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El biólogo Fernando Valladares asistió atónito a la evolución de la DANA que asoló la comunidad valenciana mientras sus habitantes seguían haciendo una vida normal. «Ha sido muy destructiva porque ha caído en una zona muy poblada, pero también porque no nos lo hemos tomado en serio», dice.
– ¿El 29 de octubre estuvo siguiendo la evolución de la DANA?
– Desde el fin de semana, cuando la Aemet ya había dicho que había un gran riesgo, estaba pendiente de los partes meteorológicos y leía entre líneas la gestión de la emergencia. Me ponía nervioso la falta de comunicaciones por parte de los responsables políticos. Cuando a las 19.31 de ese día la Aemet dio la alerta roja, para mí empezó una especie de cuenta atrás, de decir a ver cuándo empiezo a ver cosas.
– ¿Y las vio?
– Recuerdo que hacia las 13.30 me dije que Valencia estaba viviendo casi una normalidad y me pregunté cómo pueden estar los valencianos por la calle, cómo puede haber vida comercial, cómo no está pasando nada, si va a pasar. Esto para mí era de las cosas más angustiosas. Era evidente que iba a suceder algo, es que lo era, no hacía falta saber mucha meteorología. No es fácil estimar exactamente cuánta agua va a caer y dónde, pero sabes que tienes sobre tu cabeza un riesgo enorme.
– ¿Por qué cree que se dio el aviso tan tarde, cuando ya había pueblos inundados?
– Fue una combinación de factores. Algo de este calibre no creo que tenga una explicación simple y única. Voy a poner como uno de los factores que Mazón no entendió bien el mensaje de la Aemet y no calibró el riesgo real, pero no era Mazón el único que tenía que calibrarlo aunque fuera la cabeza visible de la decisión. Hay todo un estatus político, desde asesores hasta técnicos de distintas responsabilidades, y creo que entre todos se le quitó importancia a la advertencia. Incluso el hecho de que se pusiera tanto énfasis en que la gente fuera a trabajar y se mantuviera una presunta normalidad fue una negligencia.
– ¿Hay más factores?
– España no tiene mucha experiencia en la gestión de estas emergencias. Ha faltado coordinación entre los distintos cuerpos de emergencias y las distintas instituciones. No podía ser que Andalucía prestara helicópteros y que se volvieran sin usar.
– ¿Otro factor puede ser el miedo de los gobernantes a tomar medidas de protección por si al final no pasa nada?
– Claro. El miedo de los gobernantes a tomar medidas de protección es el mismo miedo que tienen a frenar la economía. Los gobernantes no están a la altura del clima que tenemos, viven anclados en otra situación económica y climática, y siguen priorizando la economía. Les da mucho escrúpulo frenar la actividad económica. ¿Pero realmente era tan necesario que Valencia siguiera trabajando? ¿Realmente hay que seguir manteniendo una actividad cotidiana en una zona inundable? Claro que tienen miedo, pero el miedo de un político es el miedo a no ser reelegido. Si las medidas que ellos toman no van a ser entendidas en clave de reelección, no las van a tomar.
– Ahora que hablamos de políticos, ¿qué opina de la victoria de Trump?
– Ha ganado un gran mentiroso, una persona fascista que ignora el cambio climático. Va a ser la referencia para muchos populismos que tenemos en Europa y en nuestro país. Ante esto, los medios de comunicación y los científicos debemos ser mucho más valientes a la hora de hablar y tenemos que luchar contra lo que va a ser una oleada de 'fake news', de pseudoinformación, de verdades alternativas y bulos. Esto va a crecer en estos días y el cambio climático va a ser cuestionado una y otra vez.
– Muchas personas perdieron la vida en Valencia intentando salvar sus coches.¿Sabemos lo que hay que hacer cuando se decreta una alerta roja?
– A corto plazo tenemos que aprender mucho más. Tiene que haber unos manuales sencillos elaborados por expertos y técnicos en los que se nos diga qué hacer. No puede quedar a nuestro albedrío la reacción ante una catástrofe porque una vez que llega no vas a pensar con calma, va a ser todo muy difícil y tienes que recordar lo que hay que hacer. Yo pongo mucho el ejemplo de que cuando hay un corte eléctrico tenemos muy claro que no podemos coger el ascensor. Pues tenemos que tener algo parecido para el riesgo de inundaciones, de vientos fuertes o mares embravecidos. Se necesitan unos protocolos básicos aunque parezcan obvios.
