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Se lo he oído a alguien y me ha gustado. El nuestro, el de por aquí, el de estas latitudes, es un clima bondadoso. Hasta que llega un día tórrido de verano y deja de serlo para convertirse en maligno. Entonces, ahora mismo, nos llevamos ... las manos a la cabeza sudorosa y se nos apodera la ansiedad: la playa está a rebosar y hay medusas (malignas).
Recuerdo que hace cuatro años, por estas fechas y en plena pandemia, mi amiga Koro me ofreció, antes mis quejas aquí expresadas, un trozo de terraza con abundante foresta y manguera. Eran circunstancias especiales y todos éramos solidarios, especialmente con los pobres que solo disponíamos de balconcillo o ventana. Tampoco veo que aquí, actualmente, se alquilen piscinas y azoteas como en Madrid.
Por si surte efecto y dados los 35 grados de este mediodía, lanzo otra llamada: ahora querría una mesa en un jardín bajo los árboles, cerca de las hortensias, o sea, en una orientación norte, con macetones verdosos, de esos con musgo. Sería preferible una desinsectación de garrapatas y una batida por si han despertado los reptiles o se han espabilado las procesionarias. La limonada fría sería un plus. Como contrapartida puedo dar la ubicación de una pequeña cala que yo me sé, un sendero umbrío con erreka en Lesaka y un callejón blanco y azul, modelorini, a no muchos kilómetros.
Una sugerencia gratuita para cualquiera: Uzbekistan tiene de todo, es barato y está sin masificar. Hala, todos pa' Uzbekistan.
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