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Las miradas de todos están puestas en doce personas. Son ocho varones y cuatro mujeres. Poco o nada ha trascendido de ellos a la opinión pública. Sus edades oscilan entre los treinta y sesenta años. Cuatro de ellos son afroamericanos, tres mujeres y ... un hombre, al igual que lo era una de las víctimas. Los ocho restantes son caucasianos. Entre los miembros del tribunal los hay con estudios superiores, como una psicóloga que durante la fase de selección contó que su designación enriquecería su formación tanto personal como profesional. También se encuentra entre los elegidos el gerente de una empresa vinculada al sector de la construcción, así como un miembro de seguridad de aquellos que revisan las pertenencias en los arcos de seguridad de establecimientos públicos. Asimismo, hay una funcionaria de la Administración de Justicia y un empleado de envío y reparto de correspondencia, lo que en España vendría a ser Correos.
Todos ellos tienen la difícil tarea de determinar si Pablo Ibar es la persona que en 1994 asesinó a tres personas en un chalet de Miramar, localidad próxima a Miami. Durante más de un mes llevan escuchando al representante de la acusación, el fiscal Charles Morton, que no se dejen engañar, que la persona que aparece en el vídeo que grabó los asesinatos de Casimir Sucharsky y las jóvenes de 25 años Sharon Anderson y Marie Rogers, que estaban con él en el momento de asalto, no es otro que Pablo Ibar. Pero al mismo tiempo, los miembros del tribunal han podido verificar gracias a la labor realizada por la defensa que no es así, que no todo está tan claro, que puede que la persona que recojan las imágenes se parezca a Pablo, pero ¿es realmente él? Ahí ya no las tienen todas consigo.
En las horas, por lo tanto, que les restan hasta que lleguen a un veredicto, tienen mucho por analizar y a la vista de sus primeras actuaciones, las dudas les embargan. El jueves, prácticamente en su primera jornada de deliberación, a las dos horas de comenzar el debate entre ellos, ya solicitaron volver a examinar el vídeo. Desde que empezó el juicio lo han visto repetidas veces. Quienes han seguido la vista desde el primer día afirman que lo han hecho en más de veinte ocasiones. La última el pasado miércoles durante el turno final de réplica de los informes del fiscal.
once HORAS
SESIONES
AISLADOS
Sin embargo, hay algo en esas imágenes que necesitaban visionar de nuevo. Los doce jurados, con las luces de la sala apagadas y ante una pantalla gigante de televisión, repasaron los 22 minutos que dura la grabación que había sido obtenida gracias a una cámara oculta en una estantería en el chalet de Sucharsky. Volvieron a ver la irrupción de dos individuos en el salón de la casa, sus idas y venidas y cómo finalmente uno de ellos efectuó tres disparos contra las víctimas indefensas.
Pero al jurado no solo parecen asaltarle dudas con la prueba del vídeo. También las tienen respecto a las de ADN que en 2016 aportó la Fiscalía por primera vez después de 22 años. La localización de un rastro mínimo en una camiseta que el autor de los disparos llevó puesta en la cabeza durante el asalto con la finalidad de ocultar su rostro, no deja de sorprender a todos. También al jurado que pidió que les fueran leídas de nuevo las declaraciones de dos expertos en ADN, Huma Nasir, que efectuó los primeros análisis en una parte de la camiseta donde está el resto biológico, y Jamieson, experto de la defensa que refutó el testimonio de otro perito que afirmó que la posibilidad de que esa traza de ADN no fuera de Ibar era de 1/353 trillones.
No hay duda de que para personas sin la formación adecuada, la genética encierra gran complejidad. Pero lo cierto es que en este caso la acusación tampoco ha ayudado mucho a los jurados. Los avances científicos en las últimas décadas han sido tales que a nadie se le escapa que la muestra de Pablo hallada parece más bien demostrar que no es él quien efectuó los disparos. Nadie acierta a comprender que una camiseta que alguien porta sobre la cabeza durante veinte minutos y con la que posteriormente se seca el sudor, solo tenga una muestra que apenas llega a cinco locis cuando tenía que haber una cantidad muy superior. La comunidad científica exige una concordancia de entre 13 y 15 para considerar que la porción examinada se corresponde, sin posibilidad de error, con la de la persona a la que pertenece la muestra. Por lo tanto, casi debería ser considerada como una prueba exculpatoria.
