El comercio chino se expande por Gipuzkoa con nuevos negocios

Han revolucionado el tejido comercial con peluquerías 'low cost', locales de manicura y tiendas de ropa. El barrio donostiarra de Gros es el mayor exponente de esa expansión

Viernes, 27 de enero 2023

La población china se abre cada vez mayor paso en el comercio local de Gipuzkoa. Esta pequeña comunidad, que la semana pasada celebró su nuevo año, apenas congrega a 1.400 personas en el territorio, pero su presencia a pie de calle se está haciendo cada vez más visible, concentrada en determinadas zonas comerciales.

Llegaron hace casi cuarenta años al territorio, rompieron moldes de una sociedad gastronómicamente rica y socialmente hermética y durante este tiempo han ido cambiando el foco del tipo de negocio, del rollito de primavera a la manicura, pasando también por bazares, peluquerías o tiendas de ... ropa, entre otros.

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El barrio de Gros de Donostia, sin llegar a convertirse en 'Chinatown', al menos por ahora, se ha convertido en el mayor exponente de esta expansión comercial, con 38 comercios regentados por población china, según el recuento realizado por este periódico. Y si hay una calle especialmente representativa, esa es Gran Vía. 'Rueda Asia', 'Destino peluquería', 'Sasa', 'Aya Moda', 'Magia'... De 47 locales que hay en esta vía de San Sebastián, 10 están regentados por chinos. «Ahora mismo es el mejor barrio en el que abrir un negocio. Está de moda, tiene mucha vida y los alquileres no son tan caros como en el centro», explica Adela Zixi Lu Wang, directora del Instituto Chino de Gipuzkoa.

Pasear por las calles de Gros es hacer un recorrido por la evolución de esta comunidad en el territorio. A principios de los 90, aquellos primeros migrantes con ojos rasgados que venían directos del gigante asiático introdujeron sabores novedosos como la soja, creaciones culinarias exóticas en forma de wantungs; o nuevas versiones de comer arroz, con el 'tres delicias'. La apertura de restaurantes chinos fue la llave para abrirse camino a una nueva vida en Occidente.

Después, el paso de la peseta al euro reconvirtió los clásicos 'Todo a 100' en bazares en los que los clientes tenían que ingeniárselas para que el dependiente, normalmente poco curtido en el castellano, entendiera qué clase de cachivache buscaba entre las miles de unidades de todo tipo de productos que tenían en el local. Aquellos bazares se multiplicaron en poco tiempo y posteriormente, se complementaron con otras superficies similares pero de mayor tamaño ubicadas a las afueras de las ciudades.

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Adela muestra un cartel que da la bienvenida al Año Nuevo Chino. LOBO ALTUNA

A mediados de los 2000, empezaron a verse ciudadanos chinos tras los mostradores de otro tipo de comercios, como tiendas de ropa con precio asequible o de chucherías. Y ya en la última década, la apuesta han sido las peluquerías 'low cost' y, sobre todo, los locales de manicura, generando así un nuevo hábito de cuidado de las uñas entre la población fundamentalmente femenina de Gipuzkoa, que antes de la llegada de estos negocios no existía.

«Pero hay más», apunta Adela. Además de comercios dedicados a la decoración del hogar, «otro chino cogió el Coviran de la calle Iparragirre, y tiene un apartado solo de comida china. Eso nos facilita mucho la vida».

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Esta mujer de 40 años y que llegó hace veinte a San Sebastián, remarca que la expansión de la tipología comercial responde más a una cuestión «de supervivencia, que a una necesidad de integración. Tanto a nivel social como cultural, somos bastante cerrados», reconoce.

La población china, caracterizada por ser sigilosa, trabajadora y reservada a partes iguales, ha ido creciendo de forma progresiva en Gipuzkoa, aunque muy alejada de cifras que arrojan otras comunidades como la latina o la magrebí. E incluso dentro de los migrantes procedentes de Asia, la población paquistaní en Gipuzkoa supera con creces a la china.

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Concretamente, los ciudadanos nacidos en el gigante asiáticos afincados en el territorio guipuzcoano han pasado de los 281 en 2002 a los 1.442 habitantes que se registraron el año pasado, en su mayoría mujeres. «Al crecer la comunidad, tienes más opciones para relacionarte con gente de tu país. En mi caso, ahora tengo más amigos chinos aquí que cuando llegué en 2004», explica la directora del Instituto chino, que subraya que ya se empieza a apreciar un cambio de mentalidad en las segundas generaciones que residen en el territorio. «Algunos se sienten más vascos que chinos, y se nota mucha diferencia también en los chinos que se han casado con gente de aquí. Son más abiertos».

La dedicación al trabajo es el factor diferencial entre aquella primera generación de chinos y la actual. Aunque sigue siendo la piedra angular de sus vidas, los residentes en Gipuzkoa han empezado a introducir conceptos como las vacaciones con cierta regularidad, y su mentalidad está a medio camino entre los chinos que continúan en su país y los guipuzcoanos. «Cuando le cuento a mi padre, que sigue en China, que estoy de vacaciones, le preocupa que no esté trabajando lo suficiente. Ya le digo que no se preocupe, que meto horas de sobra», comenta entre risas Adela. «Para nosotros trabajar mucho está bien visto, es un orgullo, no es un sacrificio. Es nuestra responsabilidad para hacer el trabajo bien hecho, y es la forma de llegar al éxito», explica..

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A lo largo de este proceso de instalación de la comunidad china en Gipuzkoa, y dado su carácter a priori impenetrable, no han sido ajenos a la rumorología. Son cuestiones que pendulan entre los falsos mitos y las costumbres de una sociedad con gran arraigo a su país y en la que el peso de la familia es muy relevante. «En eso nos parecemos mucho a los vascos. La familia para nosotros es muy importante, y nos juntamos mucho», apunta Adela. Y ese apego con el entorno social se materializa a la hora de necesitar financiación para poner en marcha un negocio. «Si son grandes cantidades, como para una casa, sí que vamos al banco, pero en la medida de lo posible intentamos prestarnos el dinero entre nosotros», corrobora.

En el caso de Gipuzkoa, la directora del Instituto chino subraya que «la comunidad que hay aquí es bastante joven». No obstante, los primeros migrantes que ya están en edad de jubilarse regresan a su país. «Los mayores prefieren pasar la última etapa de su vida en su hogar. No quieren dejar el cuerpo en el extranjero cuando se mueran».

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Y esto responde a otra cuestión. «En China, no es como aquí. Allí hay varias cuotas en la Seguridad Social, y son asumibles económicamente, por eso muchos ciudadanos que emigraron la siguen pagando para tener una pensión cuando se jubilen y regresen a China».

Más allá de las múltiples diferencias, también se dan similitudes. «Los vascos también son muy trabajadores, disfrutan de la gastronomía, y lo que más me gustó descubrir es que saber euskera hace más fácil aprender el chino, porque el orden de las frases es similar y porque también diferenciamos la 'tz' de la 'z'. Cuando pronuncio 'Zazpi' perfectamente la gente se sorprende», dice orgullosa.

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