La construcción de las dos 'rocas varadas' sobre la Zurriola se prolongó durante cuatro años. Postigo

Las aguas bajaron revueltas al 'Solar K'

El proyecto de Rafael Moneo para este enclave de la ciudad despertó una encendida controversia entre la ciudadanía que sólo se resolvió por la vía de los hechos consumados

Alberto Moyano

San Sebastián

Domingo, 25 de agosto 2024, 06:58

H

ubo un tiempo en el que 'Kubo' no eran un futbolista japonés de la Real, sino un proyecto urbanístico motivo de una encendida polémica ciudadana. ... Este edificio que desde hace años forma parte del paisaje donostiarra y de la 'línea del cielo' de la ciudad fue el resultado de un proceso tortuoso a la manera extrema en la que suelen serlo determinados proyectos en San Sebastián. Que algunos terminen por convertirse en emblemáticos no impide que el proceso se repita con férrea disciplina. Piénsese en el Peine del Viento, que junto al Kursaal debe ser uno de los parajes urbanos más fotografiados por nuestros visitantes. Ahora ya nadie se acuerda, pero entre otras descalificaciones, como que estropeaba el paisaje, no faltaron los que se preguntaron 'quién iba a cruzar el puente del Kursaal en invierno para ir a un concierto'.

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A través de la historia de los cubos de Moneo, desde su gestación hasta su actual utilización intensiva se pueden rastrear las dos fuerzas centrípetas que caracterizan la tradición donostiarra en este ámbito: la que aboga por recuperar el glorioso pasado y la que apuesta por el riesgo –entre la audacia y la temeridad–, no siempre atinada, pero sí en sus momentos más lúcidos.

El peso del pasado

La alargada sombra del edificio construido en 1922 según el proyecto de Auguste Bluysen y derribado en 1972, y el hartazgo que desde entonces provocó en la sociedad la visión del solar vacío y los fallidos intentos de 'rellenarlo' comenzaron a pesar sobre cualquier proyecto que se planteara. Así sucedió también con el que Rafael Moneo se impuso en 1989, tras ser invitado al concurso público junto a otros cinco arquitectos de postín: Peña Ganchegui, Mario Botta, Arata Irozaki, Norman Foster y Juan Navarro Baldeweg. El jurado resaltó «el acierto en la consideración del 'Solar K' como un accidente geográfico en la desembocadura del río Urumea, por la liberación de espacios públicos como plataformas abiertas al mar y especialmente por la rotundidad, valentía y originalidad de la propuesta». También gustó que el proyecto no diera la espalda al mar.

El solar estaba vacío desde 1972, tras el derribo del Gran Kursaal. Postigo
En la calle, se llegó a cuestionar 'quién cruzaría el puente del Kursaal para ir a un concierto'. Postigo
El proyecto de Rafael Moneo se impuso al de otros 5 candidatos. Usoz
Organizadores de congresos visitan las obras. Postigo
El Kursaal abrió sus puertas en 1999. Postigo

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Redactado entre 1991 y 1994, el inicio de las obras dos años después no hizo más que exacerbar las críticas. A medida que se levantaban en el llamado 'Solar K' las estructuras de lo que efectivamente pretendía ser una evocación de dos rocas varadas, algunos sectores consideraron que se rompía con el estilo decimonónico del área romántica y que el vidrio atentaba contra la piedra arenisca, tan donostiarra. Aquello cristalizó en una plataforma ciudadana cuya recurrente cartelería se hizo muy popular en una esquina de la Avenida.

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Las obras duraron cuatro años y el presupuestofinal rondó los 10.000 millones de pesetas –60 millones de euros–

La dilatación de los plazos tampoco ayudó a calmar los ánimos. Cuatro años en los que el presupuesto alcanzó los 10.000 millones de pesetas –60 millones de euros–, en los que no faltó algún incidente como el desplome de forjados y escaleras el 20 de abril de 1998, un año antes de su inauguración. Con todo, durante ese tiempo al menos se comprobó que el proyecto se hacía efectivo, cosa que nunca ocurrió con el que en 1965 –antes del derribo del antiguo Kursaal–, proyectaron Jan Lubicz-Nycz, Carlo Pellicia y Willian Zuk y poco más tarde, con el de Corrales y Molezún. Por diferentes motivos, ninguno de los dos prosperó. Mientras tanto, Moneo se convertía en 1996 en el primer arquitecto español en recibir el Premio Pritzker.

Otro frente abierto fue el desencuentro entre el Ayuntamiento donostiarra y la Sociedad Kursaal por un lado y Kutxa por otro para la firma de un acuerdo que permitiera la venta a la entidad del espacio que ocupa la actual Sala Kubo Kutxa.

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El Kursaal de Moneo se inauguró el 23 de agosto de 1999 y en 2001 ganó el Premio Mies van der Rohe en reconocimiento al mejor edificio levantado en la Unión Europea en los dos años previos.

El Premio Mies van der Rohe en 2001 al mejor edificio construido en la UE los dos años previos consolidó su prestigio

Y aunque es cierto que la polémica había remitido y que la oposición al Kursaal agonizaba ante los hechos consumados, se podría situar en ese punto como el de su definitivo 'apagón'. El espaldarazo internacional y la creciente conversión del Kursaal en el nuevo icono urbanístico de la Donostia moderna sofocaron los últimos rescoldos de aquel 'incendio'. De hecho, a partir de cierto momento, la principal crítica al Kursaal viró 180 grados para apuntar a las conservadoras estimaciones que le privaron de un mayor aforo.

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