria. En el Astelena se jugó con pelotas ajustadas a límites lógicos. Sin embargo, el seleccionador constata semana tras semana que nadie coge las pelotas más motelas o con menos tiro. Los manistas, todos o casi todos, entienden que hacen daño con la rápida cuando tienen el saque en su poder y van a por ella. También se quejan de que se gastan enseguida. En la jaula hay «más pelota que en las otras modalidades», constatan.

Sin perder de vista que la responsabilidad de jugar bien o mal recae sobre todo en los pelotaris, corresponde a responsables y técnicos de las empresas, así como al seleccionador y al pelotero, establecer el rumbo y encontrar un equilibrio. Existe cierta sensación de que la búsqueda de velocidad de la pelota en favor del espectáculo ha derivado hacia el exceso, hacia la falta de control. El cuatro y medio ha perdido parte de su esencia. Los partidos malos no desaparecerán, pero elevar el porcentaje de buenos, gane quien gane, beneficiaría a la competición.

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