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Historias de Gipuzkoa
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Historias de Gipuzkoa
«Criar un niño es tan fácil como criar un perrito»Hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX en Gipuzkoa no se comienza a tomar conciencia de la importancia del problema económico y social que generaba la altísima tasa de mortalidad infantil. Así, en 1910, en España, la mortalidad en el primer año de vida era 160 por 1.000 nacidos vivos, y hasta uno de cada cinco niños no llegaba a cumplir los cinco años. La salud del niño empezó a relacionarse estrechamente con la alimentación y la higiene desde su nacimiento. Fruto de esta preocupación se lanzaron numerosas campañas y se editaron una amplia variedad de publicaciones dirigidas sobre todo a las madres.
Una publicación muy importante en Gipuzkoa fue la conocida como 'Cartilla de Puericultura'. Fue editada tanto en euskera como en castellano por Eusko Ikaskuntza/Sociedad de Estudios Vascos, y publicada entre 1919 y 1923. Su principal finalidad era favorecer la cultura sobre la higiene infantil, además de evitar las malas costumbres y prácticas inadecuadas en la población. Su autor fue el prestigioso doctor José Madinabeitia, controvertido por su ideología política y forma de entender el ejercicio de la medicina. Su hermano Juan se convirtió en uno de los mayores especialistas en la gastroenterología a nivel del Estado.
En el encabezamiento de la cartilla, antes de las recomendaciones, destacaba este texto: «Es increíble que el hombre no se haya ocupado de su progenie. La Eugénica y la Puericultura han estado, hasta cerca de nuestros días, en manos de curanderos, brujas y adivinos sin que los científicos se preocuparan de la Raza Humana. Nuestras 'sentencias' un poco cortas y abstractas, tienden a desviar el empirismo estúpido hacia la Higiene racional. El sacerdote desde el púlpito y el confesionario y el maestro con máximas en su templo, podían ser colaboradores de suma importancia en pro del objeto que perseguimos.
La Eugénica y la Puericultura, hijas predilectas de la Higiene, son la base de la salud individual y por lo tanto el más sólido cimiento de fortaleza de una raza. Y nosotros los vascos orgullosos de pertenecer a ella debemos laborar para que no degenere.
Este es nuestro punto de mira al erigirnos en dictadores higienistas sin rodeos ni eufemismos».
Estas son las 26 pautas que debían seguir los padres a principios del pasado siglo que se recogen en la 'Cartilla de Puericultura'. Algunas llaman la atención hoy en día, como que «criar un niño es tan fácil como criar un perrito», pero hay que tener en cuenta el contexto social, político y económico de la época en la que fue publicada.
1. Para que la vida nos sea agradable es indispensable la salud. Para la vida colectiva hay necesidad de seleccionar á los individuos, lo mismo en lo moral que en lo físico. La Cárcel es el hospital del ineducado y el Hospital, a menudo, la prisión del que peca contra la higiene.
2. El hombre nace con un caudal de salud y una energía vital, que hereda de sus progenitores. Bien engendrado, morirá accidentalmente. Mal engendrado, mísera será su vida y un detalle morboso acabará con ella. El secreto de las razas fuertes está en la selección de los progenitores y en la higiene de los productos.
3. Si el hombre muere de muerte prematura por infringir los mandatos de la higiene, el niño bien engendrado muere casi siempre por no estar sometido á un régimen racional.
La lactancia de los niños, bajo la dirección de los absurdos consejos de los ignorantes, mata increíble cantidad de chiquillos. Criar un niño es tan fácil como criar un perrito. Y sin embargo, las madres de los animales no tropiezan con las dificultades que las madres de los hombres para llevar á cabo su crianza.
4. Las enfermedades más temibles para ser procreador son la sífilis y la tuberculosis. El veneno más funesto el alcohol (sobre todo en el País del alcoholismo agudo); y el peligro de degeneración más importante el parentesco entre los generadores.
