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La Itzulia sigue en pie. La edición más difícil concluye con un palmarés que confirma la categoría de la carrera, un valor estable, sólido, que ... está por encima de las dudas, problemas y zozobras de cada momento. La Vuelta al País Vasco conserva su prestigio y su lugar entre las mejores carreras de una semana del mundo y los mejores ciclistas vienen a confirmarlo. Tras un año de turbulencias, habla el palmarés, con victoria final de un excelente ciclista como Joao Almeida (UAE). Como mandan los cánones, el portugués ganó la última etapa vestido de amarillo, en una imagen clásica de la historia del ciclismo, la del líder plasmando en una foto su superioridad. El último en hacerlo había sido Vingegaard, en 2023. La caída del danés el año pasado marcó la aproximación a esta edición, pero los corredores han hablado en la carretera.
Almeida se ha anotado la general y dos etapas, al frente de una lista de ganadores donde también figuran Max Schachmann (Soudal), Caleb Ewan (Ineos), Alex Aranburu (Cofidis) y Ben Healy (EF). Un cuadro de honor que al cabo del año no superarán varias de las vueltas World Tour que comparten la primera categoría con la Itzulia.
La carrera tiene un buen ganador y se han disputado cinco etapas en línea de calidad. El palmarés es un balón de oxígeno para el organizador, que además afrontaba cambios internos con el relevo en la dirección. Ha sido una edición delicada, pero la Vuelta al País Vasco tiene entidad y ese peso específico se ha dejado sentir.
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Ninguna etapa se ha ido al limbo. Ha habido competición los seis días, prerrogativa de las mejores carreras. El palmarés de 2025 se sostiene en el marco de la historia de la prueba, sin necesidad de artificios retóricos, de retorcer la realidad. Ha sido una carrera buena y ha ganado el mejor, de forma indiscutible. Joao Almeida sucede en el palmarés a Juan Ayuso, Jonas Vingegaard y Daniel Felipe Martínez.
Pessoa se quejaba de que los portugueses sufren «la enfermedad de la autoridad» y reclamaba que «Portugal necesita un indisciplinador». De más joven, Joao Almeida (UAE) habría dado un paso al frente para decir 'ese soy yo'. Irreverente, convencido de que lo más bello es el genio desconocido. Pero, como también apuntaba el cronista, «convicciones profundas solo las tienen las criaturas superficiales» y es una «obligación» cambiar de opinión varias veces en la vida. Aquel individualista ha ganado la Itzulia al frente de una organización poderosa, engrasada, con un reparto de tareas milimétrico y una disciplina prusiana. Un hombre que ante la mejor victoria de su carrera dice que «el equipo ha estado perfecto».
Almeida, en cambio, no puede evitar transmitir la sensación de que es un espíritu libre, de que en el fondo le gustaría ser ese agitador que pedía el poeta. Ayer iba de amarillo y tenía la carrera ganada. Su equipo se presentó al pie de la segunda subida a Arrate con cuatro gregarios escoltando al portugués. Pero al final aceleró un poco, por placer. No quiso el cartel de defensivo. Se quedó con Enric Mas (Movistar) y Skjlemose (Lidl-Trek). Se disciplinó y no puso la carrera patas arriba, aunque parecía poder hacerlo. Florian Lipowitz (Red Bull-Bora) había tenido un problema mecánico en la subida y venía a un minuto. Schachmann (Soudal) se quedaba y volvía, como toda la semana. La situación le valía y Almeida no quiso forzar la mano. Disciplina.
Un poco más adelante, en la bajada de Trabakua, Sklejmose se iba al suelo y el líder se vio sin ninguno de sus perseguidores en la general a su lado. El mejor clasificado de sus acompañantes era Enric Mas (Movistar), octavo en la salida. Los que sí estaban eran sus compañeros de equipo Marc Soler e Isaac del Toro. Una actuación metódica del UAE. Lo último que necesitaba Matxin en esa situación era un «indisciplinador».
Almeida y su grupo recogieron de la escapada del día a Ben Healy en el tramo final. Tras su exhibición en Gernika, había expectación por ver si el irlandés tenía otro show que ofrecer. Se descolgó en el repecho de acceso a la variante de Eibar, la clásica encerrona que solo plantea una carrera como la Itzulia. Se quedaron en cabeza Mas y el líder. El balear sondeó la posibilidad de que el luso fuera creyente en el viejo testamento del ciclismo, donde se lee aquello de 'la general para ti y la etapa para mí', pero Almeida respondió que ese libro no lo ha leído. Y fue que no.
La llegada en la calle Toribio Etxebarria –que ha consagrado a tantos en el Memorial Valenciaga– no dejó lugar a la duda. Almeida no se iba a privar de la imagen que adoran todos los campeones: levantar los brazos vestido de amarillo. Mas no pudo ni salir de la rueda del líder.
El jefe de filas del Movistar acaba la Itzulia segundo, pese a su catastrófica crono inicial. Al final, aquello ha resultado irrelevante, porque habría terminado segundo igual. Almeida era el más fuerte, sin duda. Esa circunstancia no beneficiará a Mas, porque le puede invitar a desdeñar la importancia de lo sucedido en la crono. No se puede aspirar a lo que aspira el balear sin tener un nivel aceptable en esa modalidad.
El triunfo de Almeida le consolida, porque corría con la obligación de ganar y no todos asimilan ese papel cuando toca dar el paso al frente. Ya suma 17 victorias, once en el World Tour. No corre en cualquier pueblo, ahora hará Romandía, Suiza, Tour y Vuelta. En la edición más delicada de la Itzulia ha ganado el mejor. Un excelente nombre para un palmarés que mantiene el prestigio de la prueba.
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Luca Corsi
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