El bar restaurante Mendizorrotz echó el cierre por jubilación y se suma a la lista del Buenavista, Txistu o Valentín que fueron lugares emblemáticos en el barrio donostiarra de Igeldo. En esta ocasión, el problema ha sido el relevo, ya que después de tres generaciones ... de la familia Calonge al frente del establecimiento, no ha habido nadie que siguiera detrás de la barra. Los vecinos de Igeldo han mostrado su pena por el cariño que tenían a los dueños y porque cada vez tienen menos opciones para tomar una caña o un café. Ya solo se mantienen abiertos en el núcleo del barrio el Txapela y el Calonge, aunque debido a la poca demanda hay días que cierran o abren tarde, y los vecinos se quedan sin lugar alguno para reunirse y tomar algo.
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En el Mendizorrotz, Bitortxo Etxebeste, Espe Remiro y Nekane Etxebeste necesitaban un descanso. Aunque ya han asumido el final de esta historia, todavía se sienten como si estuviesen de vacaciones, ya que el local solía cerrar en octubre. «No creo que suba menos gente a Igeldo porque nosotros no estemos, pero es verdad que cuando nos íbamos de vacaciones se solía notar menos afluencia de personas en la plaza», explica Espe. Recuerda aquellos tiempos boyantes en los que subiendo a Igeldo desde Donostia y hasta llegar a la zona del camping se podían encontrar más de una decena de restaurantes. «Lekueder, Buenavista, Gudamendi, Txistu, Peru´s, alguna que otra sidrería... Aquí había un montón de lugares para elegir», explica. Al Mendizorrotz han llegado, sobre todo en verano, muchos turistas que se alojaban en el camping, agroturismos y hoteles de alrededor. Infinidad de donostiarras que subían desde la ciudad o las cuadrillas del barrio. «Cuando vas a comer a un sitio aprovechas y tomas unos potes en los bares de la zona. Algo que solía ser típico aquí, pero que ahora es complicado», señala Espe. De todas formas, cree que todavía es pronto para ver los efectos que pueda acarrear el cierre de su establecimiento, pero tiene claro que «el cliente del Mendizorrotz seguirá viniendo a Igeldo y simplemente cambiará de bar».
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Ander Balanzategi
Mendizorrotz La falta de relevo generacional ha acabado con uno de los bares más queridos de Igeldo.
Txistu Bajó la persiana hace unos años tras haber dado de cenar a decenas de cuadrillas donostiarras.
Buenavista Cuando se jubilaron los dueños continuaron sus hijos pero el negocio no volvió a arrancar.
El Mendizorrotz celebró una fiesta días después a su cierre, un encuentro que congregó a decenas de personas. Varios vecinos tocaron la trikitixa y el pandero para protagonizar un dulce 'agur '. También cantaron un par de versos Unai Manterola, cura de Orio, y el bertsolari Sebastian Lizaso. Entre los que se acercaron hubo igeldotarras y los que, hasta alguno de Madrid, según comenta Espe.
Un grupo de vecinas jubiladas que charla en la plaza considera que Igeldo está «más triste y apagado» según se han ido encadenando los cierres. «La gente mayor nos hemos quedado sin opciones porque alguno de los bares abre tarde por la mañana y no estamos como para desplazarnos a la zona del camping», explican. Coincide con ese análisis Jexux, que monta también en la plaza una barra para servir bebidas en la 'Udazkena Fest '. «Si nos quedamos sin bares perdemos en ocio y por eso es más importante organizar actividades alternativas», opina.
Aitor pasea a su perro en el parque frente al Mendizorrotz. «Este bar tenía su clientela fija y se llenaba en días de la Semana Grande», comenta. Recuerda que era el bar que más clientela tenía y que «ahora tenemos menos opciones y se nota al barrio más triste». Aun así, no quieren que decaiga el ánimo entre los vecinos y aseguran que se «adaptarán» a lo que tengan. Además, señala que los jóvenes de Igeldo «somos muy activos y nos las arreglamos para entretenernos».
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En la Plaza de Igeldo el bar Txistu tiene la puerta cerrada desde hace unos años. Fuera del local, un cartel de Wifi es el único detalle que recuerda de un adiós no muy lejano. Atrás quedaron los fines de semana en los que este bar se llenaba de jóvenes donostiarras que acudían al barrio para potear y cenar. Ahora, el único que perdura en la plaza es el bar Txapela, aunque a pocos metros también se mantiene abierta la sidrería Calonge como alternativa.
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