5. El ideal para contraer matrimonio es ser sano antes que todo, y así como la Iglesia quiere que el Sacramento se reciba en gracia de Dios, la Higiene, velando por la Raza y la felicidad individual, manda que los novios consulten al médico su aptitud para llevar á cabo la más trascendental de las funciones: la perpetuidad de la especie.
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6. El mejor consejo que puede darse á una madre es que no dé oídos á lo que abuelas, vecinas, comadres, y demás gente experimentada, recomiendan sin ton ni son. Guíese de persona científica y de su sentido común y no emplee en ningún caso sustancias extrañas. Su leche, el agua de la fuente y la abstinencia, son las armas que debe esgrimir antes de la llegada del facultativo.
7. Puede decirse categóricamente: Toda mujer robusta, con buen pecho y pezones prominentes, puede lactar. Es muy excepcional que no sea apta para la lactancia; y en el País vemos que la rica, la bien nutrida, pide auxilio á la pobre, la que no come, la que tiene su leche en venta.
8. Es también categórico: La mujer que abandona á su hijo por lactar á otro, delinque y cae de lleno en un código penal, cuyos artículos no determina la Sociedad pero cuya penalidad estará de fijo dictaminada por Dios, con severísima pena. La nodriza es un oprobio, una vergüenza para el País. No sabría decir quién es más vil de las dos mujeres: si la que roba al niño su leche ó la que paga por ella unas pesetas.
9. Ninguna mujer debe esperar á la víspera de su parto para consultar al médico. Este debe vigilar el embarazo desde sus comienzos y así evitará muchas contrariedades y el parto será normal. Detalles al parecer insignificantes, desconocidos por marido y mujer, pueden ser de grandísima importancia.
10. No hay razón científica para proscribir la lactancia materna. Las hembras de las especies animales tienen leche para sus hijos, ¿por qué ha de hacer excepción la reina de las hembras? La que por debilidad excesiva ó enfermedad crónica no pueda criar, debía haber permanecido soltera, pues los deberes de la maternidad son, además de la procreación, criar y empezar la educación del niño.
11. Nunca olvide la madre que el orden en la alimentación del niño, es la mejor garantía de la salud del hijo y de comodidad para ella. Si el estómago del niño recibe poco y á menudo, digiere mal y vomita. Si el pecho de la madre no se vacía en cada mamada, desaparece el golpe de leche y no se llena nunca bien. Si durante la noche ambos dormitan, él con el pezón en la boca, se destruye todo régimen y con seguridad las cosas irán por mal camino.
12. Es falso, casi siempre, el que sea gorda ni delgada, rica ni pobre, fuerte ni floja, la leche de la madre. Cada niño mama leche apropiada á su naturaleza y lo que importa es que sea suficiente la cantidad y no su calidad. Contra lo que se cree, es muy frecuente que los niños vomiten por defecto en la cantidad de leche y sean estreñidos por la misma causa. Como también es frecuentísimo creer que el derramarse la leche á la madre es señal de exceso de secreción. Y aunque ello parezca paradójico, nunca hay que olvidar que esas tres creencias son falsas.
13. Aunque el corazón de la madre le indique otra cosa, duerma de noche separado del niño y de día téngalo en la cuna ó en el coche. La posición vertical perjudica á la criatura y solo después de cada tetada le tendrá sentada unos momentos, para que su estómago se vacíe de aire. Por eso el procedimiento racional para pasear al niño, es llevarlo, bien abrigado, en su cochecito.
14. La duración de una mamada varía; pero la seguridad de que ha sido suficiente, es que la madre vea que su pecho de turgente se ha convertido en flácido. En casos excepcionales, se darán los dos pechos en cada sesión. Frecuentemente el niño protesta cuando va teniendo algún trabajo para extraer la leche, más que por razón, por vagancia. No hay que olvidar que la leche del final, es la más rica en grasa y por tanto la que debe tomar el niño de preferencia.
