
En aguas del sureste del Golfo de Vizcaya, entre las costas de Gipuzkoa e Iparralde, hay ríos de plástico, verdaderos regueros de basura que se mueven al vaivén de las corrientes. No es difícil encontrarse con ellos. Basta con subir a una embarcación y alejarse un poco de la costa. Tarde o temprano aparecerán.
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«Son unos ríos de dos metros de ancho, pueden tener hasta diez kilómetros de longitud, aunque la media es de mil metros, y hacen como una especie de eses. Dependiendo de las corrientes o de los vientos, hay ciertas zonas donde se concentran las basuras en regueros», explica Oihane Cabeza Basurko, investigadora especializada en la conservación del ecosistema marino del centro tecnológico Azti. «Si sales a navegar puedes encontrártelos en la bocana de Pasaia o en la zona de Jaizkibel. Ahí podemos hallar del orden de 10.000 veces más plástico en peso que lo que encuentras fuera. Estamos hablando de concentraciones altas», añade.
94% es el porcentaje de la presencia de microplásticos en los ríos marinos de basura
1 kilómetro es la longitud media de los regueros, aunque pueden alcanzar 10 kilómetros
Ante la falta de estudios sobre la cantidad de plástico en las zonas costeras de Gipuzkoa e Iparralde, investigadores de Azti se propusieron cuantificar en 2017 la presencia de este material en las aguas. Durante cuatro años tomaron en 40 estaciones muestras de plástico neustónico (el que se halla en la superficie del agua). Cuando analizaron lo que habían recogido quedaron sorprendidos. «La verdad es que no pensábamos que había tanto», reconoce Basurko.
En 2022 publicaron los resultados. «Encontramos 750.000 piezas de plástico menores de cinco milímetros por kilómetro cuadrado y eso es una concentración muy elevada», asegura la investigadora de Azti. Lo que hallaron son los microplásticos, pequeñas partículas que provienen de la fragmentación de piezas más grandes de este material. «Todos los mares y océanos del mundo están contaminados, pero pensábamos que nosotros podíamos salvarnos un poco», afirma Basurko. Albergaban esa esperanza cuando comparaban el estado de nuestra costa con los altos niveles de contaminación del Mediterráneo, «un mar semicerrado que tiene mucho turismo, muchos habitantes en la zona costera, mucha industria y diferentes sistemas de gestión de residuos». Pero no tardaron en comprobar que estaban equivocados. «Las concentraciones que encontramos aquí son similares a las del Mediterráneo».
El estudio de Azti demostró que el sureste del Golfo de Vizcaya es «un callejón sin salida para el plástico», un lugar donde «se acumulan cosas en concentraciones elevadas». En los muestreos, el microplástico representó el 94% de las partículas recogidas, el 5% correspondió a mesoplástico (partículas de entre cinco milímetros y 2,5 centímetros) y el 1% a macroplástico (de tamaño superior a 2,5 centímetros). Los elementos más recolectados fueron fragmentos rígidos y restos de redes.
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No todas las zonas están afectadas por igual. Los investigadores vieron también que la costa de Iparralde es la más contaminada, con cinco veces más cantidad de microplásticos que las zonas de Gipuzkoa. «Entre Hendaia y Biarritz vemos áreas donde la concentración es mucho más elevada», asegura Basurko.
¿De dónde viene esta basura? «En micro es muy difícil ver los orígenes, pero en las macro vemos que los plásticos pueden venir de China o Turquía, aunque esto está relacionado con el transporte marítimo», responde la experta. «Cuando en las noticias se habla de plásticos, todo el mundo habla de lo que genera China, pero difícilmente una botella vertida allí va a llegar hasta nuestra costa. La basura que tenemos aquí es producida por nosotros, por los habitantes del Golfo de Vizcaya».
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Son residuos que se generan, por ejemplo, en las playas o en las fiestas de las localidades costeras. No hay más que ver cómo queda el muelle de San Sebastián después de una noche de juerga multitudinaria para imaginar qué parte de todos esos desperdicios acabarán en el agua. «En las playas hay un montón de contenedores y papeleras y muchas veces están desbordados. Con un poco de viento, al final todo se va al mar. Si se organiza cualquier evento en la costa es muy probable que este plástico llegue al agua a no ser que haya un sistema de recogida de residuos muy bueno», dice la investigadora de Azti.
Buena parte de esos residuos están condenados a vagar transportados por las corrientes. Mientras los más grandes se degradan por la acción de factores como la radiación solar, la agitación por oleaje, el roce y abrasión con partículas y sustratos duros y por la acción de diversos organismos, los microplásticos volverán a tierra arrastrados por las olas. Es como si el mar nos devolviera nuestra basura.
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Por el contrario, otras partículas se hundirán en el fondo del mar o serán tragadas por peces que pueden acabar en nuestros platos. Hasta qué punto ese plástico se introduce en nuestro cuerpo cuando comemos un pescado es algo que no está muy estudiado. Cuando un animal marino ingiere plástico, parte de él es expulsado tras pasar por el sistema digestivo, aunque otra parte queda retenida, y, en función del tamaño, se incorpora a otros órganos o tejidos. Generalmente, los humanos no nos comemos el sistema digestivo de los peces, sino principalmente el músculo, por lo que es improbable que lleguemos a ingerir plásticos de cierto tamaño.
En todo caso, lo potencialmente peligroso para nuestra salud no es el plástico en sí, sino los aditivos que lleva incorporados. «Diferentes compuestos químicos se pueden adherir a su superficie y pueden transportar esos contaminantes a distintos lugares. Los aditivos del plástico pueden ser tóxicos y también pueden llevar adheridos otros tóxicos que están en el medio ambiente», afirma Basurko.
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Se estima que el 80% de las basuras marinas son de origen terrestre y las genera el turismo costero, alcantarillado, desagües pluviales, ríos, vertederos ilegales y zonas industriales. El 20% restante proviene de actividades marinas como la pesca y acuicultura, embarcaciones de recreo y transporte marítimo.
Los expertos estiman que hasta el 5% de los plásticos producidos en todo el mundo acaban como basura en los mares. Según estudios científicos, tan solo en 2010 entraron entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de basura plástica en los océanos, lo que supone alrededor del 80% del aporte total de basuras al mar. Los microplásticos están presentes en todos los mares y océanos, desde las zonas polares hasta el ecuador, lo que hace que sea un problema global.
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