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Javier Guillenea
– La diferencia es que casi todos tenemos miedo a quedarnos encerrados en un ascensor y en cambio no tememos al cambio climático.
– Ese es un buen contraargumento. El cambio climático es un miedo en diferido, no es un miedo directo. No te bloquea como el ascensor, que se queda parado entre dos plantas. El cambio climático va moviendo cosas en el clima que, a su vez, y de manera indirecta, va afectando a tu salud, a los riesgos que corres, y esto es muy difícil que lo entendamos.
– ¿Le sorprendió la virulencia de las inundaciones?
– Lo que me sorprendió no es tanto la cantidad de litros por metro cuadrado como la catástrofe. Lo que más me ha impresionado han sido los impactos en las personas y en las infraestructuras.
– ¿Hemos visto la verdadera cara del cambio climático?
– Sí la hemos visto. Esto es una bofetada de realidad tremenda. Es posible que sea superada por alguna tormenta este invierno, que veamos bofetadas más gordas, pero no hace falta que lo sean mucho más. Lo que ha pasado ya es lo suficientemente duro como para hacernos reflexionar. El cambio climático está aquí y nos ha dejado su tarjeta de visita.
– ¿Va ir a peor?
– Probablemente vaya a peor en muchas cosas. Van a venir muchos eventos extremos. El cambio climático está desatado, no es una profecía de Nostradamus, sino una realidad. Tenemos la gran amenaza de la corriente atlántica, en concreto de una parte que se denomina la AMOC, que podría llegar a frenarse del todo en unos pocos años y eso tendría unas consecuencias climáticas devastadoras para las que no estamos ni mucho menos preparados. Los científicos ni siquiera podemos ponerles números a todas esas consecuencias. La ciencia no duda de que eso va a ocurrir, sino de cuándo ocurrirá, pero estamos yendo hacia ese nuevo escenario, que es mucho peor que el que tenemos ahora.
– Usted habla del cambio climático, pero siempre ha habido danas.
– Siempre las ha habido, pero su frecuencia e intensidad, es decir de la cantidad de litros descargados como en esta última, ha habido muy pocas. La ventana en la que se dan danas al año se va ampliando, antes era un fenómeno de finales de agosto y septiembre, mientras que ahora ya las tenemos en noviembre. Todo esto está impulsado por el cambio climático, si no aceptamos esa realidad incurriremos en un grave riesgo.
– Se le ha echado parte de la culpa del desastre a la demolición de pantanos.
– Este es uno de tantos bulos que ojalá fuéramos capaces de desmontar entre todos. Hay pantanos que hasta nos ponen en riesgo. Fíjese cómo estaba el martes el río Mijares. La presa sobre este río no se abrió por fallos técnicos y estábamos todos asustados. Pasamos unas cuántas horas hasta que al final se encontró una triquiñuela para poder aliviar la presa cuando el agua ya estaba pasando por encima. Esto sí que es una bomba de relojería tremenda. La solución nunca van a ser embalses aunque algunos en sitios estratégicos pueden ayudar. Se habla de encauzar, encauzar y encauzar, pero va a llegar un momento en el que vas a poder encauzar todo y habrá una crecida que te desestabilice. No lo podemos resolver todo a base de artificializar los ecosistemas.
– ¿Cuál es la alternativa?
– Tenemos que compensar esa artificialización del territorio con más naturalidad y tenemos que retirarnos de sitios en los que los riesgos son descomunales. Hay que desencauzar más ríos de los que están encauzados, sobre todo en la comunidad valenciana. Se ha querido domesticar las aguas y lo que ocurre es que eso funciona durante un tiempo, pero de vez en cuando te viene un evento que se te vuelve en contra. No podemos fiarlo todo al cálculo de estructuras porque los cálculos se han hecho para otro clima y otras situaciones.
– ¿Aprenderemos la lección de lo ocurrido en Valencia o pasará lo de siempre?
– No tenemos más remedio que aprender la lección. Si no somos buenos estudiantes suspenderemos, pero esta asignatura no es optativa sino obligatoria, eliminatoria.
– ¿Y al que suspenda qué le pasará?
– Algunos morirán y otros lamentarán no haber hecho caso a la ciencia. Habrá mucho lamento, pero a toro pasado.
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