!['Curalotodos' con droga para grandes y pequeños](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/10/03/1-kmEF-U220474391290zJH-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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Durante el siglo XIX y primeras décadas del XX inundaron el mercado y los anuncios de prensa los medicamentos considerados 'curalotodos'. Este fenómeno también llegó a Gipuzkoa. Un solo producto era bueno contra los catarros, el cáncer, el insomnio, la clorosis, la parálisis, los nervios y otros males. Otro fármaco sanaba escrófulas, herpes, reumatismos, sífilis, males del hígado, bazo. Tampoco faltaba quien aseguraba la cura de la anemia, la debilidad, la extenuación o hasta el histerismo, la epilepsia, el mal de corazón, los insomnios o, incluso, el baile de San Vito. En los productos dedicados a la garganta fueron habituales las mezclas de mentol, eucaliptus y cocaína. Se popularizaron las pastillas que contenían heroína o vino con hachís, y hasta cigarrillos con cannabis. Y pensar que desde su lanzamiento en 1886, y hasta 1904, cada botella de Coca Cola llevaba nueve mililitros de coca.
No fue hasta 1918 cuando se produjo la prohibición de las drogas en España, con la aplicación del Convenio Internacional sobre restricción en el empleo y tráfico de opio, morfina, cocaína y sus sales. En los años anteriores un simple dolor de cabeza o un tumor, se combatían con opiáceos servidos cómodamente en las farmacias españolas y sin receta. Llama la atención que en muchas ciudades, incluida San Sebastián, drogas peligrosas y letales se adquirían sin problemas en boticas, droguerías, herboristerías, comercios de especias, abacerías, coloniales y ultramarinos. Era el caso del opio, que en cualquiera de sus modalidades, y al no existir analgésicos, servía para remediar cualquier dolor. También era habitual la compra, como remedio curativo o como simple estupefaciente, de láudano, morfina, heroína, cocaína o hachís, además de otras sustancias psicoactivas.
Gracias al nuevo reglamento de Sanidad se inició el control del consumo de algunas drogas requiriendo receta médica para su obtención. Este cambio dio lugar a un mercado negro asociado a farmacéuticos y médicos. Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) se aumentó la persecución legal tanto al tráfico como al consumo. Se prohibió «el uso inmoderado del opio, morfina, cocaína y demás productos que puedan ejercer acción narcotizante» y también «la venta de opio para cigarrillos».
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Se dejaba a criterio del propio farmacéutico qué medicamentos podían despacharse sin receta por ser «de uso común en medicina doméstica». El láudano y la morfina eran consideradas buenas como analgésicos, la heroína como antidepresivo y antitusígeno, y la cocaína como anestésico local.
Muchos de los productos no solían publicar su composición, sus creadores alegaban que se trataba de fórmulas secretas. Los supuestos medicamentos se vendían pese a que «queda absolutamente prohibida por la ley de Sanidad, la venta de todo remedio secreto, específico o preservativo de composición ignorada, sea cual fuere su denominación».
Es llamativo que a pesar de la prohibición gubernativa sustancias como la cocaína y la heroína se anunciaron en prensa hasta bien entrado el siglo XX. De hecho, hasta su eliminación de la Farmacopea Británica en 1932, también el cannabis o el hachís eran ampliamente utilizados en la práctica médica y se publicitaban en los principales periódicos del mundo.
La revista 'Euskal Erria' informaba en 1901 que «la cocaína podía emplearse bien en disolución, bien bajo la forma comprimidad sólida. Conviene sin embargo advertir que la cocaína solo ejerce su acción contra el dolor; por lo que una vez disminuido éste para combatir la inflamación hay que echar mano de un antiséptico».
Existía una lista inagotable de específicos asimismo psicoactivos que se hicieron populares gracias a la publicidad en los periódicos del país. Uno de ellos fueron los jarabes de heroína de la farmacéutica Bayer. Se recomendaban hasta para los niños para aliviar la tos y era preventivo de la gripe. Su uso a principios del siglo XX «no es para colocarse, es para aliviarse». Este medicamento fue puesto a la venta en 1898 y dos años después se pudo ver en múltiples campañas publicitarias, que incluyeron la entrega de muestras gratuitas. En 1913 y, tras demostrarse que la heroína se transformaba en morfina al pasar por el hígado y era altamente adictiva, el laboratorio Bayer detuvo la producción.
También destacaban los jarabes del doctor Madariaga, del doctor Villegas y de Torres Arnao. En el ránking seguían la solución de heroína de Sánchez Santana; elixires pectorales heroinados de la marca Goig y Hernz; pastillas cinamo-benzoicas Bonald con heroína; ampollas Pino de clorhidrato de morfina; gránulos Dausse con cloruro mórfico; vinos Amargós y Pinedo con coca; Nuez de Kola Coca o Tónica Kola, también con hojas de coca. No faltaban pastillas, grageas, peladillas y comprimidos pectorales con coca y cocaína que eran vendidas por muchas marcas, como Allensbury, Amargós, Bengué, Bonald, Caldeiro, Crespo, Davidson, Font, Gimbernat, Houdé, Huidobro, Midy, Morelló, Retuerto, Torrens, Vandebroek y Villarejo. Llamaban la atención, además, la publicidad del jarabe de hachís bromurado del doctor Jimeno, el licor Montecristo de hachís y el licor de cáñamo indiano de Queralt.
