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El coche del vecino de Víctor sigue encajonado en el patio.
Víctor Julián | Tiene un ejército de voluntarios en su casa

«El coche del vecino sigue empotrado en mi casa»

Beñat Arnaiz y Maite Jiménez

San Sebastián | Enviados especiales a Valencia

Martes, 5 de noviembre 2024, 16:30

La casa de Víctor Julián parece el camarote de los hermanos Marx de la cantidad de voluntarios que hay en su interior. «No sabes ni qué decirles cuando vienen», reconoce.

Explica que «en este barrio los primeros bomberos en aparecer fueron dos chicas que vinieron con una pata de cabra y comenzaron a abrir puertas. Eso sucedió tres días y medio después de la riada del martes por la noche. Estuvimos tres días y medio completamente incomunicados», lamenta. Un dato que aún le parece «increíble».

Con esos días de espera, la ayuda de los voluntarios ha sido esencial para que la sensación abandono no fuera total. «Estamos teniendo muchísima ayuda porque gracias a Dios las universidades han podido cancelar todas las clases y la gente joven es la que nos está socorriendo».

«Generación del barro»

Víctor saca pecho por esa juventud que ha salido a las calles. «La generación que llaman de cristal se ha convertido en la ya popular generación del barro, porque son ellos los que han dado un paso adelante que nosotros estamos agradeciendo de manera infinita».

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Preguntado por lo que considera lo más complicado de la jornada, responde que «ahora mismo estamos intentando sacar todos los muebles porque pesan un quintal, es en lo que estamos concentrados ahora. El agua volvió hace unos días y la luz en casa viene poco a poco, pero está siendo todo bastante complicado. Gracias a Dios o lo que sea hace dos días empezaron a venir la UME, fuerzas del Estado, bomberos de toda España...». Añade que «también tengo amigos vascos, que son bomberos en Bizkaia, y que también han podido venir y están quitando con las bombas todo el agua. Por lo menos esto ya tiene otra forma».

La entrevista la hacemos con el coche del vecino invadiendo parte de su patio. «Subió por el agua hasta la parte de la ventana del primer piso (cuatro o cinco metros de altura) y cayó encajonado en el patio. Ahí sigue».

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