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Jóvenes y veteranos bajo la misma txapela

Jóvenes y veteranos bajo la misma txapela

Dos generaciones ·

Tres agentes de la vieja guardia y dos jóvenes que empiezan hablan del pasado y del futuro de la Ertzaintza y de la vocación de servicio público que les une

Elisa López

San Sebastián

Sábado, 5 de febrero 2022

Tres veteranos y dos jóvenes. Ellos a punto de cerrar una vida dedicada al servicio público y ellas empezando a forjarse. El pasado y el futuro de la Ertzaintza comparten mesa y café en un charla amable y distendida, llena de recuerdos, anécdotas y emociones. Este periódico quería reunir a hombres y mujeres ertzainas -finalmente fueron tres miembros de la primera promoción y dos jóvenes-, y saber quiénes son y qué piensan. Conocer su lado más humano sin un guion al que ceñirse. ¿La excusa? Que la Policía vasca cumple estos días 40 años como símbolo del autogobierno vasco.

La cita tiene lugar en una de las salas de la Academia en Arkaute. 'Satur' González López, oficial de la sección de Miñones de Araba, rompe el hielo. Cuenta que entró en la Ertzaintza por puro espíritu de servicio público. Por vocación sentimental. 'Aingeru' Fernández, no. Jefe de la sección de 'Satur', considera que la vocación a veces llega después y que, en su caso, tenía «habilidades y capacidades para afrontar el proyecto» y no se lo pensó dos veces. José Antonio Varela, por su parte, vio en la Ertzaintza una oportunidad para ser funcionario. Jefe de Servicio Planificación Operativa y Protección de Infraestructuras y antiguo director de la Policía vasca, había estudiado Química y nunca pensó ser policía: «La imagen que yo tenía de 'poli' podía ser de municipal, guardia civil o policía nacional. La vocación surgió más tarde y, 40 años después, estoy enormemente agradecido a la Ertzaintza como institución. Hoy no me imagino qué otra cosa hubiera hecho en la vida...».

-¿Cuál era su modelo? ¿Qué tipo de policía querían ser?

-Lo que teníamos claro es lo que no queríamos ser. Se habló mucho del modelo inglés. Incluso vinieron a Arkaute unos 'bobbys' ingleses. También se apuntaba al canadiense. Siempre a modelos orientados a la cercanía al ciudadano.

'Aingeru' escucha atentamente las palabras de José Antonio y argumenta que «lo que no queríamos era el único modelo que entonces había, el de la dictadura. Eran años muy convulsos. Nosotros apostábamos por un modelo integrado, joven y profesional».

Vídeo. Testimonios de ertzainas jóvenes y veteranos. Rafa Gutiérrez

Llevar armas

José Antonio cuenta que en la primera promoción se llevó a cabo una votación «para decidir si debíamos llevar armas o no, y salió que 'no'. Yo voté 'no'. Éramos jóvenes y vivíamos en una inocencia absoluta». Una inocencia que se le rompió el 7 de marzo de 1985 con el asesinato de Carlos Díaz Arcocha, el máximo responsable de la Ertzaintza en aquel tiempo, una persona «muy cercana y querida». Le tocó intervenir en las diligencias de este atentado de ETA. Fue muy duro. Ese día se dio cuenta de que la banda terrorista iba a por ellos. Y sintieron miedo. Más por sus familias que por ellos.

'Aingeru' mira a José Antonio y le dice que él votó 'sí' al empleo de armas. Entró en la academia plenamente consciente de cuál era el contexto que se vivía. Esa entrada a Arkaute supuso un trauma para su familia; una parte le apoyó, pero otra le rechazó para siempre. Era consciente de los años terribles que corrían y de que una parte de la sociedad no comulgaba con el planteamiento idílico de una policía diferente; integrada en el pueblo y euskadun. Eran los ochenta, los años de plomo, los más sangrientos y de horror de ETA. «Yo he estado toda mi vida profesional en unidades operativas, inmerso en esa tesitura y el precio a pagar ha sido terrible, sobre todo en la familia», continúa 'Aingeru'. José Antonio le da la razón: «Muchas veces, la familia no era consciente de lo que te podía pasar...». Patricia y Lara les miran atentamente. Ellas son jóvenes y no saben bien de qué hablan sus compañeros. No vivieron esas décadas de terror.

Un hito en 1986

En ese tiempo, se vivió un hito en el aprendizaje de la Ertzaintza. Fue en mayo de 1986: «Un grupo de 31 agentes fuimos a Ávila a formarnos en materia judicial y científica de la mano de la Policía Nacional. Fueron unas nociones básicas pero importantes. Lo gestionó Genaro García de Andoain, que era un nacionalista... Aquella gente vivía unas condiciones terribles, condiciones que lamentablemente nosotros también empezamos a sentir», recuerda José Antonio.

En este momento de la charla, recuerdan sus comienzos y las reacciones de la gente al enterarse de que eran ertzainas. «No todo el mundo nos quería, ahora tampoco», expresan casi al unísono. 'Satur' insiste en que él sabía qué significaba ser policía: «Yo quería serlo, tenía vocación, y me daba igual policía nacional, que guardia civil o ertzaina... quería ser un policía próximo a mi pueblo. Como dice Aingeru 'éramos jóvenes e íbamos a por todas' y estoy orgulloso de ser lo que soy».

