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Es doloroso ver a una Real con dos caras, capaz de bailar al Barcelona en juego y en intensidad, al que debió ganar por más ... goles, y a las dos semanas ni siquiera plantar cara a tu eterno rival, que sin mucho se llevó los tres puntos gracias a un zarpazo de Sancet. El Athletic no necesitó esgrimir su mejor versión, ni de lejos, para ganar.
La Real debe tener más amor propio en este tipo de partidos. Se puede perder. Claro. Se puede jugar mal. También. Pero hay que hacer más para ganar el partido que más apetece ganar del año. Los de Imanol nunca dieron la sensación de estar enchufados. Las cuatro últimas visitas se saldan con cuatro derrotas como cuatro soles.
El primer tiempo de la Real en San Mamés fue fantasmagórico. Imanol apostó de inicio por el tridente que tantas alegrías le dio el año pasado en Champions con Barrenetxea, Kubo y Oyarzabal, pero lo cierto es que ninguno fue capaz de generar peligro. Tampoco se vio un gran Athletic, lejos de ser esa apisonadora que a base de presionarte en la salida de balón te roba y te asfixia. Nada más lejos de la realidad. Pero es igual. Los de Valverde no tienen vergüenza en entregar el cuero a la Real si los de Imanol no paran de tocar entre centrales o si Zubimendi es incapaz de encontrar por dentro a Sucic y Gómez.
El Athletic es un equipo práctico, no le hace falta enlazar pases y pases para acercarse al área de Remiro. Se jugó a lo que quiso el 'Txingurri' y no a lo que planeó Imanol. La duda en el once realista residía en si Aihen iba a ocupar el lateral izquierdo o por contra el oriotarra iba a dar entrada a López. Apostó por el tinerfeño, que si algo ha demostrado es que tiene físico como para abarcar en un tapete tan ancho como San Mamés. De momento su temporada sale a deber y no mejora lo que ya había en casa.
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Los de Imanol tan solo se acercaron dos veces al área de Agirrezabala en el primer acto, y en ambas ni siquiera remató a portería. Sucic pegó mordido a un centro de Kubo y el propio japonés disparó mal con la derecha a un envío de Barrenetxea. El cuero impactó en Oyarzabal, que no sabía dónde colocarse para ser útil. Y hasta ahí la Real en ataque. No ofreció demasiado el Athletic, pero encontró el gol en, de nuevo, una acción horrorosamente defendida hasta en dos ocasiones por los defensas de azul y blanco. López no tapó un centro que remató mal Prados, que tuvo tiempo para volver a recoger la pelota y jugar con Nico ante la pasividad txuri-urdin. Si no igualas la intensidad en San Mamés estás muerto.
El menor de los Williams puso un centro al segundo palo y allí apareció Sancet, que se lo creyó más que nadie. López saltó poco y ni molestó al navarro, que con la cabeza remató a placer para superar a Remiro. No pasó nada en noventa minutos, pero los rojiblancos dominaban el marcador en el único destello con verdadero peligro.
Imanol trató de mover el árbol a la hora de partido, pero dio igual. A la Real le costó horrores probar a Agirrezabala. El oriotarra cambió a los costados para quitar a unos desconectados Barrenetxea y Kubo pero lo cierto es que ni Becker ni Brais cambiaron el guion del partido.
Tan solo se salvaron dos futbolistas en Bilbao, Aguerd, quien ha entendido rápido lo que supone un derbi para un realista, y Zubimendi, que muchas veces se multiplica pero que no tiene ocho piernas para llegar a todos los lados. La segunda mitad de la Real no fue mucho mejor y tan solo pisó área en un par de ocasiones, aunque solo una con verdadero peligro como para decir «uy». Barrenetxea encontró a Sucic, que puso un centro raso para la llegada de realistas de segunda línea. Zubimendi metió la puntera pero no encontró portería. Oyarzabal en un córner remató de primeras de volea, pero no fue la noche.
No estuvieron acertados sobre el verde, tampoco Imanol desde la dirección de campo. Introdujo a Aihen y Aritz para remontar el derbi en San Mamés. Sadiq, por el momento, no ha rendido al nivel que se esperaba de él, pero al menos es un nueve de referencia, algo que Oyarzabal no es por muchas virtudes que tenga.
La Real no tocó a rebato en ningún momento. Nuevo sinsabor en una temporada convertida en una auténtica Montaña Suiza.
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