Sin embargo, el porqué había tan poca cantidad de ADN de Pablo, no parece importarle. Lo único que ha pretendido trasladar al jurado es que la había, sin reparar, como sostiene la defensa, en que todo induce a pensar que fue como consecuencia de una contaminación, producto de un grave error en la cadena de custodia de las pruebas, parte de las cuales llegaron a los laboratorios en bolsas abiertas y manipuladas sin la debida protección, incluso por el propio fiscal Morton.
Tras la lectura ayer del testimonio, puede que los miembros del jurado estén algo más cerca de la verdad. Y en esa búsqueda de la verdad, el juez Dennis Bailey les transmitió las instrucciones que les conducirán a alcanzar el veredicto. Les hizo saber que una «duda razonable» no es una mera duda posible, especulativa, imaginaria o forzada. Y que dicha duda no debe influenciarles para emitir un veredicto de no culpabilidad si llegan a un convencimiento fundado de que el acusado es culpable. Pero también les dijo que si tras la deliberación concluyen que no existe tal convencimiento han de considerar que las imputaciones no han sido demostradas más allá de toda duda razonable, por lo que deberán declarar no culpable al acusado.
El jurado es consciente de que ha de ajustarse a las pruebas que han sido presentadas en el juicio, solo a ellas. En este sentido, el juez les instruyó sobre cómo habían de valorar dichas pruebas y en este sentido les explicó que debían sopesar si el testigo dudaba o era contundente, si tenía buena memoria, si era honesto y franco en sus respuestas... Les advirtió igualmente de que la carga de la prueba de la Fiscalía no se mide ni por el número de testigos que aporta ni por las pruebas físicas o periciales presentadas, sino en la «solidez» de las mismas. También les informó de que tenían entera libertad para creer o no creer las pruebas y testimonios que había presenciado.
El jurado comienza las deliberaciones a las nueve de mañana y se mantiene reunido hasta las ocho de la tarde, con el imprescindible descanso para comer. Los debates tienen lugar en una sala cercana a la del juicio. Lo habitual en casos de la relevancia que tiene el de Pablo es que el juez les conceda tres días para que emitan su fallo. Si consumido este tiempo no hay resultado, el magistrado acostumbra a preguntar al jurado si necesita más tiempo. Si así se lo piden, no hay problema, se les concede.
En el proceso contra Pablo, hoy se cumple el tercer día de deliberación propiamente dicho, pese a que el jurado quedó aislado entrada la tarde del miércoles. No obstante, en aquellas primeras horas, apenas tuvo tiempo para nombrar a su portavoz y establecer el sistema de funcionamiento. No parece, sin embargo, que Bailey vaya a instarles al menos hoy a que se den prisa. Sí podría apremiarles a partir de mañana. El lunes es jornada festiva en Estados Unido, que conmemora a Martin Luther King.
No hay un límite legalmente establecido para alcanzar un veredicto. En el caso, por ejemplo, de que Seth Peñalver, el supuesto cómplice de Pablo que quedó absuelto después también de que se repitiera el juicio, el jurado necesitó diez días. No obstante, si el juez estimara que la unanimidad que deben alcanzar los miembros del tribunal resultara imposible, procedería a la disolución del jurado y declararía juicio nulo, lo que obligaría a repetirlo.
Es una decisión que la defensa no desea. Conllevaría alargar un sufrimiento para Pablo Ibar y su familia. Pero a la vez incrementaría el presupuesto económico de manera exponencial. La Asociación contra la Pena de Muerte Pablo Ibar recauda actualmente fondos para cubrir el presupuesto de 1.300.000 dólares de la defensa. Dicha suma cubre los honorarios de los cuatro abogados especializados en distintas áreas, además de los gastos que generan las periciales que han sido aportadas para este proceso. Ya se llevan recaudados y pagados el 84,1% del presupuesto pero siguen necesitando de ayuda para conseguir el 15,9% restante.
De darse un juicio nulo, sería la segunda vez que le sucedería a Pablo. Tras los crímenes, Ibar y Seth Peñalver fueron imputados formalmente de los asesinatos. El primer juicio contra los dos acusados comenzó en Fort Lauderdale el 5 de mayo de 1997. Tras meses de sesiones, el 25 de enero de 1998 fue declarado nulo. El jurado no llegó a un veredicto unánime. Posteriormente, ambos fueron juzgados por separado y condenados a la pena de muerte, condena que fue anulada en instancias superiores, que ordenaron la repetición del juicio. Peñalver fue absuelto en esta segunda oportunidad y con Pablo la historia podría repetirse.
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