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La muerte de José Fernando S. ha conmocionado a los vecinos del camping de Oiartzun en el que residía, y también a las personas que lo conocían en Gipuzkoa, donde el hombre, de origen colombiano, llevaba más de 25 años viviendo. Durante este tiempo, había desempeñado diferentes trabajos en el territorio, muchos de ellos relacionados con la construcción, aunque en la actualidad trabajaba en el servicio de limpieza de Donostia, y últimamente era visto a primera hora de la mañana barriendo en la zona de Gros y la playa de Zurriola.
Procedente de una familia muy numerosa de un céntrico y popular barrio de Cali, J.F.S. llegó a Gipuzkoa en velero. Vivía en su Colombia natal, cuando un guipuzcoano aficionado a la navegación buscaba alguien que lo acompañara para traer un barco hasta Donostia, encontró a este colombiano, que vio así la manera de dejar su país. Quien conoce esta aventura, asegura que la travesía «no debió de ser nada fácil. Según contaba, estuvieron varios días un tanto a la deriva en el Atlántico, y llegaron incluso a beber agua del mar» para combatir la deshidratación.
Antes de vivir en Oiartzun, el hombre también había estado domiciliado en otros municipios como Astigarraga o Hernani, donde llegó a tener una chabola con algo de jardín. Aquí lo recuerdan como «alguien muy trabajador, no tenía problemas en meter las horas que fueran necesarias para acabar una tarea. Era muy apañado como albañil, y a veces le contrataban particulares para obras en casas. También cuidó a personas mayores. Hubo una época en la que cogía cualquier trabajo que le saliera, aunque ahora tenía uno con nómina». Le gustaban las antigüedades y reciclar objetos viejos.
«Callado», «respetuoso», «muy educado», «reservado para sus cosas»... Quienes lo conocían coinciden a la hora de describir detalles sobre la personalidad de J.F.S.. Y también en apuntar una duda evidente. «¿Qué hacía con una pistola? ¿La trajo de Colombia, se la agenció aquí? ¿Se la dejó al asesino o este se la quitó? Supongo que son cosas que sabrá la Ertzaintza».
Un amigo suyo opina que «Fernando era alguien tan dispuesto a ayudar a todo el que se lo pidiera, y tenía tantísima relación de confianza con el detenido por el crimen, que tampoco me extraña que él mismo le buscara el arma si el crimen fue algo premeditado. Pero, claro, tampoco fue una escopeta de caza que cualquiera con permiso de armas puede conseguir. Una pistola es otra cosa más seria».
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