Han pasado días en calabozos, esposados, y han dormido noches en la calle, en un banco, bajo unos arcos. La última vez, esta semana en Irun. En la plaza San Juan. El pecado de Oumar S. y Youssoupha S., ambos de Guinea Conakry, es «no ... tener papeles». Y peor aún, sus perspectivas se complicaron desde que son considerados 'dublinados'. Francia los ha devuelto a España porque es aquí donde supuestamente tramitaron la solicitud de protección internacional en la Unión Europea, algo que ambos niegan. Ahora quieren volver a cruzar sin pedir el asilo que el Reglamento de Dublín les obligaría a hacerlo en el país por el que registaron su entrada en Europa.
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Sentados en un banco, en 30 minutos cuentan sus vidas, sin prisa. «No tenemos nada que hacer», dicen. Ni que comer. Arranca Oumar. Más de dos años le costó llegar a Canarias. «Pasé casi dos años en Marruecos, tratando de reunir el dinero para seguir. Trabajé en el campo y me pagaban 8 euros al día». Al poner pie a tierra en las islas, «la policía nos recogió. Me hicieron firmar unos papeles que no entendía y al llegar a Francia me dijeron que había firmado una petición de asilo en España. ¿Cómo voy a hacerlo si mi meta era ir a Francia? Solo hablo francés», razona Oumar.
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Oskar Ortiz de Guinea
Luce una sudadera euskaldun que le regalaron en su anterior paso por Irun, en abril. No se la quita. «Aquí me cuidan mucho y le tengo cariño». Tiene 31 años y una mujer y dos hijos de 4 y 5 años en Conakry. Su ilusión es reunirse «todos en Francia. Si no logro papeles, volveré a Guinea», donde trabajaba como DJ y en una emisora de radio. En su teléfono muestra fotos ante el micrófono.
Tenía una vida ordenada pero, según apunta, pertenecer a la etnia peul «está perseguido». Algo similar narra Youssoupha, de la misma etnia, con madre y dos hermanos en Guinea, y con una experiencia similar en Marruecos y también en Canarias con la petición de asilo. Junta las muñecas para describir cómo lo metieron esposado en un avión de Lyon a Madrid. Pese a todo, está agradecido a la policía. «Me salvaron en el mar, y otros compañeron se quedaron ahí». Es su segunda vez en Irun, por lo que la normativa del recurso de Hilanderas le impide pernoctar. «Hoy lo he hecho porque he dado un nombre falso, pero me han dicho que si no les llevo documentación no podré repetir». La red de acogida preparó una tienda de campaña, pero la llegada de la Policía Nacional hasta el centro, donde se llevó a un grupo de subsaharauis, les quita la idea de la tienda, y también la de Oumar de cruzar la muga esa noche. Tenía pensada la manera. ¿Cómo? Y sonríe.
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