15. Al mismo tiempo que el niño recibe su primer alimento (la leche de su madre), debe recibir el prólogo de su educación. Darle de mamar á sus horas, no cunarle, acostumbrarle á que duerma de noche, lavarle y mudarle á menudo, es imponer suavemente un régimen educativo perfectamente compatible con cariñitos, mimos y ternezas. Ni en este tiempo, ni luego, ni nunca, debe acordarse la madre del azote ni de la recriminación. La educación de la voluntad del niño sano, debe comenzar el día de su nacimiento; sin estridencias, gritos, ni tampoco transigir con lo no debido, con el fin de evitarse los padres la tabarra del llanto.
16. Para destetar al niño, se tendrá en cuenta su desarrollo dentario, la oclusión de la fontanela y sus progresos en el andar y en el lenguaje. El destete prematuro no se hará sin consultar al médico. Y el tardío, perjudica al niño que mama por vicio y desgasta inútilmente á la madre. Muy rara vez se hará el destete en los meses de verano.
17. La dentición –salida de dientes y muelas por etapas-, produce, á menudo, algo de fiebre, tos seca y diarrea; pero en cuanto cualquiera de estos fenómenos sea pertinaz ó bastante acentuado, no os fiéis y llamad al médico.
18. Lo importante en los primeros meses de la vida es que el niño aumente de peso; pero lo que marca el estado de salud del niño en la segunda etapa, es no la gordura de él, sino su osificación. Niño con muchos dientes, es niño con los huesos de la cabeza sin unirse (fontanela). Niño que anda pronto, habla tarde. Con tal de que en alguno de estos detalles progrese, no importa que falten los otros. Si todos están retrasados, el niño no está bien. Lo que se llama progreso, es tan sólo la gordura excesiva, obesidad por sobre alimentación.
19. No sea motivo de excesiva alarma una fiebre alta, de momento. Desconfiad de la poca calentura, si la observáis con alguna insistencia. Ni los aires, ni las lombrices, ni las brujas, matan á los chiquillos. Creyendo en ello podéis perder un tiempo precioso. De curar al niño enfermo, solo sabe el médico y nadie más.
20. La lactancia artificial con leche de vaca, es gran recurso, casi siempre buen sustitutivo de la materna. Si se lleva con todas las reglas que la ciencia aconseja, el niño se criará sano. Dado que en el País se tiene cuidado de la vaca, son las reglas principales de esta lactancia: más cuidado en el régimen que con la materna; saber la cantidad y la digestión (color del excremento, número de deposiciones, etc.) y limpieza... mucha limpieza.
21. El ideal sería administrar la leche cruda, sabiendo que la vaca es sana y limpísimamente ordeñada. Pero de hervirla, no contentarse con que suba la leche en la vasija; esperar, quitando la cutícula, á que el líquido hierva como si fuera agua.
22. Las leyes humanas quieren prohibir y las de la ciencia de hecho condenan, la lactancia en casa de la nodriza. Dejar un niño á merced de una mujer sin vigilancia médica, ni de la madre, es peor mil veces que dejarlo en el torno de la Inclusa.
23. El vestido del niño debe ser racional, ligerito en verano y abrigado en el invierno. Acordáos de que uno de los mayores enemigos del niño es el frío y no confundáis al chiquitín con un muñeco, para hacerle esclavo de la moda reinante.
Vuestro hijo no debe ser el anuncio de vuestro buen gusto en el vestir, mientras lo «chic» sea ajustaros á la caprichosa última moda. Sujétese la madre si quiere á la tirana, pero no consienta que su tiranía provoque á su hijo una bronconeumonía mortal.
24. Limpiad todos los días la cabeza de los niños propensos á la caspa con cualquier cuerpo graso. Los bragueros para los herniados deben ser visados por el médico.
El cepillito de dientes debéis utilizarlo en cuanto el niño los tenga y cuidad mucho de su boca. Nuestra raza es deficiente en bocas de buena dentadura.
