A veces pasan cosas

Bien, es verdad que atraigo a gente decidida a dar la turra. Por ejemplo, esa señora que ya me ha parado tres veces para decirme que «Euskal Herria está perdida», que hay mucho ladrón y que tenga cuidado con la cadenita de oro. Otro caballero, de edad, me para cada vez que me ve, «me confunde» con alguien de Hernani y quiere invitarme a tomar café repetidamente. En la parada del bus, ayer, con solo contestar que sí, que ahí paraba el 17, una señora me contó en tres minutos todas las maldades de las hermanas de su marido, «unas señoritas solteras muy mayores». Al llegar el 17 me despide con cajas destempladas.

Sí, a mí me pasa, que el domingo, al sol del paseo de la Concha, una señora insiste en decirme que la tarde está refrescando y, sobre todo, si he visto al vendedor de patatas fritas, «un señor muy grande y muy fuerte». Hago mohín de «pues no sé...» y lo resuelve: «Ah, claro, usted no es de aquí, cómo no va a saber lo grande y fuerte que es el patatero». Un perrazo anti-droga entra como caballo desbocado en mi asiento del autobús, me olisquea y, menos mal, se centra en la mochila de la chica de al lado. A veces pasan cosas.