El viernes se cumplió un año de la salida de prisión del exsecretario general de LAB e histórico militante de la izquierda abertzale Rafa Díez Usabiaga (Lasarte-Oria, 1956). En estos 365 días ha hecho un «aterrizaje progresivo en la realidad del país» para, ahora ... como responsable de Orientación Estratégica de Sortu, diseñar la hoja de ruta que cree que necesita Euskadi para avanzar en su soberanía.
-¿Qué Euskadi se encontró al salir de prisión?
-He percibido cambios importantes en la sociedad, a una velocidad superior a la de otros momentos. Ha cambiado el orden de las prioridades individuales y colectivas, anteponiéndose ahora las primeras.
-¿Por ejemplo, observa una pulsión soberanista como en Cataluña, como decía Joseba Egibar (PNV)?
-Sigue existiendo una pulsión de fondo que necesita cauce. Se ha terminado la fase especulativa. Con el acuerdo de bases y principios en la ponencia del nuevo estatus, las movilizaciones de Gure Esku Dago o la aparición de Demokrazia Bai! (plataforma en la que Díez Usabiaga participa junto a los exlehendakaris Garaikoetxea e Ibarretxe) hemos sacado el tren del proceso del andén y lo hemos situado otra vez en los raíles para empezar a avanzar y construir un horizonte colectivo de país que provoque ilusión, tras un tiempo de mera gestión del autonomismo.
-El debate se centra ahora en el nuevo estatus y las bases pactadas por EH Bildu y el PNV. ¿Le puede saber a poco a la izquierda abertzale tener que centrarse en lo que es una reforma estatutaria?
-No se trata de una reforma cuantitativa del Estatuto sino cualitativa. Hablamos de instalar un nuevo modelo de relaciones entre el sujeto político vasco y el Estado, con una bilateralidad real de igual a igual. Basado en el reconocimiento nacional y el derecho a decidir, y con un blindaje sobre el autogobierno, superando la fase autonomista de un autogobierno volátil dependiente del Legislativo español o el Tribunal Constitucional. Estos planteamientos sí tienen precedentes en la historia de la izquierda abertzale. Somos coherentes y convergemos con la mayoría política, sindical y social. Este acuerdo de bases, además, tiene una referencia ineludible, Lizarra-Garazi. En estos 20 años ni el PNV ni la izquierda abertzale ni otras opciones habíamos sido capaces de hacer ese tránsito entre el autonomismo y el soberanismo, pero en este momento hay correlacción de fuerzas para hacer ese tránsito.
-A Lizarra se le achacó dejar al margen a los constitucionalistas. ¿No haría falta ahora un entendimiento más transversal?
-Las bases pactadas no responden a un planteamiento de proyecto aber-tzale partidario. Podemos y PSE no pueden dar la espalda a que un sujeto como esta comunidad autónoma tenga capacidad de decisión. Es un elemento de democracia, no patrimonial de los abertzales. Y esa soberanía mira a la sociedad vasca, a la posibilidad de un modelo económico y social propio con un objetivo de bienestar colectivo. Transversalidad sí, pero los sectores unionistas no pueden poner vetos a un pensamiento mayoritario en el país. Otra cosa sería si habláramos de independencias o proyectos finalistas, que no es el caso. Además, la actual arquitectura constitucional y estatutaria tiene 40 años y no la votó más que un reducido sector de la población actual. Necesita un cambio radical y no ser una cárcel para la voluntad democrática, decida ésta lo que decida.
-¿Confía en que el PNV aguante el tirón o cree que bajará el «desnivel», parafraseando a Andoni Ortuzar, del acuerdo con EH Bildu en aras a sumar a su socio del PSE-EE y también a Elkarrekin Podemos?
-Para llevar adelante las bases y principios se necesita una nueva política de alianzas y nosotros estamos dispuestos a asumir compromisos de estabilidad institucional, en la medida en que tengamos esa hoja de ruta. Estamos en una encrucijada similar a la de 1977-79, de la que surgió el modelo autonómico. Necesitamos acuerdos en clave de país, no solo sobre el estatus jurídico-político, también culturales, sociales, económicas, sobre euskera, política industrial, inmigración o para una Seguridad Social propia.
-¿Observa a todo el PNV, lehendakari Urkullu incluido, en el mismo barco en este asunto?
-Siempre ha existido esta interrogante. El PNV tiene una gran responsabilidad, como en Txiberta. No hay márgenes para la especulación, viendo la situación en el Estado y el procés catalán. La gestión del nuevo estatus y su futuro texto articulado es evidente que va a ser compleja porque no hay un interlocutor democrático en el Estado para abordar esos contenidos. Pero hay que jugar ese pulso político y las bases y principios no pueden ser un contenido de mero tacticismo político para volver luego a una mera reforma estatutaria. Sería un fraude de enormes dimensiones para una mayoría del país.