Saben que siempre ha habido quienes les aplaudían y quienes les daban la espalda o cosas mucho peores.... «En las ciudades la presión era menor que en los pueblos. Era tremendo, cuanto más pequeños y cuanta más tendencia al mundo de ETA y de la izquierda abertzale, peor. Se pasaba mal», reflexiona José Antonio. Dice que quiere contar una 'batallita, lo que provoca la risa de los demás. «La primera actuación importante de la Ertzaintza, cuando aún estábamos en la academia, fue la visita a Loiola del Papa Juan Pablo II en 1982. Atravesamos la Gipuzkoa profunda, con el traje de gala además, y hubo de todo, aplausos y bienvenidas, pero muchos silbidos». No sabe por qué pero a 'Aingeru' esta anécdota le recuerda al primer día en Arkaute: «Llegamos un lunes, éramos jóvenes inocentes... Pero a las horas volvimos a casa con nuestra maletita en la mano porque no había nada, la infraestructura estaba a medias, faltaban camas...».

-En esa primera promoción no había mujeres, ¿cómo las recibieron?

-Llegaron un año más tarde porque no había una infraestructura adecuada para todos. Las recibimos como a compañeras, éramos todos iguales. Y misóginos hay en todas partes, claro, pero ellas siempre fueron respetadas.

Mirar al futuro

Después de un largo rato de anécdotas, emociones a flor de piel y pasado, toca mirar al futuro y dar protagonismo a la nueva generación, que en esta cita está representada por Patricia y Lara, dos jóvenes vitorianas. Las razones que les llevaron a ser ertzainas fueron absolutamente diferentes.

Patricia entró en Arkaute con ilusión y respeto, «como a cualquier trabajo nuevo al que accedes». Le costó descubrir que tenía vocación de servicio a los demás. Pero la tenía. Nunca se había planteado ser policía, ni tampoco nadie se lo había sugerido. «Estaba estudiando la carrera de Trabajo Social, en tercer curso... pero me di cuenta de que no me llenaba. Entonces, no sé por qué, empecé a fijarme en los coches patrulla que recorrían las calles de la ciudad. Se me iban los ojos, y quise investigar. Lo llevé en secreto durante un año. No conté nada a nadie. Empecé a entrenar en el gimnasio por mi cuenta», relata. Y un día invitó a su madre a comer y se lo soltó: «Ama quiero dejar la carrera y presentarme a las pruebas de la Ertzaintza». Le dejó sorprendida, pero en lugar de interrogarle le dijo lo que ella esperaba: «Adelante si es lo que quieres». Su familia lo aceptó, y también su cuadrilla, aunque hubo gente que le cuestionó y no entendió su decisión.

Después de escuchar la historia de Patricia, los tres veteranos se interesan por Lara, quieren saber cómo y por qué llegó a Arkaute. Ella lo cuenta. Es licenciada en Física. Su intención al terminar la carrera fue hacer el CAP, un máster para poder trabajar de profesora. Ya daba clases particulares y le gustaba. Empezó en un puesto de administrativa mientras valoraba la opción de dedicarse a la enseñanza. Pero todo dio un vuelco. Su marido, que ya era policía, le animó a preparar la oposición para entrar en la academia. Tanto él como compañeros ertzainas veían que tenía cualidades.

-¡Un cambio radical!

-Sí (risas). La física me apasionaba, pero fui a un mundo que no tenía nada que ver. Mi pareja me aconsejó y me pareció que podía hacer una buena labor, sobre todo en tarea asistencial, la misión que más me motivaba, la cercanía con los ciudadanos y ser útil a los demás hicieron que me decidiera. Reconoce que no tenía vocación, pero apareció enseguida: «Es que es impresionante el sentimiento que uno tiene cuando ayuda a alguien. El agradecimiento de las personas es muy gratificante».

Todos suscriben las palabras de Lara. Les ha tocado la fibra. 'Satur' insiste en que es verdad, «es algo que sentimos y hay que vivirlo para poder expresarlo».

-¿La gente reconoce esa labor más humana de la policía?

-Hay un sector con una ideología, quizá heredada, que tiene una imagen de policía represora. No tiene sentido. Es una imagen distorsionada. Que pertenezcas a la policía no quiere decir que seas represor, ni de derechas, ni tonterías de ese tipo.

Lara es tajante en este sentido. Patricia lamenta la falta de información en torno a las tareas de un ertzaina: «Cuando cuento lo que hacemos hay gente que se queda perpleja, no saben que en el día a día el 95% de las actuaciones son de labor asistencial. La ciudadanía debería saberlo».

En este sentido, y en cierto modo, los tres veteranos consideran que se ha cumplido ese sueño romántico de ser 'la policía del pueblo'. Aunque lamentan que el mundo violento y radical les pusiera tantos impedimentos para «lograrlo del todo». José Antonio destaca que «en ese ambiente había muchos intereses para que no fuéramos 'polis cercanos'». Pero 'Satur' no le da importancia. Cree que la gente demanda más presencia policial, «vernos les da seguridad». 'Aingeru' se confiesa orgullosísimo de haber sido parte de la Ertzaintza.

El debate está llegando a su fin y surge el tema de las asignaturas pendientes o los retos de futuro. Y no tienen duda: «El tecnológico es un reto importante, cuando empezamos no había denuncias por internet, las estafas se hacían de otra forma. La especialización es otra asignatura, como adaptar el modelo de liderazgo a la nueva realidad, a las nuevas generaciones. Nosotros éramos pura ilusión y trabajábamos dos mil horas. Recuerdo una huelga que hicimos aquí, en Arkaute, tres días sin ir a casa ni para cambiarnos los calzoncillos, y durmiendo en los calabozos. Hoy sería impensable».

Es el momento de la despedida, pero José Antonio no se va sin dar unos 'consejos de abuelo cebolleta' a las chicas: «Patricia acaba la carrera, que luego querrás ascender, y tú Lara, que eres licenciada en Física, métete en la científica. Y sed buenas compañeras».

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