Secciones
Servicios
Destacamos
Las convicciones de Agnes Gonxha Bojaxhiu eran firmes. Aquella joven macedonia de origen albanés fue pronto consciente de su vocación misionera y, ciertamente, no quiso perder el tiempo. Pocos días después de alcanzar la mayoría de edad, en setiembre de 1928, se trasladó desde su ... Urkub natal, hoy la capital Skopie, hasta Dublín. Tan sólo dos meses más tarde, aterrizó en el este de India. La religiosa cambió su nombre por el de Teresa, como homenaje a Teresa de Lisieux, patrona de los misioneros.
Pero no, la historia no resulta tan previsible. Llegados a este punto, la resuelta hermana se convierte en un miembro más del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocidas en España como las Irlandesas, e imparte clases de geografía e historia en el colegio de la abadía de Loreto en Darjeeling, ciudad balneario frecuentada por la elite colonial británica.
¿Qué cambió su destino? La pavorosa hambruna de 1943 y la violenta partición de India tras su independencia, origen de flujos de poblaciones sin medios, son los detonantes aducidos para explicar su conversión en todo un icono del siglo XX. Algunas interpretaciones aseguran que la Madre Teresa descubrió la miseria más extrema de la ciudad de Calcuta con ocasión de un retiro espiritual que la alejó de la placidez de su convento, radicado en las estribaciones del Himalaya, y la enfrentó a los problemas urbanos. Darío Chimeno, autor de 'Madre Teresa. El consuelo de Cristo en los más necesitados' (Palabra) parece avalar la tesis del descubrimiento, a la manera de Pablo de Tarso. «Fue una persona que vivió para llevar a cabo una llamada que Dios le hizo en un momento determinado y que consistió en atender a los más pobres de los pobres, y en eso se dejó la vida», aduce este periodista y doctor en Historia Contemporánea. «En esta misión no hubo incoherencia vital, vivió pobre y se dedicó a los pobres, y procuró, a pesar del peso mediático, vivir sin llamar la atención para atender a los que no tienen ninguna visibilidad en la sociedad».
La fundación de la Orden de las Misionera de la Caridad en 1950 fue el hito a partir del cual se forja su extraordinaria repercusión. Obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1979 y, tras su muerte el 5 de septiembre de 1997, fue canonizada en un proceso culminado hace seis años. ¿Qué ha ocurrido un cuarto de siglo después de su óbito? El mito persiste e, incluso, resalta ante el perfil bajo de sus sucesoras. La hermana Nirmala Joshi, que la reemplazó, creó una rama contemplativa y la última superiora general, la hermana M. Joseph Michael, fue elegida el pasado marzo y se ha convertido en la primera que procede de India, el país originario de la institución.
Noticia Relacionada
Ninguna ha mantenido la proyección de la santa albanesa. «Cuando fallece una personalidad de la talla de la Madre Teresa es muy complicado que alguien alcance su liderazgo», advierte el biógrafo. «Por otra parte, es normal que una institución en la que su líder ejerce una influencia grande, al desaparecer su creadora, pueda producirse una debacle de tal magnitud que dé lugar a su desaparición».
Nada de eso ha ocurrido. La Orden no sólo no ha sucumbido a la pérdida, sino que ha crecido a lo largo de este periodo. La discreción ha guiado su estrategia. «Es cierto que la comunicación pública de la institución religiosa es opaca», reconoce y añade que es una decisión tomada voluntariamente. «Si no quieren salir en los medios de comunicación, o tienen cierta prevención debido a las experiencias que han tenido en el pasado, es su responsabilidad. Por otra parte, no podemos olvidar que esta orden religiosa tiene una fuerte esperanza en la Providencia divina, que es quien le proporciona los medios materiales y económicos y las vocaciones para llevar a cabo su misión».
Su expansión, en cualquier caso, no se ha mantenido ajena a los avatares políticos y el incremento de los atentados extremistas. Las Hermanas sufrieron dos atentados en su casa de Aden (Yemen) y en el segundo, que tuvo lugar en 2016, cuatro religiosas fueron asesinadas por presuntos militantes de Isis. Asimismo, abandonaron Afganistán tras la definitiva victoria talibán, y, en cambio, han permanecido en Ucrania tras la invasión rusa.
La Congregación se fundó en 1950 , pero la aprobación pontificia la obtuvo del Papa Pablo VI en 1965. En 1984, Madre Teresa y Joseph Langford fundaron los Padres Misioneros de la Caridad.
