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A. Verano / D. S. Olabarri
Castro Urudiales.
Jueves, 8 de febrero 2024
El trágico asesinato de Silvia López Gayubas, de 48 años, a manos, supuestamente, de sus dos hijos adoptados, causó con una gran conmoción en toda España, pero particularmente entre quienes conocían a la familia. La víctima de este cruel crimen, de firmes creencias religiosas, ejercía ... de catequista desde hacía años y trabajaba como celadora interina de la unidad de Medicina Nuclear del Hospital de Cruces. De hecho, había sacado hace poco la oposición y «estaba muy contenta». Pero no quería quedarse ahí. Aspiraba a ascender de puesto dentro del Servicio Vasco de Salud y, por eso, tenía pensado seguir estudiando para ocupar una mejor plaza.
«Nos hemos quedado en shock y extrañados por esta inesperada muerte», apuntaba un miembro de la parroquia castreña este jueves por la mañana cuando conoció la identidad de la víctima. «Una vecina ha venido después de misa a comentarme que la mujer asesinada era nuestra Silvia».
Desde la iglesia de Santa María, donde la víctima impartía catequesis a niños de segundo y tercero de Primaria desde hace años, recuerdan a esta mujer como una persona «muy alegre», «preocupada por los demás», «entregada» e «implicada». «Venía con su marido y sus dos hijos todos los domingos a misa. Eran una familia muy unida».
Debido a su trabajo de celadora, en ocasiones tenían que buscarle sustituto para impartir la catequesis, pero siempre que podía allí estaba con sus alumnos. «Nunca tuvo ningún altercado con ellos», apuntan desde la Parroquia de Castro, donde señalan que sus dos hijos eran «un poco callados» y el mayor, «un poco más introvertido».
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Silvia era afiliada y militante del PP, con cuyo grupo municipal había colaborado. En la sede de los populares dejó «muy buen recuerdo» entre quienes llegaron a gobernar el Ayuntamiento de la ciudad bajo la Alcaldía de Iván González. «Era una chica muy maja, siempre tenía muchas ganas de hacer cosas, y era muy buena persona», apunta uno de esos compañeros, al que se le ocurren infinidad de adjetivos positivos para definirla.
«Venía a la sede, a las reuniones, y nos ayudaba; era una chica muy comprometida, muy dada a ayudar. Siempre estaba echando una mano. Venía con nosotras a repartir propaganda, era colaboradora», afirma otra compañera de siglas, que también resalta que la víctima «siempre iba acompañada del marido y los hijos; no la veías ir con la cuadrilla de amigas». Esta militante popular también dice que Silvia era una persona «muy habladora» y «muy participativa». «Me ha costado creer que ella era la asesinada. Todo lo que pueda decir de ella es bueno. Nada era malo en ella».
Otra de las que fue compañeras en su etapa del PP también se mostraba este jueves «incrédula» con lo ocurrido porque había estado con la vizcaína y su familia hacía una semana y no vio nada anormal. Todo lo contrario. «La tenía un cariño especial de la época en la que trabajamos juntas en el PP. Era muy colaboradora y siempre estaba dispuesta a ayudar».
En ese encuentro de hace apenas siete días, ambas hablaron sobre los estudios de sus respectivos hijos y sobre lo que tenían previsto cursar cuando acabasen su etapa en Secundaria. «Me comentaba que los niños tenían las típicos problemas de su edad, pero que sacaban buenas notas». Un extremo al que también hizo referencia este jueves la alcaldesa de Castro, Susana Herrán. «Eran excelentes académicamente y tenían una personalidad acorde a la edad que tienen».
Silvia decidió adoptar un niño, pero le dijeron que la opción más inmediata era la de acoger a dos hermanos y «para no separarlos accedió a que hacerse cargo de los dos». «Era una mujer maravillosa, un amor continuamente. No la he visto un día enfadada. Era muy prudente y muy parecida a su marido; colaboradores y prestados a lo que hiciera falta».
La mujer demostraba en las redes sociales, en la que era muy activa, lo orgullosa que estaba de sus «dos niños». «A pesar de todo lo del virus, ha sido un día muy bonito», escribía como comentario a una foto de la primera comunión de su hijo menor en 2020. «Qué bien. Estás guapísimo», escribía el padre y marido de Silvia, que se encontraba trabajando en el momento de los hechos en el turno de noche de una empresa metalúrgica en Álava. «Está destrozado», describieron fuentes de la investigación.
También era aficionada a compartir en las redes sociales mensajes poéticos, filosóficos y espirituales. «Somos instantes», rezaba uno de ellos. De hecho, esta actividad la convirtió en una persona muy conocida en Castro, cuyo Ayuntamiento ha decidido decretar tres días de luto por su muerte y suspender hasta la próxima semana los actos de Carnaval.
Además, era, a juzgar por sus mensajes, muy aficionada a la playa, lo que explicaría su decisión de vivir junto con su familia en Castro Urdiales, donde se sentía plenamente integrada en la vida de la villa marinera.
Todo esto de puertas para fuera, porque, de puertas para dentro, vecinos cercanos a la familia apuntan que Silvia era «muy estricta» con la educación de sus hijos y «muy exigente» con ellos desde el punto de vista académico. Además, se apunta a que mantenían «continuas broncas» familiares con los pequeños, que habrían ido a más al querer el más mayor, de 15 años, tener una mayor libertad para quedar con sus amigos y salir a la calle.
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