-El portavoz del Gobierno Vasco, Erkoreka, ha pedido cesiones a los partidos para un acuerdo más amplio. ¿Dónde podría ceder EH Bildu?
-Podemos, por ejemplo, ha tenido en su discurso una referencia clave: querían abrir el candado de la Transición. Si es así, tiene que estar en el contenido de las bases y principios y entender la escala vasca. ¿O es que a Podemos se le ha perdido la llave para abrir ese candado?, que es lo que parece viendo lo ocurrido en la ponencia. Y el Partido Socialista no puede estar a rebufo del modelo de Estado de la derecha. En el PSOE había tesis sobre un Estado plurinacional o federalismo asimétrico, pero todo el discurso que emanó de la Declaración de Granada no existe, más allá de una voluntad de diálogo. ¿Que qué puede ceder EH Bildu? Lo que está encima de la mesa no tiene contenidos inasumibles para que Podemos o el PSE no estén en el acuerdo. La pelota no está en nuestro tejado, sino en el de aquellos que tienen que desatarse de un cierto sucursalismo. No estamos planteando un modelo de ruptura, de irnos del Estado, sino un modelo de naturaleza confederal con ciertos reconocimientos nacionales, de derecho a decidir y de garantías y blindaje.
-¿Hasta dónde puede llegar el presidente Sánchez en la reforma del modelo de Estado en contraposición a un PP al que ustedes acusaban de ir a la «recentralización»?
-Sánchez ha bajado el pistón de la confrontación con el procés, pero la involución de fondo que sacude a la sociedad española en el último año continúa. Sánchez tiene unos márgenes estrechos, por su precario soporte institucional. En esta etapa hasta las elecciones, va a hacer una campaña electoral permanente pero no va a poder tocar los grandes temas de Estado. ¿Si repitiera en el Gobierno con Podemos etcétera? Sigo pensando que los márgenes para reformas constitucionales son muy reducidos. Creo que el PSOE está desechando el concepto de reforma constitucional como tal y se inclinaría por reformas que completen el marco estatutario o competencial actual o modifiquen el Senado como cámara territorial, pero no le veo abordando la corrección del modelo de Estado en su integridad.
Oferta estratégica a Europa
-¿Y qué hacer en esa situación?
-Tanto Cataluña como Euskadi tenemos que buscar una sincronización de agendas y propuestas que obligue al Estado a ofrecer una propuesta alternativa. Sería una sincronización interna Comunidad Autónoma-Nafarroa-Iparralde, otra externa Cataluña Euskal Herria, y una estrategia europea de las naciones sin Estado (Flandes, Córcega, Escocia, Euskal Herria, Cataluña) demandando un sitio y un reconocimiento como mayorías democráticas que plantean una arquitectura institucional nueva. Como dice Ibarretxe, el Estado de 'motu proprio' no va a a ser un interlocutor democrático para operativizar lo que plantee una mayoría democrática vasca. Hace falta firmeza, inteligencia y paciencia para esa sintonización y esa estrategia internacional.
-De momento el procés no va en sincronización con Euskadi.
-El procés ha ido a una velocidad, desarrollando un unilateralismo en la medida en que no había bilateralidad por el Estado. Y nos hemos encontrado con un Gobierno de Gasteiz que ha especulado con el proceso político. Hemos perdido estos años una oportunidad de poner el tren vasco en una dimensión más acorde con el pulso que estaba jugando Cataluña con el Estado. Al menos ahora hemos sacado ese tren del andén y tenemos una referencia común que hay que llenar de sociedad y sincronizarlo con un procés catalán en fase de reconstrucción pero que va a tener capacidad de reubicarse. Y ahí el Estado, gobierne quien gobierne, estaría en una situación de mayor debilidad y nosotros podríamos presentar a Europa soluciones con otra articulación jurídica, como un Estado confederal, que garanticen la estabilidad política y económica.
«El sindicalismo abertzale no existe ya como sujeto político»
Exsecretario general de LAB y referente del sindicalismo vasco, Rafa Díez Usabiaga no titubea al señalar lo más negativo en este año que lleva en libertad: «La falta de sintonía» entre ELA y LAB. «Ha sido la sorpresa más desagradable. El sindicalismo abertzale, como sujeto, ha desaparecido del proceso político y eso no es de recibo. ELA mantiene una actitud de mero analista observador de las políticas de los agentes institucionales, sin una praxis coherente tanto en términos políticos como en términos sindicales y sociales», lamenta. «No entiendo, en las actuales coordenadas en que se mueve el sindicalismo en su intervención en la empresa y en la encrucijada política del tránsito hacia un marco de soberanía, la posición de ELA», concluye Díez Usabiaga.
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