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Jokin Altuna: «Mi vida no ha cambiado con la txapela»

Jokin Altuna: «Mi vida no ha cambiado con la txapela»

Premios Deportistas Cinco Estrellas ·

UNAI LENIZ

Miércoles, 21 de marzo 2018, 08:22

Con un frontón a 100 metros de casa que además lleva tu nombre (o, más concretamente, el de tus tíos), el destino de Jokin Altuna (Amezketa, 1996) no podía ser otro: «He pasado horas viendo jugar a mis tíos. Ahora son ellos los que vienen a verme a mí», dice entre risas el tercero de una saga de pelotaris.

Con solo 21 años, el delantero se alzó en 2017 con el título del Cuatro y Medio al superar en el Frontón Bizkaia a Urrutikoetxea por 22-21, por ahora el trofeo más preciado de una vitrina que va cogiendo calor. Allí lucen, entre otras, las txapelas conquistadas en 2014 que le acreditan como campeón del Torneo de Zumarraga, del Torneo Biharko Izarrak y del Torneo Diario Vasco. También está el subcampeonato de la jaula, título que le arrebató en 2016 Bengoetxea VI al derrotarle en el Ogueta por 22-21.

Una carrera fulgurante que, sin embargo, no ha cambiado un ápice la vida a este estudiante de Magisterio: «Fue un premio muy grande por todos los años que llevo trabajando para estar ahí arriba. Ha sido un paso muy importante en mi carrera, pero al final sigo entrenando de la misma manera y sigo haciendo las cosas igual», asegura con aplomo.

Altuna III no pudo acudir a la entrega de premios del María Cristina por motivos laborales (Jon Apezetxea, intendente de Aspe, recogió el trofeo en su nombre), así que en su lugar se proyectó un video en el que el de Amezketa expresó su agradecimiento «a todos los que han votado por mí. Siento no haber podido acudir al acto, pero compromisos laborales me lo impiden». Porque, como insiste, «mi vida no ha cambiado en este tiempo. Ya lo dije cuando gané la txapela: le doy más valor a estar arriba todo el año; de nada me valdría sacarla si luego iba a estar dos años rindiendo a un nivel bajo. Hay que ser regular y para eso hay que trabajar mucho, algo muy difícil de conseguir».

Con solo 21 años, el pelotari se adjudicó en 2017 la txapela del cuatro y medio

«Me gusta ver todos los partidos del fin de semana y analizar a los pelotaris»

Porque, para un pelotari, «el año es muy largo y se hace muy duro; si llegas lejos en un campeonato el siguiente llega enseguida. En junio del año pasado nos dieron vacaciones y viene bien porque desconectas», algo que viene fenomenal, sobre todo si entre entrenamiento y entrenamiento tienes que sacar tiempo para sacarte una carrera: «Hay que tener pensado algo para el futuro, no siempre vamos a estar aquí. Era impensable hacer Magisterio en cuatro años, así que cojo menos asignaturas con el objetivo de sacarla en 5 ó 6».

Un «enfermo» de la pelota

En todo caso, en la familia Altuna es complicado evadirse de una pasión que les brota por los poros: «Si no es por una cosa es por otra. Al final siempre estás hablando de pelota, así que aprovecho para desconectar con los amigos siempre que puedo. Si estás dándole vueltas a la misma cosa te puedes quemar. Pero sí; soy un enfermo de la pelota. Me gusta ver todos los partidos del fin de semana; quiero analizar, ver la evolución que tiene cada pelotari y cómo va la carrera de cada uno. Los que estamos ahí nos conocemos desde pequeños, pero en profesionales todo es más difícil, hay mucha más presión de fuera».

Pero, pese a su juventud, a él no parece importarle demasiado lo que opinen de él: «La gente te critica más y te puede llegar a influir, estás más nervioso. Pero eso también hay que saber llevarlo». Y habla con el mismo desparpajo con el que salta a la cancha. «No sé cómo definirme; los periodistas, la gente ya me definirán como quieran. Yo al final lo que hago es salir a jugar, ser yo mismo, jugar atrevido. Cuando salen las cosas, bien; y si no, perdemos nosotros también». Le va el pil-pil: «Sí, claro, a todos los delanteros nos gusta terminar el tanto. Cuando no me salen las cosas digo que es mejor intentarlo que no haberlo hecho; es mejor fallar tú que estar a la espera y que al final te hagan el tanto a ti».

Pero Jokin no cambiaría esto por nada del mundo: «Para mí es mucho más que un deporte; llevo toda mi vida y he hecho muchísimos amigos. Hasta que debutas en profesionales es mucho más duro que otros deportes porque vas solo con tus padres a jugar a Pamplona, a Gasteiz, a Bizkaia... Pero para mí tiene otras cosas muy buenas. Con el rival te cambias en el mismo vestuario y esto te hace tener una mejor relación. Por este lado es un deporte único».

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