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Vivir solo se está convirtiendo menos en la excepción y más en la regla. La fotografía de hogares habitados por una pareja con tres ... o cuatro retoños poco tiene que ver con la de hoy. El cambio ha sido tal que por primera vez en Gipuzkoa y Euskadi los hogares unipersonales superan a los formados por una pareja con hijos, una tendencia que ha ido creciendo los últimos años hasta representar hoy día el 31% del total, según la encuesta de Familias y Hogares de Euskadi (EFH) que elabora el Gobierno Vasco cada cuatro años para conocer en detalle la estructura demográfica, tipología y necesidades de los hogares vascos.
De los datos se desprende que cada vez más vascos viven solos, sea por elección propia o por diferentes circunstancias: 290.497 viviendas en Euskadi en las que reside un solo habitante frente a los 289.361 hogares con descendencia. En Gipuzkoa, la encuesta cifra en 95.031 los hogares habitados por una solo persona.
En la misma línea, la encuesta de viviendas principales del Instituto vasco de Estadística (Eustat) estima que en Gipuzkoa había en 2023 hasta 92.379 domicilios con un solo morador, por encima de los 89.200 con dos. Este análisis también concluye que el peso de los hogares unipersonales representa ya más del 30% del parque residencial total.
En la última década la cifra de hogares habitados por una sola persona ha aumentado en el territorio en 18.647, un 25%, hasta los más de 92.000 señalados.
El estudio elaborado por el Departamento de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico evidencia además que este fenómeno no es un hecho aislado y va al alza mientras los hogares parentales con prole descienden. En concreto, en 2015 estos eran 308.602; en 2019, 305.140; y en 2023, 289.361 y el tamaño medio del hogar ha pasado de tener a 2,48 personas en 2015 a 2,35 en 2023.
95.031 hogares en Gipuzkoa
tienen un único habitante de un total de 290.497 en Euskadi frente a los 289.361 con descendencia
31% de los hogares
están ocupados por una única persona. Representan por tanto casi un tercio del total, tanto en Gipuzkoa como en Euskadi
¿Y por qué los hogares son cada vez de menor tamaño? Los factores son múltiples, aunque responden fundamentalmente a «tres fenómenos sociales», según expone María Silvestre, catedrática de Sociología de la Universidad de Deusto. Una de las razones es el envejecimiento de la población, que ha propiciado el auge de este tipo de hogares unipersonales. «Cada vez más personas viven durante más tiempo y de forma más autónoma y probablemente al final de sus vidas lo hagan solas porque fallece su pareja. En este caso son sobre todo mujeres mayores».
De hecho, si se atiende al perfil de los domicilios con un solo morador, las mujeres mayores de 65 años son el colectivo más numeroso (representan el 32% del total), y especialmente las mujeres mayores de 85 años: son 8.832 frente a 2.028 hombres en Gipuzkoa, circunstancia que se explica por la mayor esperanza de vida en el colectivo femenino (la media se sitúa en 86,6 años frente a los 81,2 de ellos).
La normalización de las separaciones y los divorcios es otra de las razones por las que cada vez más personas hacen compra para uno. «Muchas parejas se separan y eso provoca que uno de sus miembros, en este caso suelen ser más los hombres, viva solo», señala la experta, que añade un tercer aspecto relacionado con un cambio cultural y de valores entre la juventud.
«Es la idea de que para emanciparte ya no hace falta que te vayas a vivir en pareja. Hace unos años, cuando salías de casa de tus padres, te ibas a vivir con tu pareja, era como formalizar esa relación y creo que es una de las cosas que culturalmente está cambiando, esto es, no vincular la emancipación con la vida en pareja. Por tanto, ha habido un cambio muy significativo en esa percepción o esa apuesta de poder hacer tu vida de forma solitaria».
Asimismo, considera que la forma de entender las relaciones de pareja ha cambiado. «Creo que muchas parejas ya no plantean la convivencia como algo para toda la vida y esa situación que puede durar o no también condiciona muchas decisiones personales».
Es cierto que muchas personas viven una soledad sobrevenida y a menudo forzosa pero vivir solo también «es un síntoma de calidad de vida». Como dato, el 82,4% de los hogares unipersonales residen en una vivienda en propiedad; el 13,3% viven de alquiler; y el resto, en viviendas cedidas. El retraso en la maternidad o el descenso en el número de hijos por familia –el 11,7% de hogares asegura tener menos hijos de los deseados– son cambios estructurales en la familia que han propiciado que el modelo unipersonal se vaya consolidando y que cada vez más vascos habiten con su única compañía.
Según detalló la consejera de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico, Nerea Melgosa, durante la presentación del estudio, «quienes deciden emanciparse sin compañía son personas de mediana edad» que por un motivo u otro prefieren desarrollar su vida de «forma autónoma».
La consejera señaló que los «modelos de familia tradicional no volverán». Como dato, en los últimos 4 años hay 17.000 familias monoparentales más en Euskadi, y las uniones han bajado, en concreto, 40.000 menos.
Las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) auguran que el fenómeno irá a más y en poco más de una década los hogares unipersonales aumentarán un 20%. La tendencia se reproduce en Europa, en especial en las grandes ciudades. Según datos de la agencia europea de estadísticas Eurostat, en Suecia el 52% de la población vive sola; seguido de Lituania, Dinamarca, Finlandia y Alemania en porcentajes similares. «Vamos hacia modelos anglosajones, más nórdicos», añade Silvestre.
María Silvestre
Socióloga
Así las cosas, uno empieza viviendo solo porque aprecia la libertad, incluso cambia la compañía humana por una mascota, pero, ¿puede cambiar nuestra personalidad, nuestras relaciones? Esta experta considera que «sí, sin duda, porque vivir solo, aunque no implique un aislamiento social, supone no tener unas reglas de convivencia, no compartes un espacio y por tanto no generas esa convivencia que puede marcar tu carácter, tus formas, tu forma de habitar ese espacio, y eso sí puede generar cambios».
Sin embargo, no cree que se produzca un tránsito de la individualidad al individualismo. «Hay estudios que han relacionado ese incremento del individualismo en las sociedades europeas contemporáneas con los principios de solidaridad y no se excluyen mutuamente, es decir, el que tengamos opciones más individualistas a la hora de elegir cómo vivir no implica necesariamente que se sea menos solidario, por lo que no hay una relación directa». Tampoco que seamos más narcisistas ni más desconfiados con el vecino. «Elegir vivir solo no implica aislamiento social. Somos seres sociales y necesitamos de los demás», remata.
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