86 aniversario del bombardeo de Gernika
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86 aniversario del bombardeo de Gernika
«Me escondí debajo de una montaña de paja y hojas de maíz»Iratxe Astui
Miércoles, 26 de abril 2023, 18:47
ada vez son menos y algunos de ellos apenas guardan recuerdos vagos del «horrible» día del bombardeo de Gernika. Los supervivientes de la masacre que supuso la destrucción de la simbólica localidad vizcaína, sin embargo, coinciden siempre en la necesidad de «no olvidar» y, ... sobre todo, «de no manifestar odio» sobre la atrocidad humana que supuso el ataque aéreo del 26 de abril de 1937, a manos de la Legión Cóndor alemana.
«A pesar de todo los horrores que pasaron, nuestros padres y abuelos siempre nos hicieron hincapié en que no debíamos guardar rencor a nadie», retiene el mensaje, tantas veces repetido en su casa, Karmele Lauzirika. Su madre la tenía en brazos «con tan solo seis meses» cuando oyó que se aproximaban los aviones de los nazis a Gernika. «Las víctimas de aquel acto tan atroz nos han demostrado después que eran personas de un valor increíble. Nos sacaron adelante sin apenas medios y lucharon porque tuviésemos una formación y vida mejores», agradece esta gernikarra, que no dudó en participar, junto a su marido, en la comida de los supervivientes del bombardeo, que ha tenido lugar en el mítico Jai Alai de la localidad . «La destrucción y las guerras no conducen nunca a nada», subrayó.
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Jesús J. Hernández
Entre las más del centenar de personas que se sentaron a la mesa, se encontraba también Aurora Mintegia, que poco después protagonizaría la ofrenda floral por las víctimas del ataque aéreo, que tiene lugar todos los años en el cementerio de Zallo. «Solo tenía 10 años, y lo que más recuerdo es que no soportaba el sonido tan fuerte que hacían los motores de los aviones. Era insoportable para mí, me producía un miedo terrible», relata al detalle esta mujer de 96 años, que por aquel entonces vivía a la altura de la actual residencia Calzada. «Mi madre me llevó junto a mi hermana a refugiarnos a un caserío cercano, pero yo no quería entrar. No sé lo que se me pasaría en aquel momento por mi cabeza, pero prefería que todo aquello me pillara en la calle», continúa contando, con mente clara. «Me escondí con mi hermana debajo de una montaña de paja y restos de hojas de maíz. Allí nos mantuvimos durante unas cuatro horas».
Su padre se encontraba a esas horas «en Larrauri», a algo más de 20 kilómetros de Gernika. «Trabajaba para la Diputación en la limpieza y mantenimiento de carreteras y cuando le llegó la noticia del bombardeo nos vino a buscar para llevarnos de vuelta a la casa de un camionero amigo que tenía en ese pueblo». «Al de ocho días también atacaron Larrauri, así que tuvimos que salir de nuevo, a Bilbao».
Daños sin sentido
A partir de ahí, el peregrinaje obligado por la guerra les llevó a ella y su hermana «primero a Santander y después a Francia, donde vivimos durante dos años hasta que nuestros padres nos reclamaron de Gernika», rememora, emocionada.
Las «duras» narraciones de vida como las que contaron a EL CORREO estos hombres y mujeres, supervivientes del bombardeo de Gernika, fueron seguidas también con atención por Katia Lebedyeva. «Lloro al oírlas porque me acuerdo de mi familia en Ucrania», revela esta mujer originaria del país invadido ahora por Rusia, pero que reside en la villa foral desde hace casi dos décadas. «La situación que ahora sufre mi país es la misma que la que vivieron estas personas durante el bombardeo. Y no aprendemos nada; seguimos provocándonos daño los unos a los otros, sin ningún sentido», lamenta con lágrimas en los ojos.
A pesar de su corta edad, todos y cada uno de los supervivientes guardaba una imagen clara del terror que les llegó a paralizar la tarde de aquel lunes de mercado. «Mira, yo tenía tan solo tres años y medio, pero no se me va a olvidar la imagen de las personas que nos metimos en el refugio del Pasealeku, apoyados contra la pared. En la mitad había el cuerpo muerto de un señor». «Lo veo como si fuera hoy», asegura Ramón Jaio, por su parte.
Isabel Uriona y Vitoria Mirandona, que en el momento de la masacre nazi se encontraban en Mendata y Kortezubi, respectivamente, tampoco olvidarán nunca «las llamas del fuego, que se reflejaban en todas partes. Y la angustia de no saber si nuestros padres se encontraban en ese momento en Gernika».
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