Urgente Incendio en el centro de San Sebastián

Saber que aquello que tus mayores te han enseñado, ese legado de conocimiento, experiencia y tradición era una mentira, es muy fuerte. Y es ahora, envuelta en sopores, dolor de cabeza, tiritonas, pesadez muscular, congestión y sufriendo desprendimiento de líquidos por la nariz más o ... menos fluidos o densos, cuando confirmas la verdad.

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No ha sido por andar descalza, no por corrientes de aire, tampoco por el aire acondicionado (que no es «criminal», no amatxo), no es por salir con el pelo mojado (esencial para el rizo). No ha sido porque no me he tapado después de sudar o por mi manía de no llevar paraguas ni pañuelo cubriendo el cuello. Es más, la culpa no la tiene el hielo en la copa cuando el vino blanco no está bien frio, ni que vaya siempre demasiado «despechugada» (despechugada en sentido materno).

Todavía hace poco tuve que explicar, en mi propio hogar, que eso de llevar la blusa al desgaire, medio metida por delante y sacada por fuera del pantalón por detrás, no es descuido sino moda. Eso 'gure ama' nunca lo hubiera consentido (por los catarros). Pero lo verdaderamente difícil habría sido decirle que ese compendio de hábitos no son los culpables de mi catarro de fin de verano. Que todo fue fake, información falsa a lo largo de siglos. Que el resfriado se debe a la infección por un rinovirus propagado por gotas de aire cuando un enfermo tose o habla. No hubiera sido capaz de decírselo a la cara, sin paños calientes.

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