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Soledad Giralda continúa con la búsqueda del hombre que ayudó a su hija Carolina Puerta el pasado sábado 27 de julio en San Sebastián. La joven, de 17 años y de Miranda de Ebro, había acudido a la capital gipuzcoana junto a otros cuatro amigos para disfrutar de un día de playa. Una bonita excursión que se tornó en nervios y lágrimas cuando perdió el tren de vuelta y se quedó sola -sus compañeros sí llegaron a tiempo- en una ciudad desconocida para ella. Momentos de angustia e inquietud que gracias a la inestimable ayuda de un señor que se percató de lo ocurrido tuvieron un feliz desenlace. «De momento no lo hemos encontrado», cuenta su madre al otro lado del teléfono.
Todo ocurrió en un margen de menos de doce horas. Aquella mañana de sábado, Carolina volvía a San Sebastián con sus amigos. Habían estado de excursión la semana anterior y querían repetir un día de playa en Donostia. Pero ya desde el inicio la visita comenzaba a torcerse.
La salida de Miranda de Ebro se les hizo tarde y llegaron hacia las 14.00 horas a la estación de tren de San Sebastián. Para no perder todavía más tiempo, el grupo decidió comer en las cercanías y tras ello puso rumbo a la playa de La Concha. Baños, ratos en la toalla y conversaciones en la arena que pasaron ante sus ojos sin percatarse de que apenas quedaban minutos para que saliera en tren de vuelta.
«Que sí, que llegamos», comentó entonces la cuadrilla de amigos mientras salía a la carrera dirección a la estación de tren. Un trayecto en el que Carolina tropezó y perdió la pista de sus compañeros. Sin tiempo de reacción, cuando llegó al andén el tren había salido a su destino con sus amigos dentro de los vagones. Eran poco más de las 20.15 y la joven de Miranda de Ebro se había quedado en tierra. Sola. En una ciudad desconocida y con la noche cada vez más cerca.
Carolina se empezó a poner nerviosa. En el mejor de los casos, su padre tardaría cerca de dos horas en llegar desde Miranda de Ebro. Por suerte, aún tenía batería en el teléfono para llamar a su madre, quien la tranquilizó. «Me llamó medio llorando, asustada. Estaba ella sola en una ciudad desconocida y lejos de casa», explica Soledad Giralda. En su testimonio cuenta que la mayor preocupación de su hija en ese momento era que ya no había trenes por lo que tenían que buscar otra solución.
«Como yo no sé donde está la estación de tren con respecto a la de autobuses le pregunté a ver si tenía dinero y me respondió que tenía 30 euros. Le dije que cogiera un taxi hasta allí y buscara un trayecto a Miranda de Ebro o al menos a Bilbao o Vitoria», comenta su madre. Fue entonces cuando dos hombres que se encontraban en las inmediaciones, mientras Carolina hablaba con su madre por teléfono, se percataron de lo ocurrido. La joven de Miranda de Ebro se acercó a ellos y les explicó en detalle la situación.
«Ya te voy a acompañar yo. Vamos a la estación de autobuses y vemos si hay un autobús», no dudó en responderle uno de estos dos hombres. Tras recorrer los pocos metros que separan ambas terminales el mal trago de Carolina parecía llegar a su fin, no sin antes un susto final. Había un autobús a las 21.15 a Vitoria pero estaba completo. «Esta chica no se puede quedar aquí ella sola. ¿No hay otro?», insistió el hombre en la ventanilla de venta de billetes. Un segundo autobús a las 22.15, también a Vitoria, solventaba los problemas.
«No te preocupes. Tú te vas a ir a casa con tus padres y mientras tanto yo me quedo aquí contigo, no vas a estar sola», le señaló en varias ocasiones el inesperado acompañante. En el proceso de comprar el billete y decidir por teléfono con sus padres si cogía ese autobús, una plaza para el viaje de las 21.15 quedó libre. El hombre compró el billete que costaba 12.50 euros y aunque la chica insistió en pagarlo este se negó a cogerle el dinero.
Una hora más tarde desde perder el tren, Carolina emprendía por fin el viaje de vuelta a casa. A las 22.30 su padre la recogería en la capital alavesa y ambos harían en coche la parte final del trayecto a Miranda de Ebro. «El hombre se quedó esperando con ella hasta que subió al autobús y no se marchó de allí hasta que vio como salía», narra la madre de la chica. Un enorme gesto de amabilidad y cariño que quiere agradecer personalmente.
Para ello, la mujer ha emprendido una búsqueda a través de redes sociales del hombre que ayudó a su hija en San Sebastián el pasado sábado. Con los nervios, la joven no le preguntó el nombre ni le pidió el número de teléfono y tan solo recuerda «que se trataba de un hombre de unos 50 años». No obstante, tras contar Soledad la historia en el grupo de Facebook 'No eres de Donosti si...', numerosos vecinos se han volcado para tratar de entre todos dar con esta gran persona. «Quiero agradecérselo personalmente y devolverle el dinero. Ojalá todos fuéramos un poco como él», concluye con esperanza.
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