Edorta Lamo estaba este martes contento, pero desconcertado. «Yo vivo en el pueblo y aquí hay demasiado follón», bromeaba en la gala de Toledo. Tras regentar durante quince años A Fuego Negro, el 'garito' de la calle 31 de Agosto de la Parte Vieja ... donostiarra, optó por regresra a Kanpezu, el pueblo alavés donde nació, para desarrollar Arrea!, un proyecto personal vinculado al entorno y a las raíces y bautizado como «cocina furtiva».
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«Ahí, haciendo lo que me gusta, me encuentro ahora esta estrella y una estrella verde. Vendrán bien para posicionarnos y para que nos conozca más gente, pero nosotros seguimos a lo nuestro», explicaba este martes a este periódico junto a su hermana Amaia, compañera de viaje desde A Fuego Negro y ahora también en la gestión de Arrea!
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El Lamo joven iba para artista, atraído por el mundo del dibujo y las artes escénicas, pero tiró por la gastronomía. Estudió en la escuela de cocina de Oñati, en Gipuzkoa, y en la estadounidense New Jersey compaginó el oficio de los fogones con su afición por la música y por la cultura 'underground' de la época. A su vuelta pasó por cocinas de Sierra Nevada o Granada hasta parar en el restaurante Branka, en la capital guipuzcoana, donde Pablo Laureiro, hoy cocinero y propietario del Urola, le trasmitió el amor por el producto. Aquellos años los combinó Lamo con su faceta de DJ en distintos clubs de la ciudad, según la biografía recogida en el grupo Mantala de nuevos cocineros vascos.
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Tras una estancia en Arzak, finalmente montó su propio negocio, 'A Fuego Negro', «un lugar de cultura sociable, urbana y activismo constante», donde Edorta aplicaba su afición por el o el grafity, «porque deseaba un 'bareto' con cocina creativa, llevado a la calle y adaptado al pintxo».
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Cerró a Fuego Negro y con el regreso a Kanpezu Edorta Lamo ha recuperado un tipo de cocina enraizada en la zona, la llamada «furtiva», «relacionada con el trabajador del monte que cazaba por motivos económicos». La línea de 'Arrea!' tiene un hilo conductor basado en la historia, contada en platos que contienen caza, pesca o huerta y que reivindica la identidad de la zona. Clientes del entorno y otros llegados de lugares bien diversos conviven en ese atractivo caserón de pueblo que desde hoy exhibe estrella.
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