Jacinto, Rolando y Fabián entre las flores que cultivan y cuidan en Flores Lizardi, Astigarraga. Morquecho
Rolando, Jacinto y Fabián | Empleados en flores lizardi

«Ahora tenemos un trabajo digno, pero hemos sufrido explotación laboral»

Los abusos destapados esta semana en un caserío de Zerain visibilizan la vulnerabilidad de la mano de obra inmigrante, cuya presencia en el sector agrario de Gipuzkoa va al alza

Patricia Rodríguez

Astigarraga

Domingo, 16 de junio 2024, 06:41

Unas lonas kilométricas dan cobijo a miles de rosas, gerberas y hasta 45 variedades de flores. En el exterior aprieta el calor, el termómetro marca los 28,5 grados. Dentro, el bochorno es soportable. Rolando García es uno de los trabajadores que se encarga a ... diario de dar vida a los invernaderos de la empresa guipuzcoana Flores Lizardi, que cuidan también sus compañeros Fabián Roberto Ante y Jacinto Andy en el caserío de Astigarraga desde hace una década. Los tres comparten país de origen y destino y la «suerte» de trabajar ocho horas al día cobrando «un buen sueldo», como refleja su contrato de trabajo. Pero cuando llegaron hace 20 años a Gipuzkoa desde Ecuador y tuvieron que empezar de cero «allá donde hubiese trabajo, no estábamos para elegir», su historia era otra. La de jornadas infernales de 14 horas por las que percibían 500 euros al mes en empresas «sobre todo del sector agrícola», de noches al raso o días en los que contentarse con un bocadillo por domingo trabajado. «Todos hemos vivido situaciones de explotación laboral. Si empiezas a preguntar a uno y a otro al final la mayoría de las personas inmigrantes hemos pasado por lo mismo», afirma el ecuatoriano Rolando García, de 62 años. Sus compañeros asienten con resignación, sin entrar en batalla. «Hay que acostumbrarse a trabajar en lo que haya», asumen.

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Al hacer especial hicapié en situaciones de explotación laboral es cuando empiezan a aflorar los relatos más amargos; los años en los que vivieron las sombras de un sistema que parece no reconocer que existen. «Yo cuando vine en 2004 estuve 4 años en Zegama cuidando la ganadería: caballos, ovejas, vacas… Cogía todos los días el tren desde Hernani para cuidar de los animales y muchas veces tocaba amanecer en el monte, había épocas de mucho frío en invierno, con la nieve... en esa etapa sufrí mucho. Trabajaba de 7 a 22.00 horas y ganaba 500 euros, sin contrato y todo en negro. Cuando conseguí los papeles me fui a trabajar a la construcción porque pagaban más», cuenta Jacinto, que asegura que las largas jornadas de trabajo y los sueldos insuficientes de manera rutinaria son el pan de cada día de muchas personas inmigrantes. Por ello no se sorprenden demasiado al escuchar casos como el que ha salido a la luz esta semana en Zerain.

«Injusticia»

«Le machacan y se aprovechan de uno por el hecho de ser inmigrante, tenga papeles o no. Eso no es justo»

Fabián también lo vivió en sus propias carnes, cuando se deslomaba a trabajar en el campo. «Estuve en una empresa donde me hacían trabajar de 8 de la mañana a 22 horas. Le machacan a uno por el hecho de ser inmigrante y también se aprovechan de esa necesidad. Eso no es justo. Y es una impotencia saber que tienes que hacer ese trabajo porque no tienes otra y hay que seguir comiendo», afirma este hombre, de 62 años, que no se planteó denunciar esta situación porque «así nos hayan explotado igual nos abrieron las puertas cuando llegamos. Abusaron y nos machacaron pero nos dieron la mano recién llegados sin tener dinero ni vivienda.Tener un trabajo era excelente aunque cobrásemos poco». «Hay que seguir adelante, trabajando con ganas y responsabilidad, y lo que pasó pasó», añade Rolando, ingeniero agrónomo de profesión, que tuvo que abandonar su país, donde tenía su propio negocio de camionero, cuando las guerrillas le asaltaron en la carretera y tuvo que marcharse.

Al igual que sus compatriotas, vino buscando «un futuro mejor» con la esperanza de prosperar económicamente. «Eso es lo que nos hizo emigrar de nuestro país. Trabajo hay, pero es muy precario y solo da para sobrevivir. Acá se gana un poquito más». A pesar de todas las calamidades que vivieron esos primeros años, no se arrepienten de haber venido a Gipuzkoa. El crudo panorama dio un vuelvo cuando encontraron trabajo en Flores Lizardi, por lo que están «muy agradecidos». «Nos abrieron las puertas y nos enseñaron todo desde cero, sin saber nada de plantas, cobrando un sueldo digno y cubriendo nuestras ocho horas».

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«Necesidad»

«Es una impotencia saber que tienes que hacer determinados trabajos porque no tienes otra y hay que seguir comiendo»

Mikel Irizar, responsable de esta empresa, ha sido quien ha estado con ellos codo con codo, enseñándoles el oficio que ahora manejan con tremenda destreza. Lamenta que existan situaciones de explotación laboral y reclama que se agilicen los procesos para quienes llegan a Gipuzkoa con la intención de buscarse un futuro mejor pero no consiguen los papeles hasta tres años después. «¿Y de mientras de qué viven?», denuncia. Asímismo añade que son sobre todo las personas inmigrantes quienes levantan el sector, ya que «no hay mano de obra local ni relevo generacional».

A la hora de pensar en los años que les restan hasta la jubilación, Fabián asegura que «de aquí no me muevo. Este país me está alimentando, es mi hogar». Aunque los tres admiten que el sector agrícola es «duro», «¿qué trabajo no lo es?».

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