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José Manuel Navarro
Vitoria
Domingo, 14 de enero 2024, 01:00
Tras una mañana repleta de trasiego, el silencio se apoderó por la tarde del número 20 de la calle Júndiz de Vitoria. Sólo los rugidos de los deportivos y las motos rompieron la solemnidad con la que cerca de un centenar de amigos y ... familiares acudieron a dejar flores, velas y detalles personales en recuerdo de Cristian e Izaro.
Adrián, el hermano mayor de Cristian, fue el encargado de recibir el pésame de los amigos que se acercaron a partir de las cuatro al lugar del trágico suceso. Al igual que su hermano, trabaja para Amazon, aunque los amigos de Cristian intuían que «no le debía quedar mucho tiempo ahí».
Sin muchas ganas de hablar se limitó a señalar que la familia está «mal». Tanto es así que fue él quien lideró la representación en la vía en la que, poco más de 12 horas antes, Cristian había perdido la vida. Los padres se quedaron en casa.
Adrián llegó al lugar de los hechos «a las dos de la noche o las dos menos cuarto». Fue un amigo quien le acercó para ver lo que había ocurrido. A mitad de tarde, criticaba que «la Policía no nos ha dicho mucho» de lo sucedido. De su hermano tiene claro cómo quiere que lo recuerden: «Era un chaval muy alegre, muy sonriente, que siempre estaba feliz».
Al igual que él, era un forofo del fútbol, aunque ya no lo practicaba. Adrián sí sigue militando en las filas del C.D. Beti Araba. A Cristian «le encantaban los coches; estaba obsesionado con ellos», subraya. Además de Cristian, Adrián tiene dos hermanos gemelos más pequeños, de 13 años. Los Gallego García son una familia trabajadora: el padre se emplea en la construcción y la madre en una popular cadena de comida rápida.
«Cristian era muy querido por la gente; le caía bien a todo el mundo. Incluso con quien tenía algún problema decía que era un buen tío», relata.
Con Izaro, que «acababa de cumplir los 18 años hace poco», Cristian llevaba, según sus amigos, «más de un año saliendo». «Eran tal para cual», confiesa Nahim Bezit, uno de los mejores amigos de Cristian. Otra amiga interrumpe la conversación de Bezit con este periódico: «Es que no se separaban. Se pasaban todo el día en casa de Cristian y tenían proyectos».
Cristian y Assad, nacido en 2003, eran «uña y carne», según relata Bezit. Pasaban horas juntos por Abetxuko, compartieron equipo de fútbol de jóvenes y ahora mantenían una estrecha relación marcada por la afición a los coches.
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Assad lucha ahora por su vida, muy grave, en la UCI. Quienes le conocen dicen que se había sacado el carnet de conducir «hace poco». Su pareja, que ocupaba el asiento de copiloto y es la menos damnificada de la colisión, será una testigo clave para esclarecer cómo ocurrió todo.
Del protagonismo del automovilismo en la vida de los fallecidos dieron buena cuenta la multitud de deportivos y motos con los que acudieron amigos y familiares a depositar flores y regalos. Un colgante con un deportivo rosa preside, enganchado a una rama y junto a un oso de peluche, el montón de flores, notas, pulseras y figuras depositadas para recordar a los fallecidos.
Los amigos niegan que los fallecidos participasen en la carrera. Ellos «simplemente habían acudido a ver los coches, pero no tomaban parte de las quedadas» que se producen habitualmente en el polígono industrial. Fuentes consultadas por este periódico refieren que Izaro incluso llegó a escribir a algún familiar para informarle de que las carreras habían terminado y se marchaban a casa.
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