Jesús Eguiguren tuvo la intuición de que algo se movía en el mundo de la izquierda abertzale cuando comenzaron a saludarle en Aizarna o en Azpeitia después de años de miradas frías y hostiles. Era el comienzo de un lento deshielo que constató, tiempo después, ... en su diálogo con Arnaldo Otegi en el caserío Txillarre, de Elgoibar, y después en sus conversaciones con ETA en Ginebra y en Oslo.
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El presidente. El sueño de la paz ha sido posible y, a veces, todavía no me lo creo y pienso que nunca ha existido. Se aceleró, de entrada, porque Rodríguez Zapatero fue un presidente valiente, que arriesgó, que quiso seguir a pesar de todos los que le avisaban de los peligros. Que aplicó una inteligencia histórica. Con Alfredo tuve una relación contradictoria. Al comienzo eran todos recelos, pensaba que iba a vender Navarra o que iba a negociar no se qué. Hablamos mucho, y me llamaba por teléfono a cualquier hora. Él tuvo muy claro que no quería que le pasara lo que a Mayor Oreja, que ETA se rearmara durante la tregua para seguir. Pero Alfredo entendió al final el proceso y terminamos explicándolo por toda España.
La amistad con Otegi. Sinceramente me he hecho amigo de Arnaldo Otegi. Venimos de mundos muy diferentes pero hemos conectado. Hay un punto de complicidad generacional. Defendió acabar con la violencia y lo consiguió, alejándose de ETA. Apostó por ello, como lo hizo Rufi Etxeberria, y hay que reconocérselo.
Desolación en Txillarre. El día de la explosión en la T-4 estaba citado a las ocho de la mañana en Txillarre. ¿Por qué? No me acuerdo. A pesar del golpe psicológico yo estaba tranquilo. Llevaba tiempo viéndolo venir. Otegi estaba nuy nervioso y agitado, agarrándose a la esperanza de que no hubiera víctimas mortales, pero las hubo y fueron dos. Esto se ha acabado, le dije a Arnaldo. Ya no hay que hacer. Arnaldo insistía en que lo ocurrido no podía ser el fin del proceso, que había que seguir hablando. Seguiríamos hablando, pero el proceso estaba roto. Así lo anunció Zapatero a lo largo del día. Me tengo que ir, le dije a Arnaldo tras un rato. Y me contestó: «Quiero que sepas que esto es el fin de la primera parte del partido, pero que la segunda parte la vamos a ganar». Y es lo que sucedió. La paz en Euskadi nació en los escombros de Barajas.
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Un triste final. Después del atentado de la T-4, fue ETA la que dijo al final en Ginebra que todo estaba roto y no se volverían a reunir. Incluso allí mismo, antes de irse, el representante del Sinn Féin, Gerry Kelly, le dijo a 'Thierry' delante mío que antes de levantarse de la mesa había que estar seguro de que se volvería con más fuerza y no veía claro ni siquiera que hubiese más mesas.
La escenificación fue muy triste. Nos desalojaron del local y nos vimos en la calle, más bien monte, sin saber qué hacer. En un rincón se situaron los de ETA, rodeados de los observadores, no sé para decirse qué. Nosotros, en el otro extremo, nos quedamos más solos que la una. Caminamos en busca de un taxi. Era de noche y estábamos en la campiña. Serían las cuatro de la madrugada , y antes de que llegásemos al hotel, llamé a Rubalcaba para informarle. Cogió el teléfono inmediatamente. Tras escucharme, no se extrañó en absoluto y me preguntó: ¿Quién ha roto? Ellos, le contesté. «Muy bien», respondió. Y dijo que lo que había que hacer ahora era dormir.
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Las corbatas negras. Cuando las cosas empezaban a torcerse en Oslo, y ETA endureció sus condiciones, a López Peña le gustaba que nos dejasen hablar por la noche en el hotel, con una copa. En ese momento nos sincerábamos. Fue quizá entonces cuando le dije. «¿No te das cuenta de que si seguís con el terrorismo te vas a morir en la cárcel?». Creo que fue entonces cuando me replicó. «Ya puedes ir comprando corbatas negras». Lo tomé como una amenaza directa. El asesinato de Isaías Carrasco, amigo personal de la mujer de Eguiguren, corroboró después los peores pronósticos.
Los papeles de Aiete. Es verdad que ese mundo necesitaba una escenografía pero también es cierto que en la declaración de Aiete hay elementos que me sonaban mucho y que pasaron antes por el entorno de Alfredo Pérez Rubalcaba. El Gobierno tuvo su participación.
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