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Al colombiano Andrés Álvarez se le agota la paciencia. Lleva desde 2021 intentando convalidar su título de medicina para poder trabajar en Irun, donde ... reside junto a su pareja, pero el papeleo y lo enrevesado del proceso está frenando toda esperanza de poder ejercer en un país en el que faltan médicos. Como él, miles de profesionales sanitarios extranjeros (cerca de 800 en Euskadi) están en manos de la burocracia. «La sensación es que nos están haciendo perder el tiempo. ¿A qué juega el Estado español diciendo que no hay médicos, que hay un problema de salud inmenso, si después no podemos ejercer? Es todo muy absurdo», critica este sanitario, con casi 20 años de experiencia en el ámbito hospitalario.
La falta de médicos es uno de los grandes problemas de la sanidad vasca, tal y como viene alertando el consejero vasco de Salud, Alberto Martínez, que plantea una batería de medidas para paliar esta escasez, como reducir a tres años la formación MIR de los profesionales de médico de familia –a lo que se opone el Ministerio de Sanidad–, retrasar la edad de jubilación a los 72 años o contratar a personal extranjero. Esta última vía ha hecho aguas tras la decisión del Tribunal Supremo de anular la posibilidad de que Euskadi asuma la homologación de los títulos extranjeros.
Mientras, no para de crecer el número de extranjeros procedentes de fuera de la Unión Europea que se enfrentan a la eterna burocracia para que sus titulaciones sean homologadas por el Ministerio de Educación, como es el caso de Andrés Álvarez.
Llegó a Gipuzkoa desde Colombia hace cuatro años «con la esperanza de obtener la homologación en un máximo de dos años, porque en un principio la ley decía que se demoraban seis meses, después que tenían atrasadas muchas solicitudes y sería hasta dos años. En ese transcurso, mientras revisaban mi título (médico cirujano en la Universidad del Quindío en Armenia, Colombia) estudié en la Complutense de Madrid un máster en medicina estética y antienvejecimiento, pero en España no me sirve de nada tener el título de un máster mientras no tenga homologada la carrera».
Cuenta que cuando realizó la solicitud de la homologación le resultó «aparentemente muy fácil pero ni imaginas cuántas veces he tenido que ir al Ministerio de Universidades en Madrid, en Paseo La Castellana, 162», dice de carrerilla. Lo que siguió después fueron más y más requerimientos de diversa documentación, como «tener que ir de hospital en hospital para demostrar mi experiencia laboral, que a su vez requiere los sellos del Ministerios de Relaciones Exteriores en Colombia».
El año pasado volvió a enviar toda la documentación, para demostrar que su título era original y que trabajó como médico en su país, y «me pidieron que hiciera un escrito de alegaciones», pero la sorpresa llegó hace dos semanas cuando le comunicaron que «estaban a la espera de recibir estas alegaciones. Y ahí es cuando explota mi paciencia, mi cabeza y todo. ¿Con qué seriedad están atendiendo a los profesionales que vienen de otros países? Es mejor que te digan, mira, no estamos homologando títulos de Colombia, de Venezuela, de Cuba o de 'x' país a que nos hagan perder el tiempo así. La burocracia es mala, pero esto raya unos términos que no entiendo».
En la misma situación se encuentran muchos de sus conocidos. A algunos les piden documentos extra después de más de dos años de espera. En otras ocasiones, los documentos se 'pierden' y el proceso tiene que empezar de nuevo. Vuelta a la casilla de salida.
Andrés rescata el caso de un amigo suyo colombiano, cirujano general y bariátrico de dilatada experiencia, que homologó hace 15 años su título en España. Viendo la necesidad de sanitarios decidió venir a Gipuzkoa para colegiarse pero necesitaba el título original de la homologación. «Escribió al Ministerio de Universidades para que le mandaran la original y lleva dos años en ese proceso. Estando homologado. ¿Qué hizo? Dijo 'chao España'», relata.
No es el único caso. «Hay una chica venezolana, médica, que está a la espera de la homologación y trabaja en una cafetería en Irun, a 20 pasos del ambulatorio de Dunboa, donde también hay falta de médicos. Pero ella sirve cafés enfrente», lamenta, al tiempo que se pregunta «a qué están jugando cuando hay profesionales reconocidísimos de otros países que simplemente quieren que se les dé una oportunidad de trabajo, de demostrar su profesionalismo, de ser parte de una sociedad. Porque cuando yo llego a España y llego con mi titulación, no estoy pidiendo que me regalen una vivienda o para comer. Estoy diciendo 'soy médico y quiero ser parte de esta sociedad'». Mientras, las esperanzas de miles de profesionales que están esperando homologación se desvanecen cada día.
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