En 1997, año de fallecimiento de Madre Teresa , había 3.914 misioneras y 363 misioneros trabajando para los más pobres en 120 países. Diecinueve años después, cuando fue canonizada, eran 5.161 mujeres y 416 hombres en 139 Estados.
No todo son alabanzas a su labor humanitaria. El pensamiento de Madre Teresa ha sido tachado de extremadamente conservador y la actuación de la Orden también ha resultado cuestionada. En los años noventa, la calidad de la cobertura médica de sus centros fue puesta en tela de juicio en el documental 'Hell's Angel', producido por los periodistas británicos Tariq Ali y Christopher Hitchens, que también escribió un libro con mismas acusaciones. La falta de asistencia adecuada, prácticas inadecuadas y conocimientos médicos de las hermanas, fueron entonces, los argumentos esgrimidos.
La pediatra madrileña Virginia Tejedor rebate estas críticas con conocimiento de causa ya que ha colaborado voluntariamente durante siete años con la casa de las Misioneras en Bucarest, la más grande del mundo. «No se tiene en cuenta las circunstancias económicas de los países en los que trabajan, que, a menudo, son muy complejas», lamenta. «En Rumania la sanidad era precaria y, aún así, ellas recogían niños con graves problemas neurológicos y los atendían debidamente, se preocupaban por proporcionar la medicación adecuada, aplicar las terapias aprendidas e, incluso, operarlos donde fuera necesario».
Cierta apología del sufrimiento también ha sido aducida para explicar esa presunta desidia, especialmente en el Kalighat o Casa de los Moribundos de Calcuta, el primer centro abierto y el más emblemático. «Pienso que las personas que le achacan esa glorificación del dolor no han entendido lo que Madre Teresa hizo», arguye Chimeno. «Los centros de esta Orden que yo conozco personalmente son adecuados para la personas que acuden en búsqueda de ayuda. Están limpios y dotados de lo mínimo para poder servir a aquellos que no tienen nada de nada. ¿Quién tiene la potestad de hacer esa evaluación? ¿En calidad de qué? Si lo hicieran, tendría que compararlo con algo que propiamente ya se realiza y, que yo sepa, no existe ninguna institución que se dedique a atender a los más pobres de los pobres y no solo a los pobres simples, si es que existe este concepto, y ayudarles a morir como seres humanos».
La obra de Madre Teresa no se circunscribe al ámbito material. José María Calderón, director de las Obras Misionales Pontificias, pertenece al Movimiento Corpus Christi, una iniciativa destinada a reforzar la espiritualidad de los sacerdotes diocesanos y ejerce como capellán de la congregación en España. «No se trata de una orden médica, no tienen hospitales, sino casas de caridad, y dan lo que tienen», alega.
La miseria que halló en Calcuta, sede de la Casa Madre, no tiene parangón para un hombre que ha viajado por todo el mundo. «Allí encuentras personas que se lavan y comen en las aceras al abrigo de una hoguera, que han nacido y morirán en la calle», explica y enfatiza el cuarto voto de las Misioneras de la Caridad, el que demanda el trabajo desinteresado y alegre. A la congregación de la Madre Teresa también se le atribuye la conversión forzada de los acogidos en sus últimos momentos, cuando ya apenas son conscientes. Calderón rebate estas acusaciones. «El respeto es su lema -indica-. En Rumanía, país ortodoxo, se encargaban de llevar, desde su parroquia, al sacerdote de esta fe para que celebre la Navidad y la Pascua de Resurrección, mientras que en Marruecos, donde también están presentes, llaman al imán para que celebre la ceremonia fúnebre».
No hablamos sólo de un trabajo en lugares lejanos y exóticos. Las religiosas del sari blanco con líneas azules también están en España, donde cuentan con cinco casas (dos en Madrid). «A medidos de los noventa, cuando la mortalidad era tan alta acogían a víctimas del sida en condiciones de indigencia», recuerda. Actualmente, su radio de acción se ha extendido a los ancianos necesitados de ayuda. «En Vallecas tenían un comedor social y antes de la pandemia repartían entre 250 y 300 comidas diarias y, después, preparaban comida para llevar, más de 500 raciones».
Fuera de la capital, desarrollan una labor con colectivos en situación de vulnerabilidad. En Murcia acogen madres solteras carentes de medios y en Sabadell, a aquellas que han sufrido maltratos físicos. La casa de Barcelona se dedica a las personas mayores y disponen de un comedor «con colas enormes», según Calderón. «Siempre hay un Calcuta cerca de nosotros, como dijo Madre Teresa, tal vez en la vecindad o, quizás, en el seno de nuestra propia familia».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.