Secciones
Servicios
Destacamos
No recuerda cómo llegó a Proyecto Hombre. Tampoco es capaz de situar el momento en el que otro trago empezó a ser un problema. «A mi me trajeron aquí. Yo no era consciente de lo que me pasaba», dice este donostiarra de 60 años ... que prefiere mantener su nombre en el anonimato. Propone «David» para mencionarle en el artículo, «por el libro que estoy leyendo sobre Leonardo Da Vinci. Antes era un lector empedernido. Pero también dejé de lado la lectura». Fue el alcohol el que le arrebató su vida anterior, una en la que compartía los quehaceres con su mujer, le compraba flores – «antes era muy detallista»– o seguía cada partido de fútbol de su hijo. Sin embargo, llegó a un estado de «apatía total» en el que «ni sentía ni padecía. Nada más levantarme empezaba a beber. Mi desayuno era una caña, o dos si se terciaba». Llegaba a beberse «hasta 4 litros de cerveza al día» sin parpadear, según afirma este hombre, que después de dos años se encuentra a pocos meses de recibir el alta en el programa Itxaro, que asiste a personas con dependencia del alcohol.
Esta ha sido la adicción principal antes de iniciar el tratamiento en los programas de ayuda de Proyecto Hombre Gipuzkoa, que representa el 34,9% de los casos, por encima del consumo de cocaína (26,4%), las anfeta-metanfetaminas (10,7%) y el cannabis (10,4%). Les siguen el speed (3,8%), la heroína (2,7%) y el hachís (2,3%) según los datos de la memoria de 2020.
David empezó a beber «desde crío. A los 14 años ya bebía vino a diario en casa, durante la comida. Era lo habitual. Y cuando empecé a disponer de dinero, me juntaba con la cuadrilla a potear», cuenta este hombre, sin saber ponerle fecha al momento en el que su vida se torció y entró en una espiral sin límite. «Fue algo gradual. Mi mujer lo sitúa cuando nació el segundo hijo, por aquellos años».
El hecho de trabajar en un bar le 'facilitaba' las cosas. «El bar es nuestro, los dos trabajábamos ahí y yo tenía todas las oportunidades para beber. Cuando estaba ella, le decía que tenía que salir a hacer recados y me iba al bar de enfrente a beber. Pero lo mío no era algo aparatoso, de estar tirado en un banco inconsciente, esa imagen desastrosa con la que solemos asociar el alcoholismo», explica David, queriendo alejar los clichés en torno a esta enfermedad. «Yo era discreto. Empecé a mentir, a esconder bebidas en casa, a desentenderme de las tareas del bar, a alejarme de la gente... Llegaba borracho a casa y me quedaba dormido. Me hubiese muerto de inacción. Me daba todo igual, la dejadez era total».
Noticia Relacionada
Su cerebro se programó para beber, aunque en realidad no lo deseara. «De hecho no sentía nada cuando bebía. Solo lo hacía, era insensible». Se sobrecoge al escucharse. «Me engañaba diciendo que bebía mucho porque tenía sed. A mí aquello me parecía normal». Era la forma de adornar su dependencia del alcohol, pero su «ansia» era tal que «con lo que bebía podía emborrachar a dos personas más. Era una esponja», dice. Tras varias intentonas en alcohólicos anónimos –llegó a estar «6 meses sin beber»–, entró en el programa Itxaro de Proyecto Hombre en octubre de 2019. Llegó físicamente tocado a consecuencia de las «borracheras y el tabaco». Un cáncer de vejiga y otro de boca. «Estando aquí fui consciente de que tenía un problema con la bebida, pero no quería ponerle nombre. Me explicaron el proceso. Al principio iba un par de horas a la semana; después de lunes a viernes, durmiendo ahí y ahora estoy en la última fase, la de reinserción», repasa David, quien afirma que no le resultó «muy duro» cortar de golpe con el alcohol.
«Una vez entras aquí no tienes que beber. Al principio siempre te llama más, piensas en ello, pero me daban una pastilla y además por mi carácter si me dicen que no beba dejo de hacerlo. He tenido recaídas, bebiendo cerveza sin alcohol, pero es la puerta que te lleva a mantener el hábito», advierte este hombre.
Con el tiempo se ha dado cuenta de su «problema» y no puede contener el remolino emocional. Ahora está abierto al mundo. «Me siento despierto. He retomado el interés por las cosas, la lectura, las relaciones de amistad y familiares de las que me fui alejando y ahora me encuentro estupendo, feliz», afirma con el convencimiento de haber empezado «un camino y por ahí voy a seguir. Además después de todo lo que he pasado...».
Se emociona cuando piensa en su familia. «Me he sentido muy apoyado por ellos en todo momento. Mi mujer siempre ha estado conmigo y se ha ocupado de todo. De la casa, del bar, de los hijos... Ahora es normal que tenga sus dudas porque ella ha pasado mucho». Lo que tiene claro este donostiarra es que si vuelve al bar lo hará «de visita».
Un sorbo de champán al niño en una boda o un trago de vino en la comida. La aceptación social del alcohol resulta tan generalizada como perniciosa, tal y como señalan desde Proyecto Hombre. El programa de alcoholismo Itxaro atendió el año pasado a 70 personas (42 hombres y 28 mujeres) con problemas de alcohol, una adicción que padecía el 34,9% de los usuarios antes de iniciar el tratamiento, por encima de la cocaína (un 26,4%). Según los datos recogidos en la memoria de 2020 de esta fundación, el perfil medio era el de un varón de 56 años y con trabajo. Además, se observó un aumento del doble en el número de atenciones por adicción al juego, en el caso de los hombres, y a las compras online, en el caso de las mujeres.
Según los últimos datos, el Programa de adicciones comportamentales atendió a 76 usuarios el último año frente a los 36 atendidos en 2019 «y cada vez el perfil es más joven y más complejo, necesita de mucho más apoyo».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.