Hay que tener cuajo para decir, en el juicio por el caso Gisèle Pelicot, que lo suyo había sido «violación involuntaria». Seguro que Lionel R., uno de los 50 encausados y el que soltó semejante aberración, no entenderá la palabra con la que la calificó ... nuestro corresponsal, un oximoron, esa figura literaria que consiste en usar dos conceptos opuestos en una sola expresión. ¿Violación involuntaria?
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Pues sí, estamos para que nos vengan con chorradas en este tiempo en el que creíamos que lo habíamos visto todo en cuanto a barbaries y salvajadas a las mujeres solo por serlo y que vienen por parte de «hombres cotidianos».
Por eso me emociona hasta las lágrimas ver a Nevenka Fernández en el Kursaal aplaudida al terminar la película que narra su terrible historia. Fue un caso de acoso probado y sentenciado aunque el autor, un alcalde-cacique, sigue tan pichi por su pueblo y defendido por algunos. «Era una buscona», dice todavía hoy alguien en ese infierno de las redes sociales. Pero me ha dolido más el comentario de una chica: «Pues me ha dicho una amiga que esa Nevenka anduvo enrollada con un futbolista de la Ponfe (Sociedad Deportiva Ponferradina) y que en fin...». Seré muy prejuiciosa pero me imagino a esa mujer de los puntos suspensivos diciéndolo y haciéndose, dicharachera, un «skin care» en tiktok con esas uñas larguísimas que me dan grima. Esas uñas de arañar pero con las que no creo que rebocen anchoas como hago ahora.
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