25. No es baladí el dar una purga. Nunca deis medicamentos, aunque parezcan inocentes, sin consejo médico.
26. Pensad que lo más importante de la vida del hombre está en sus comienzos. Lo mal engendrado no tiene remedio; lo que empieza mal en el primer año, es difícil de remediar.
De 90 a 91 años mueren menos que de 0 a 1 años... ¡Da horror que ello sea debido á ignorancia de los padres! Y da mucha pena que seres que viven mendigando salud, pudieron ser sanos y fuertes, si en su primer año se hubieran observado con ellos los elementales mandamientos de la Higiene!.
Un antecedente de esta curiosa 'Cartilla de Puericultura' puede estar en un libro de divulgación sanitaria titulada 'Manual de Higiene y Medicina Popular-Errico Gendeentzat Osasun Legueac eta Medicantzaco Arguibideac euskal-erritarrai esqueiñac', escrito por los doctores Manuel Bago Aguirre y Martín Aramburu, que trabajaban en Itziar y Deba, respectivamente, por lo que conocían de primera mano las deplorables condiciones de vida que padecían muchos baserritarras.
Los autores constatan en su obra, publicada en 1899, que las enfermedades más comunes a finales del siglo XIX en Gipuzkoa eran el sarampión, la varicela, la rubéola, la escarlatina y la viruela. Estas fiebres eruptivas «muy frecuentes en la primera y segunda infancia» hacían estragos y junto a la gripe y la tuberculosis –en todas las edades– eran persistentes «tanto en el interior del país como en los pueblos de la costa». Igualmente estaban muy extendidos el reumatismo y sus consecutivas cardiopatías, el carbunclo, las lombrices y las caries en la dentadura. Advertían de que no debía creerse que las enfermedades como el tifus eran exclusivas del medio rural vasco o del caserío, a veces eran más mortales en las comarcas donde a la escasa salubridad se unía la hacinación en las viviendas de los cascos urbanos de los municipios.
Los dos facultativos alertaban, además, de que la población rural del país era la más castigada por las fiebres tifoideas «consecuencia, sin duda, de las condiciones insalubres de sus viviendas, verdaderas arcas de Noé, que son un depósito de inmundicias y de toda clase de sustancias orgánicas en descomposición, y sirven de común albergue a personas y a buen número de animales». Advertían, además, que «si nuestros pobres aldeanos no encontraran la natural compensación en ese ambiente puro y oxigenado que durante la mayor parte del día respiran en las rudas tareas del campo, la vida en esas 'poéticas chavolas' sería una muerte». Por esta razón subrayaban la necesidad de limpiar y ventilar las habitaciones, y en el caso de que algún miembro de la familia cayera víctima de la tuberculosis señalaban los doctores que «no debe hacerse nunca el barrido de las habitaciones ocupadas por estos enfermos sin frotarlas antes con paños humedecidos en agua hirviendo. Parece estar demostrado que el bacilo de Koch, productor de tan terrible dolencia, es inofensivo en estado de humedad».
Otra cita curiosa es que «la mujer vascongada, cuyas condiciones de pulcritud y aseo personal las reconocen propios y extraños, no desconoce tampoco las ideas de orden, limpieza y comodidad que deben regir en el interior del hogar; lo que hay es que se encuentra materialmente imposibilitada de poderlas practicar en su mísera vivienda».
Lamentaban que era muy dificil convencer a los enfermos para que se sometieran a determinadas prácticas curativas. Según su experiencia, un buen método para combatir la enfermedad tifoidea era el «baño general templado», por rebajar la fiebre, tonificar el organismo y calmar la excitación nerviosa. El baño frío «que tanto se usa en Alemania» ni se lo planteaban, entre otros motivos porque «necesitaríamos de toda nuestra autoridad y dominio sobre el enfermo y sus familias para vencer la natural repugnancia que sienten hacia el empleo de un medio tan enérgico y desagradable».
Tras el baño templado, Aranburu y Bago recomendaban envolver al enfermo en una sábana, sin secarlo, y hacerle tomar alguna infusión estimulante, como té con ron, o una cucharada de vino de Jerez.
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