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El primer día sin mascarillas en interiores se ha estrenado con cautela. Muchos guipuzcoanos se resisten a desprenderse del protector y están optando por conservar la prudencia y no abandonarla en una cajón, a pesar de que la normativa ya permite no cubrirse la cara ... en la mayor parte de los recintos cerrados. La principal incógnita han sido los lugares de trabajo. El texto publicado en el BOE esta mañana no ha aclarado más detalles y se ha limitado a señalar que «con carácter general no resultará preceptivo el uso de mascarillas. No obstante, los responsables en materia de prevención de riesgos laborales, de acuerdo con la correspondiente evaluación de riesgos del puesto de trabajo, podrán determinar las medidas preventivas adecuadas que deban implantarse en el lugar de trabajo o en determinados espacios de los centros de trabajo, incluido el posible uso de mascarillas, si así se derivara de la referida evaluación».
En la práctica las decisiones de las empresas han sido dispares. Una parte mantiene el cubrebocas a la espera de la decisión de salud laboral y otras han permitido a sus trabajadores estar sin mascarilla como han hecho las administraciones públicas.
En la calle, las escenas han sido variadas. Caras al descubierto en los interiores pero también rostros tapados por precaución. «Estoy viendo una prudencia mucho mayor de la que esperaba», explica Jose Mari que paseaba a primera hora por el centro de San Sebastián y se ha acercado a una panadería a comprar el pan y el periódico y ha tomado café en otro local. En el Bar Legarda, su propietario quitaba el cartel de la obligatoriedad del uso del protector, pero a su vez esperaba a conocer el detalle del BOE y no se alejaba de la mascarilla. La primera clienta tras retirar el cartel ha pedido un café y llevaba puesta la mascarilla. Otros ya no, todo hay que decirlo. Algo que se ha repetido a lo largo de la mañana.
En el bar Gorriti también del centro de Donostia, los dos camareros llevaban puesta la mascarilla desde primera hora. Prudencia ante todo a la espera de que el BOE aclare el panorama, aunque todo hace indicar que no arrojará mucha luz al cambio de normativa ya anunciado.
Imanol Sarasola, jubilado donostiarra de 70 años que ha preferido seguir usando la mascarilla. «No me he contagiado hasta ahora y prefiero seguir usándola por precaución. Solo me la quito para la consumición y me la vuelvo a poner», relataba mientras se acercaba a la barra del bar Avenida XXI, de Donostia, para pagar el café, donde el camarero, Iñigo Abuil, portaba el tapabocas. «La jefa no nos ha dicho nada», admitía mientras atendía al cliente, «aunque la voy a seguir llevando, aunque sea estos primeros días. Una compañera está trasplantada y por empatía y solidaridad creo que es lo que tenemos que hacer. Todo lo que sea precaución, bienvenido sea».
En la mayoría de comercios también propietarios y dependientes han mantenido la rutina de llevar la mascarilla. «Estamos esperando a ver qué nos dice la jefa, pero mientras tanto...», explicaba una dependienta en una panadería próxima al Boulevard donostiarra. Los clientes, algunos con ella y otros sin ella.
El café de primera hora es también sinónimo de salir del trabajo para tomárselo, de forma que es una buena vara de medir para conocer qué se está haciendo en las distintas oficinas. Y la sensación ha sido compartida. Amplio uso de la mascarilla. «Todavía hoy la llevamos, hay muchas dudas», sostenía Maite que salía de una oficina en el centro de Donostia para coger unos cafés para sus compañeras.
Adiós a las mascarillas
Y en marquesinas o paradas de autobuses o tren, también ha sido amplia la mayoría de los usuarios que seguían portando el protector desde primera hora, aunque el nuevo decreto permite que en estos espacios se pueda prescindir de la mascarilla hasta que se acceda directamente al transporte público. Algunos, eso sí, llevaban el cubrebocas en el mentón, un gesto que también era habitual semanas atrás.
«Si vas a esperar dos minutos para subir al autobús o el tren, no tiene sentido llevarla en el bolsillo si en la marquesina hay mucha gente», explicaba Josu en el Boulevard de Donostia mientras esperaba la siguiente conexión de autobús. Los cambios de hábitos llegarán, al parecer, de forma más progresiva a Gipuzkoa.
También en el Boulevard, Sergio esperaba resguardado de la lluvia en una marquesina para hacer el relevo a Paulino en el autobús de línea número 28. «¿Cómo va el día?», le interpelaba mientras se preparaba para tomar asiento delante del volante. «Buf, he tenido que echar a diez o doce personas porque no tenían la mascarilla», le replicaba poniéndose la gabardina, nada más terminar su jornada laboral.
Paulino | Conductor de autobús
No en vano, el transporte público es uno de los lugares donde el uso del protector continuará siendo obligatorio, algo que, por otra parte, agradece Paulino. «Yo estoy muy a gusto con él, desde que lo llevamos no he cogido ningún catarro ni nada», admitía. Su compañero, en cambio, es más reacio a su utilización en este medio de transporte, si bien considera que la medida debe seguir en vigor al tratarse «de un espacio pequeño y cerrado» y «por respeto, hay mucha gente que pasa por aquí todos los días: embarazadas, personas mayores…».
En otros espacios públicos o privados de gran afluencia también se están percibiendo los primeros cambios tras la entrada en vigor del nuevo decreto. En bibliotecas, estudiantes y lectores comienzan a verse las caras. Ese es el caso, por ejemplo, del Koldo Mitxelena, donde ya no es obligatorio el uso del protector si hay distancia de 1,5 metros entre los usuarios.
En algunos gimnasios también es posible desde hoy desprenderse del protector, aunque todo está a expensas de lo que digan los propietarios de los mismos. Por su parte, nadie se ha quitado la mascarilla en ambulatorios u hospitales, espacios en los que sigue siendo obligatorio su uso.
El Ayuntamiento de Irun, por ejemplo, ha informado a los usuarios de los polideportivos de Artaleku y Azken Portu que a partir de hoy no es obligatorio el uso de la mascarilla, salvo en las sesiones de fisioterapia ya que se consideran un servicio sanitario y por tanto hay que seguir portando el cubrebocas.
En el gimnasio Hegalak de Donostia, Manfredo ha acudido como cada día a hacer un poco de ejercicio en la bicicleta estática. Hoy lo realizaba, sin embargo, con la mascarilla por debajo de la barbilla sin ningún tipo de pudor. «Diez minutos con y diez minutos sin», bromeaba mientras hacía el gesto de cubrirse el rostro con el tapabocas. Este jubilado, sin embargo, admitía que el protector «es incómodo para realizar ejercicio» por lo que no hará mucho uso de él en el gimnasio. Eso sí, apuntaba que en otros locales como supermercados «sí lo usaré si veo que hay mucha gente».
Al otro lado de la sala, Salva sudaba la gota gorda encima de la elíptica con la cara cubierta hasta la nariz por el protector. «Voy a seguir usándola», aseguraba haciendo referencia a la mascarilla en interiores, «no tengo ninguna prisa por quitármela».
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