Crimen de Orio
«El recuerdo de Lourdes sigue estando presente»Crimen de Orio
«El recuerdo de Lourdes sigue estando presente»Son las cuatro y media de la tarde. Un chaparrón ha dejado mojados los columpios del parque de la calle Arrantzale en Orio, y un pequeño grupo de niños y niñas opta por entretenerse mientras meriendan saltando a la comba, bajo la supervisión de ... tres adultos. Junto al recinto infantil, otra media docena que rondarán los 12-13 años aguardan en la puerta para entrar en la academia de inglés, donde numerosos escolares del pueblo estudian la lengua de Shakespeare. La escena observada este pasado martes tiene un poso costumbrista, pero inevitablemente queda marcada por la tragedia sentada en el banco situado a escasos seis pasos. Las velas, las flores, las plantas y la bandera morada con un crespón negro que aún lo bordean recuerdan el lugar donde Lourdes del Hoyo esperaba leyendo un libro a su expareja, quien según llegó la asesinó de un tiro de escopeta otra tarde de martes, el 16 de mayo, hace justo hoy un mes. «Aquello fue terrible. Nunca pensé que abriríamos los telediarios por un crimen así en Orio. En el pueblo queremos pasar página, pero es algo que aún sigue estando muy presente, de lo que cualquier día hablamos en el café con las amigas», confiesa en la misma acera una vecina que ronda los 50 años.
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Esta edad tenía Lourdes –una donostiarra que llevaba 18 años residiendo en la localidad, madre de un hijo de 20 años y otra de 16– cuando la persona con la que había mantenido una relación sentimental durante aproximadamente año y medio, Alberto, también vecino de la localidad, le pagó con un disparo a bocajarro el hecho de que ella hubiera decidido dejarle unas semanas antes. Acto seguido, con la misma escopeta paralela que había pertenecido a su padre, el hombre, también de 50 años y natural de Orio, volvió el cañón recortado hacia su propia cabeza y apretó el gatillo. Varias personas, incluidas menores de edad, escucharon desde los columpios la doble deflagración. Alguna presenció el momento del brutal crimen y varias más observaron los cuerpos sin vida, que al menos dos vecinos fotografiaron o grabaron en vídeo, en unas imágenes que al poco rato se habían hecho virales. En su declaración de condena, el Ayuntamiento rogó a sus vecinos «respeto» por el «uso inadecuado» de las imágenes.
Aquellas primeras horas y los días posteriores, la tristeza, la rabia, la incredulidad, la impotencia y la incomprensión se agolpaban entre los vecinos de Orio y la sociedad en general. Y un mes después, aquellos sentimientos siguen latentes y aquellas preguntas siguen sin respuesta. «Nadie se explica qué puede llevar a alguien a hacer algo así. Si te vas a suicidar porque no ves otra salida, hazlo. Pero no acabes con otra vida, destroces dos familias y marques a todo un pueblo. Me acuerdo mucho de Lourdes, pero también de la madre de él», a la que ven «mucho menos» por la calle.
La herida aún no ha cicatrizado en Orio. Lo resume una de las frases que se pueden leer en el banco del dolor y el recuerdo, escrita dentro de un corazón con la grafía infantil de alguien que aún está aprendiendo a escribir. Textual: «Barkatu il seala. Tristeak senti-tzen gara. Muxu potolo bat». «No queda otra que tirar para adelante –apunta una sexagenaria–, pero notas que algo no es como era antes. El domingo, por ejemplo, entraron a toda velocidad dos coches de la Ertzaintza, quitaron las vallas de la zona que está cortada en el muelle y siguieron para arriba. Se me pusieron los pelos de punta al recordar la cantidad de policías y ambulancias que vinieron el día que pasó todo».
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Ante esta realidad, consciente del impacto que el crimen tenía en un pueblo donde casi todos se conocen, y quien más quien menos conocía a la víctima, al victimario o incluso a ambos, el Ayuntamiento dispuso un servicio de psicoterapia gratuito que desarrolló una consultora vizcaína especialista en violencia machista. «Está yendo una amiga que presenció los hechos y yo también fui alguna tarde. Conocía a Lourdes y me sentía muy mal. Necesitaba entender, asumir por qué puede pasar algo así. Ese apoyo nos ha venido muy bien para digerir todo», confiesa una oriotarra de mediana edad. Y admite que sigue sin comprender nada. «¿Es que puede haber alguna explicación para que alguien decida matar a su expareja porque no quiere seguir con ella y suicidarse?», reflexiona. «El punto de egoísmo que conlleva un pensamiento suicida te impide pensar en lo que vas a provocar en quien se queda», zanja otra oriotarra con hijos menores, que solo ha vuelto a pasar una vez por el lugar del crimen. «Lo evito. Ya no lloro todos los días como las primeras dos semanas, pero el dolor sigue».
Según fuentes oficiales, el hecho de mantener aún las velas y flores –a las que al menos un matrimonio cambia el agua cada mañana– que los vecinos depositaron junto a la foto de Lourdes en el banco donde fue asesinada, es parte de la terapia restaurativa aconsejada por la consultora especializada. Hay, sin embargo, quienes preferirían que fuera retirado. «Verlo todavía ahí, a mí me remueve todo», afirma un hombre amigo del asesino. «Nadie va a olvidar esto aunque quiten el banco. Alberto preparó una tragedia gorda».
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