Al año siguiente, en un anuncio en 'La Correspondencia de España' se vendían pastillas de cocaína para «curar las irritaciones de la boca y la garganta, la afonía, el mal olor y los catarros». 'El Imparcial' publicó en 1907 un anuncio sobre frascos de heroína a 2 pesetas, como «la solución más racional y científica para curar los catarros crónicos, la tuberculosis, la bronquitis y la debilidad general».
Hasta mediados del pasado año se vendieron y publicitaron los cigarrillos «indios» Grimault y los cigarrillos «balsámicos» del Dr. Andreu. Tenían cannabis y se usaban contra el asma, insomnio, laringitis y otros males. Se recomendaban fumar lentamente y en habitación cerrada, preferentemente en el cuarto.
También llamaba la atención el Vino Mariani, una embriagadora mezcla de vino de Burdeos y hojas de coca. Se dice que al Papa León XIII le gustaba tanto este vino tónico francés que lo llevaba en una petaca oculta bajo la sotana.
La bebida original tenía 6 miligramos de cocaína por onza de líquido, pero subió a 7.2 miligramos por onza de fluido para el mercado de exportación, principalmente para competir con tónicos similares, con base de coca, como la Coca-Cola que ya se vendía con gran éxito en Estados Unidos. Se aseguraba que el vino Mariani podría restaurar rápidamente la «salud, la fuerza, la energía y la vitalidad», y acelerar la convalecencia («sobre todo después de la gripe»).
También fue muy conocido un vino que elaboraron desde finales del siglo XIX la saga de farmacéuticos Amargós. Era comercializado a toda España desde su farmacia en Barcelona. Además, vendía una especialidad inyectable de cocaína pura para enfermedades de boca, garganta y voz. También pastillas que contenían cocaína, con clorato potásico y mentol. Se aconsejaba tomar 6-8 al día.
Estos reclamos publicitarios fueron disminuyendo con el tiempo, a medida que se fue descubriendo el perjuicio que estás sustancias ocasionaban en la salud, pero en ABC todavía se encontraban anuncios de «Cocaína en flor» en diciembre de 1944. En este caso se trataba de un conocido perfume de la firma Pradera.
También hay que decir que debido a la mala fama que estaban teniendo los fármacos con cocaína, heroína y otras sustancias opiáceas los farmaceúticos comenzaron a destacar en sus anuncios que sus productos no contenían drogas. Un ejemplo es este anuncio de 1925 que destacaba los beneficios de la carne líquida para los niños. También se publicaba en los diarios donostiarras en esa década.
Noticias en la prensa donostiarra
A parte de la publicidad de medicamentos En los primeros decenios del pasado siglo ya era común ver en los periódicos noticias con detenciones de traficantes de cocaína y anuncios de las prohibiciones o de medicamentos que especificaban que no contenían ninguna droga.
La 'Gaceta de los caminos de hierro' alertaba en 1924 de que estaba prohibido enviar paquetes postales con «Opio, morfina, cocaína y otros narcóticos». «Sin embargo, esta prohibición no se aplicará a los envíos de esta clase efectuados con fines medicinales para aquellos países que los admitan con esta condición», aclaraba después.
En 'La Voz de Gipuzkoa' del 27 de septiembre de 1934 se informó de que se han incautado un kilo de cocaína en un bar de Irun y la misma cantidad en otro local de la ciudad fronteriza. Los propietarios de ambos establecimientos confesaron ante la Policía que la droga les fue facilitada por un mediador que los había adquirido en San Juan de Luz previo pago de 10.000 francos. Al día siguiente daba cuenta de la detención de tres mujeres por traficar con cocaína y por pasar a portugueses de forma clandestina a Francia
Hay que destacar que en las primeras décadas del pasado siglo también se producían casos de traficantes que estafaban vendiendo bicarbonato en lugar de cocaína. Hasta Julio Caro Baroja relató que existía un contrabando de drogas organizado, que arrancaba del puerto de Pasajes a donde llegaba con la peculiar mercancía barcos de grandes puertos del norte de Europa; esta se descargaba iba a unos bares y de allí pasaba sobre todo a Biarritz por la frontera de su pueblo familiar de Bera. Las cápsulas se metían en los grandes panes que por entonces se hacían, y eran llevados a las ventas de la misma raya por algunas mujeres que se vieron complicadas, sin saberlo o no, en un proceso. Señala que todo esto fue descubierto por un excarabinero, conocido y vecino suyo, que padecía insomnio y pasaba horas y horas a la ventana de su dormitorio, fijándose en todo. En su opinión, los estupefacientes eran consumidas por «algunas gentes más o menos afectadas y con pretensiones de exquisitez».
La prohibición de las drogas no evitó que aparecieran noticias trágicas relacionadas con el consumo de drogas en Donostia, como la que publicó 'La Voz de Guipuzcoa' el 25 de mayo de 1928, relatando que «una conocida señora» que vivía en la calle Moraza de San Sebastián se había suicidado por haber ingerido «cierta cantidad de cocaína».
Poco a poco fueron apareciendo en la prensa local llamamientos como el aparecido el 2 de enero de 1936 en 'La Voz de Guipúzcoa' destacando que «es preciso que nos organicemos contra la invasión de los estupefacientes por los estragos que está causando en ciertos ambientes de la sociedad esos venenos modernos». Mencionaba concretamente la cocaína y la morfina.
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Mikel Madinabeitia | San Sebastián
Mikel Madinabeitia | San Sebastián y Oihana Huércanos Pizarro (Gráficos)
Josu Zabala Barandiaran
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